sábado, 20 de octubre de 2012

El gato que resistió un desahucio


 

 

Lourdes, de 35 años, madre de dos hijos, embarazada, ha sido desahuciada de su vivienda de Córdoba, de manera artera, sin información previa, en media hora,  por el auto de una juez que ha defendido, por encima de las rayas gordas del sentido primero de la justicia, la propiedad privada de una vivienda, vendida vergonzantemente por un vergonzante miembro de la vergonzante banca española a un acaparador financiero de Luxemburgo.

A Lourdes le dieron media hora para recoger lo imprescindible de su casa cuando volvía de llevar a sus hijos del colegio y le reiteraron, enfáticamente, que no se lo dijera a nadie. Es lo que temen, que su inhumana conquista pueda ser conocida o frenada por algo que en ocasiones se llama el pueblo o la opinión pública.

Al salir del colegio sus hijos ya no tenían casa. Ni juguetes. Ni televisión. Y la beatifica propiedad privada, los bancos – ¡que no deben nada a nadie!- pueden hacer una mueca más en su infinita capacidad de envilecimiento.

El Banco de Santander, si, el de Emilio Botín, el de los tirantes capitalistas, dormiría tranquilo ayer. Y hoy.   A una familia cuyo cabeza lleva tres años en el paro, que ingresa al mes 400 euros, que además discute la ignominia parlamentaria, le ha vuelto tocar “joderse”. ¿Verdad Andrea Fabra?

El capitalismo nos deja su marca. Su huella indeleble en nuestros corazones y en nuestras vidas.  José Manuel, el compañero de Lourdes, hablaba de hurtar el último euro a su ingreso mensual y comprarse una tienda campaña.  La metamorfosis de la pobreza en angustia. Mientras don Emilio vigilará el rendimiento de sus ingresos hurtados al fisco en Suiza.

Pero, ha habido un ser vivo, un latir indesmentible a la injusticia. Lucía porfió en busca de su gato. No se dejaba encontrar ni desahuciar. Cuando lo encontró,  el felino mantuvo el pabellón de la dignidad y arañó, mordió, maulló y no pudo ser objeto del destino esclavo del capitalismo con tirantes.

En una obsesionante tarea de degradación cívica, los jueces, los autos con alevosía horaria, el “banco de las personas”, la búsqueda y el cálculo de los mercados no han podido con una capacidad irreductible.

“Mientras que te queden puños, uñas, saliva y te queden, corazón, entrañas y tripas, cosas de valor y dientes… dijo Miguel Hernández. 

El mamífero casero pensaría que no hay cosa ´masa inasumible que el auto de una juez de provincias, vestigio último de una sociedad que se cae, de pura podredumbre. Su mensaje es de gran valor: ¡Hay que arañar!

Y la pestilente ética moral capitalista no ha podido con un gato.

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