sábado, 9 de julio de 2016

Me gusta







Hace unos días, probablemente desde  el  desencanto,  publiqué  un post con un inventario de las cosas que “no me gustaban”.  Prontuario regido por una condición política y por el duro contraste que nos da la realidad de cada día.

Muchos amigos me han mostrado su adhesión al mismo y manifiestan que se identifican con mis “no me gusta”, pero también muchos se preguntan y me preguntan, escépticos, si a mí “me gusta algo”. Alguno me ha recomendado que me vaya a Laponia,  otros  al desierto de Gobi o  y otras que me muera, directamente,  si es que no me gusta su franquista mundo.

Como sería faltar a “mí” realidad, puesto que por delante y por detrás de la lucha política soy un vitalista, alguien que sobrevive precisamente por el gusto por la vida y por las pequeñas o grandes cosas, me permito pasar a hacer la relación en positivo. Las (muchas) cosas que me gustan.



Me gusta la literatura, la poesía, la música, el cine, el teatro, las mujeres y el sexo.

Me gusta el sol, las azoteas, el verano, el campo, el mar, dormir la siesta bajo una parra,  los pinos, los huertos, el cine de verano y el aceite de oliva.

Me gustan las playas tranquilas, sentarme en una tumbona a esperar a que el sol se ponga sobre el horizonte y en algunos casos (en Denia o en Mallorca) aplaudir por ello.

Me gustan las frutas, los melones, las sandias, los albaricoques, las cerezas, las peras, los melocotones, las ciruelas, los higos, las brevas, los caquis, las castañas asadas, los tomates con sal, el gazpacho y hasta dos cucharaditas de salmorejo.

Me gusta tomarme un medio de Moriles en una taberna vieja de Córdoba, me gusta Andalucía, Rafael Alberti, el Puerto de Santamaría; Moguer, Platero y Juan Ramón;  García Lorca, Cernuda, Machado, Góngora, el carnaval de Cádiz, Sevilla, Granada, la Alpujarra, el Cabo de Gata,  Isla Cristina, Mijas, Frigiliana…

Me gusta el sindicalismo y –a contracorriente- los sindicalistas, los hombres y mujeres “imprescindibles” de la lucha al estilo Beltort Brecht,  los hombres como mi paisano Virgilio Peña, fallecido a los 102 años, tras luchar noventa contra el fascismo.

Me gustan el Che Guevara, Durriti, Salvador Allende, Pepe Mujica y Julio Anguita. Me gustan las mujeres como Dolores Ibárruri, Federica Montseny, Clara Campoamor, Zenobia Camprubí o María Zambrano.

Me gusta Andalucía y el andalucismo. “El Ideal andaluz” y Blas Infante. Díaz del Moral y mis amigos Pepe Aumente y Antonio Manuel Rodríguez. El 4 de diciembre, el 28 de febrero, la nación y la identidad andaluza. “El Manifiesto de Córdoba” y el “Estatuto de Antequera”.

Me gusta el flamenco, algunos “flamencos”,  el cante por seguiriyas, soleás, malagueñas o peteneras;  Camarón, Enrique Morente, El Pele y Miguel Poveda.  Las guitarras de Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Vicente Amigo, Tomatito y Paco Peña. El baile de Joaquín Cortés, Sara Baras y Olga Pericet.

Me gusta  “un perol cordobés ” rodeado de amigos en el otoño , me gusta el “Irish Cofee” en una terraza junto al mar, me gusta la taberna de La Fuenseca, la plaza, la fuente y sentarme en el pilón a charlar con mis vecinos.

Me gustan playas como  Es Trench,  Dènia o Genoveses.  Me gustan o me gustaban el pub Bocacchio de Barcelona, “La Carbonería “ de Sevilla, “El Portón” y “El Mirador” de Córdoba, los de la calle Betis en Triana, los de Gràcia en Barcelona y el Maxi de Fuengirola

Me gustan mis maestros, compañeros y amigos  en la vida, literatura, sindicalismo y política: Rafael Balsera, Manuel Rubia, Julio Anguita y  Pepe Aumente

Me gusta Albert Camús y su obra,  Dostoyevski, García Márquez  y Proust.  Me gusta una lista interminable de poetas: Neruda, Benedetti, Celaya, Cernuda, Blas de Otero, León Felipe, Ángel González, Goytisolo, Gil de Biedma, Margarit, Brossa, Martí y Pol, Valery, Baudelaire, Maiakovski, Nicolás Guillén,  César Vallejo, Pedro Garfías, Juan Rejano, José Hierro y Miguel Hernández. Y mis amigos Ana Pérez Cañamares, Juana Castro, Francisco Carrasco y Antonio Frías.

Me gusta el teatro, desde el  griego clásico de “Medea” y “Edipo, Rey”  hasta el contemporáneo  de Brecht,  Becket, Ionesco o  Pirandelo  pasando por el de Shakespeare, Lope, Moliere, Dürrenmatt, Lorca, Sastre, Gala, Marlowe y Miller.

El cine “clásico”,  desde “Ciudadano Kane” o  “Noveccento” hasta “El Padrino”. Me gusta el cine de autor, tipo Fellini, Pasolini, Renoir o Visconti, pasando por  Tarantino, Taviani, Scorssese, Kurosawa,  Coen… el de autores raros como Wenders, Herzog o Fassbinder  o  el de autores super-raros como  como Petrovic o Kusturica, Fatih Akim o Kiorostami …

Me gusta el futbol, el baloncesto y el ciclismo. Soy el socio 48 del Córdoba CF, apasionado del Barça y llevo sesenta años siguiendo el Tour de Francia en las siestas de todos los veranos.

Me gustan algunas óperas como “Rigoletto”, “La Traviata” y“Madame Butteflay”. Me gusta algo la música de Bach, Mozart, Vivaldi y Albinoni. Algo más la de Beethoven, Stravinsky, Debussy, Falla o Rodrigo. La “Quinta” de Mahler, los Beatles, Los Rollings  y Omar Faruk.  Y casi todos los cantautores como  Silvio Rodríguez,  Pablo Milanés, Aute,  Serrat,  Sabina, Ruibal, Lluis Llach, Raimón, Amancio Prada, Clara Montes, Bumbury  y Silvia Pérez Cruz.

Me gustan las piscinas de aguas transparentes, mi gato Veletta, tomar el sol sobre la hierba, las Sierras de Cazorla -Segura y el pueblo de Segura de la Sierra, comer en “La Fuente” de  Zagrilla Alta y cuando la ocasión lo requiere y la economía lo permite en  “El Caballo Rojo” de Córdoba, pasearme por Priego o por Montoro y tomarme un espeto de sardinas, al mediodía,  en cualquier chiringuito de Los Boliches.

Me gusta el periodismo crítico, el literario, los blogs de Ignacio Escolar, Isaac Rosa, David Torres, David Bollero, Aníbal Malvar, Javier Gallego Crudo y Juan Diego Botto. La maestría suprema de Manuel Vicent, Vicente Verdú  y Maruja Torres.

Me gusta el desprendimiento y la infinita solidaridad humana de mi hermana María del Mar.

Me gusta la bondad y la capacidad de ilusión sin límites  de una “romanticona del Norte”.

Me gustan mis hijos, y, desde hace dos días mi nieto, Nahil.

¡Me gustas tú!

miércoles, 6 de julio de 2016

No me gusta





No me gusta la cabra de la legión. No me gusta la Legión ni los legionarios. No me gusta el bombo de Manolo.  No me gusta Belén Esteban. No me gusta “Sálvame”. No me gusta el toro de Osborne. Ni Bertín. No me gusta la televisión basura. Ni la basura de la televisión.

No me gusta Eduardo Inda. Ni Marhuenda. Ni el “El Mundo” ni sus lectores. Ni “La Razón” ni sus lectores y redactores. No me gusta “ABC” ni sus lectores, ni redactores, ni editores. No me gusta “Tele5”. Ni “Antena 3”. Ni “La 1 y la 2 del PP”. No me gusta la basura partidista televisada de los bancos.

No me gusta Bárcenas. No me gusta Rato. No me gusta Rita. No me gusta Camps. No me gusta Granados. No me gusta Esperanza, la marquesa. No me gusta  Pujol. No me gusta Chaves. No me gusta Griñán. No me gusta el 3%, ni la Gürtel, la Púnica, los ERES, ni la madre que los parió.

No me gusta Aznar ni su Botella. No me gusta Felipe, ni sus yates, ni sus puros, ni las cuentas de su parienta en Panamá. No me gusta el Borbón. No me gustan los Borbones. No me gustan los borrachos. No me gustan los corruptos. No me gustan las monarquías, ni matar elefantes, ni tener cuentas en Suiza, Andorra, Panamá y cualquier paraíso fiscal.

No me gusta Franco. No me gustan los franquistas de antes. No me gustan los franquistas de ahora. No me gusta el Valle de los Caídos. No me gustan los 170.000 mártires del fascismo enterrados en cunetas. No me gusta Fraga, ni sus tirantes ni el partido que fundó. No me gustan los que “condenan” enérgicamente el “terrorismo” y no condenan ni al franquismo ni a su genocidio.

No me gustan las políticas neoliberales. No me gustan los que recortan “gasto” social y derechos de todos y cobran para sí comisiones y sobresueldos. No me gustan los que hacen soportar al erario público los agujeros millonarios de los bancos y de los banqueros. No me gustan los que desahucian. No me gustan los banqueros. Ni los ladrones a punta de BOE.

No me gustan los ministros manipuladores, prevaricadores y hacedores de pucherazos. No me gustan los ministros que roban. No me gustan los ministros que mienten. No me gustan los ministros que mienten y roban y usan puertas giratorias.

No me gusta el folclorismo. No me gusta el papanatismo. No me gusta la Guardia Civil, ni los pasodobles, ni Manolo Escobar, ni su “Viva España” para molestar a catalanes y vascos ni los que lo cantan. Ni los curas, frailes,  monaguillos ni la Iglesia institución. Ni los Obispos ultramontanos y su complicidad con el franquismo y cualquier forma de poder.  Ni la pederastia ni los que la ocultan, toleran o disculpan. Ni la violencia de género ni los que no hacen nada por impedirla. Ni la “capa” del cardenal –aunque ya esté “capado”- . No me gusta el maltrato animal. No me gusta el “Toro de la Vega” ni la “cabra arrojada desde el campanario”, ni los “bous al carrer”, ni las peleas de gallos.

No me gusta la Andalucía de 37 años de falso “progreso” del PSOE. No me gustan las “andalucistas por oportunismo”. No me gustan las demagogas. No me gusta Susana. No me gusta vivir en la región con más paro y más pobres de Europa. No me gusta el “centralismo sevillano”. No me gustan los estómagos agradecidos. No me gusta el servilismo político en los medios de comunicación.  No me gusta “Canal Sur”.


No me gustan los que meten la mano en la hucha de las pensiones. No me gustan los que mantienen al 50 % de los parados sin prestación alguna. No me gustan los contratos basura. No me gusta los casi dos millones de jóvenes exiliados a la fuerza. No me gustan los corruptos. No me gustan los ladrones. No me gusta el PP. No me gusta Rajoy. 

sábado, 2 de julio de 2016

Esperpaña


Esperpaña

 
 
 
 
 
 
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esperpaña

Érase un país sumido en la mayor de las miserias: económica, política, intelectual,  física y personal. 

Durante mucho tiempo había estado gobernado por un asesino general de metro y medio, vomitado por la peste de los tiempos, que llenó los  cementerios, cunetas y paredones de muertos del pueblo vivo, mientras una ola de sotanas, crucifijos, rosarios e inciensos doblegaban culturas y conciencias.
Su alargada sombra se prolongó en el tiempo y en las mentes. Setenta años después aún olía. A cutrez, mezquindad y latrocinio.

A la muerte del dictador se confabularon sus sucesores para pergeñar la más importante de las mentiras que jalonaron todo el tiempo posterior. Le llamaron “transición”.

Una testa coronada, nombrada por el dedo sangriento del asesino, mujeriego, borracho y corrupto, se puso de acuerdo con las llamadas “fuerzas políticas” y revistieron la impunidad de una guerra civil y un genocidio como el acceso a una falsa felicidad que llamaron “democracia”.

En realidad era sólo una apariencia y el soporte perfecto para crear una infraestructura desde la que robar a manos llenas: al Estado, al Pueblo, a la Hacienda Pública, a las Autonomías, a los Ayuntamientos, a la Ciudadanía, a las Obras Públicas y al Sunsum Corda.

El “coronas” robó más que nadie y diseminó su fortuna en las Suizas, Panamás e Islas Vírgenes oportunas para, aparte de matar elefantes y osos borrachos, practicar el que sería “deporte nacional”: eludir o evadir impuestos.

Todos los demás del Poder le imitaron. Crearon y financiaron partidos ilegalmente, se lucraron con comisiones y subvenciones, con contratos de obras que crecían exponencialmente, con concesiones administrativas y sobres rellenos del sudor hurtado a los humildes,  mientras los pagafantas recortaban hospitales, escuelas, universidades, derechos, pensiones, medicamentos, becas…

Cada cuatro años hacían un paripé, tan corrupto y tan trucado como ellos mismos, y le llamaban “elecciones”.

Vacua operación donde tomaban el tiempo y el pelo a los ingenuos a los que previamente aterrorizaban con infinitos males y tragedia que acaecerían al país o pesebre si ellos no gobernaban,  desde sus cuevas de Alí Babá, Bancos rescatados en loor de millones y empresarios de la pocilga,

Y el Pueblo, que algún momento de su historia había gritado: ¡Vivan las caenas! Votaba ocasión tras ocasión, a las “caenas”, los carceleros y a escoria con corbata.

Era un “pueblo” especial.  Entontecido por la religión, la basura de la basura de televisión basura se disfrazaba de esperpento para animar, por ejemplo, a su selección de peloteros del balón de una forma significativa: de toreros con montera y patillas, de obispos pre preconciliares, con tricornios de guardia civil, de bandoleros…

Aunque fueran a distancia daban auténtica vergüenza, ajena y propia, si “aquello” era el exponente exportable de la “marca”.

Ya lo dijo un dramaturgo de época:

“Nuestra tragedia no es una tragedia”. La tragedia es un género demasiado noble  para el país de  la época . “Esperpaña es una deformación grotesca de la civilización europea”. Por  ello el sentido trágico de la vida sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.”

Y así, vivían, deformados y esperpénticamente trasnochados, miserables y corruptos.

“Y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde.”