martes, 8 de mayo de 2012

Rajoy completa la apología de la mentira y el robo


Es curioso que a Richard Nixon lo hiciera dimitir la opinión pública y la prensa norteamericanas no por espiar al principal partido de la oposición en el caso Watergate, sino por mentir, por decir que no lo había ordenado o que no lo sabía.

Rajoy dijo en el debate electoral televisado el pasado 7 de noviembre que una de las tres cosas más importantes que se le iban a requerir al Gobierno de la Nación sería que “dijera la verdad”.

Dicho y hecho. Desde entonces no ha hecho otra cosa que mentir. Y ayer dio un paso más. En unas declaraciones a Onda Cero hizo una apología abierta de la mentira al asegurar que “si tengo que hacer algo que he dicho que no voy a hacer y es necesario hacerlo, se hará”.

Es decir que estamos advertidos. Este gobierno es la mayor concentración de mentirosos compulsivos que ha conocido la historia de nuestro país. No hablan, mienten.  Por sistema, y se jactan de ello entre la tontuna general.

Sin ir más lejos. Ayer, en esa misma entrevista realizada por la mañana, este chiquilicuatre con barba que tenemos por presidente aseguró que “es muy improbable que se inyecte ayuda de dinero público a un banco”. Eran las diez y media de la mañana. A las catorce horas se hacía público que el Gobierno ayudaría a Bankia con siete mil millones. Y a las veinte horas la ayuda subía a diez mil.

Las mentiras, además, son de corto recorrido, les duran apenas unas horas. No iban a subir los impuestos y subieron el IRPF dos días después. No iba a haber recortes en sanidad y educación y han dejado sus partidas temblando. No iba a haber repago farmacéutico. Ni el despido libre. Ni a recortarse derechos laborales. Las pensiones eran una línea roja…

El caso de Bankia es la consagración definitiva del “estado del latrocinio”. No ha pasado ni un mes desde el anuncio de los recortes de 10.000 millones en Sanidad y Educación y ahora se destina la misma cantidad en intentar salvar las finanzas de un banco privado, al que ya se la ha ayudado con 4.500 millones.

Es decir, que lo que ahorra un enfermo catalán que paga cinco euros por día que está internado en un centro hospitalario, un enfermo renal que paga las ambulancias que lo trasladan a diálisis dos veces en semana , un jubilado que no “se toma un cafelito” para pagar sus medicamentos, o un escolar que se reconcentra en un aula sin calefacción, sirven para que los ladrones, chorizos y mangantes de las siete cajas de ahorros que se reunieron en Bankia, entre ellas Bancaja, que sirvieron para pagar las fianzas de Jaume Matas, los cien millones que cobró Calatrava por el proyecto de Ciudad de la Ciencias, las impúdicas operaciones especulo- urbanísticas en Madrid y Levante, los miles de ladrillos vacíos de inquilinos, la visita fraudulenta del Papa….

Nadie puede tomarse en serio a este país. Donde la palabra de su presidente vale menos que un peo de Esperanza Aguirre, que ya es decir, donde se siguen tirando a cabras desde los campanarios y donde un señor con bigote, tricornio y pistolón asalta nada menos que la sede de la voluntad popular.

Este es un país de mierda, de pandereta, de folclóricos y chiquilicuatres, dónde a  sus sacrílegos políticos les importa un bledo mentir y ciscarse, cada media hora, en su palabra.

Y nadie se rebela. Y se sigue comprando pan, abriendo las discotecas y saliendo los ferrocarriles. Y nadie pega un soberano  puñetazo en lo alto de esta mesa o cueva de ladrones.

Si su primer ciudadano se desayuna cada día con media docena de mentiras, ¿Qué se les puede enseñar a los niños en los colegios?

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