martes, 27 de diciembre de 2011

El discurso del Rey o porqué no todos los españoles son iguales ante la ley


La prensa más “oficialista”, los partidos de orden y mercado (PP y PSOE) y los pelotas mentales y en manada andan como en trance tras el discurso del Borbón el día de Nochebuena.  Su parte más alabada es aquella en la que sin nombrarlo se refiere a su yerno, Iñaki Urdargarin,  con la siguiente obviedad: “Cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione. Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos.”

La proeza dialéctica está recogida en la Constitución y no hace falta haber leído demasiado  a Freud o Castilla del Pino para reconocer en quien las pronuncia un implícito sentimiento de “culpabilidad”. Aquello de “excusatio non petita, accusatio manifiesta”.

Es bastante conocido que el Rey no escribe sus discursos y que su autoría corresponde a un grupo de “negros” de los más granado y plúmbeo de la secta cavernícola, pero estos le han hecho un flaco favor al monarca con el discursito del pavo.

En estricto sentido, si la Casa Real buscó hace cinco años al yernísimo un magnífico empleo en la capital del Imperio y dio por concluidas sus andanzas en busca del cheque perdido sin ponerlas en conocimiento de ministerio fiscal se puede afirmar que no solo jugó con el principio de igualdad ante la Ley, sino con el contrario y que, de alguna forma, obstruyó e impidió la acción de la justicia.

La Justicia, en España, no es igual para todos. Una mayoría de jueces y fiscales están penetrados de la ideología franco-fascista y su extradición social y sus sentencias se hacen desde la afinidad a estos supuestos.  Es una quimera el tópico principio al que se quieren aferrar cuando la deriva de los propios acontecimientos los conduce al discurso tópico.

Ni el monarca, ni su Casa Real, han facilitado lo más mínimo la tarea de investigar las andanzas de quien se ha lucrado con la sola aportación de su nombre o de su vinculación a la realeza y presumir ahora de lo contrario es tanto, faltar a la realidad como a la justicia a la que se invoca.

Cuando principios esenciales de la convivencia pacífica se invocan como aportaciones trascendentes y originales algo nos está avisando que estamos en las inmediaciones de sus principales trasgresores. El sistema consagra la desigualdad, y si de manera obvia se hace una apelación a la igualdad, creo que es mejor pensar en la cuestación, camino de la revolución.

Otro Borbón dijo: “Marchemos todos, y Yo el Primero por la senda constitucional”. A los tres días se jugaba la nación, la constitución y la corona a una partida de billar.

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