viernes, 23 de diciembre de 2011

La indecencia de Convergencia




Uno no puede mirar sin cierto asombro como se están sucediendo los acontecimientos en Catalunya.

Cualquier espíritu con una cierta sensibilidad social tendría el derecho a vomitar. Se recorta en sanidad, en educación, en prestaciones, en derechos laborales y sindicales, se aumentan jornadas, se cierran centros de salud y urgencias, se implantan nuevos impuestos, se gravan los medicamentos y las estancias hoteleras, se privatizan servicios y lo último, se privatizan  los parques y jardines públicos y  se descuentan, ilegal y fraudulentamente,  retenciones  del IRPF de nóminas  extraordinarias, vergonzosamente aplazadas y no abonadas.

Todo ello en nombre de un ahorro y de una salud económica que solo afecta a determinados sectores de la población. Una borrachera de liberalismo en vena. La derecha catalana, no por nacionalista menos derecha, pretende acabar el mundo en dos comicios. Se presentan a unas elecciones, las ganan ocultándole a todo el mundo que es lo que pensaban hacer en el supuesto de gobernar y cuando están en el poder, abusan con descaro y alevosía.

Le hacen el “trabajo sucio” al PP patriotero y le enseñan el camino de los borregos. ¡No queríais derecha, pues tomad derecha! Hace tiempo que el ejercicio de la política es una indecencia, pero aquí, Convergencia, (el pareado es a propósito)  está sobrepasando “todas las líneas rojas”.

Alistados en los más rancios postulados del ultra liberalismo y del merkezarkosismo paneuropeo, esta convergencia de macarras y demócratas cristianos de aluvión están amontonando las cenizas del estado de bienestar para regocijo de fascistas y patronales varias. Son, en el mejor de los casos, una vergüenza. Nacional y nacionalista.

La cosecha de los Más, Durán, Mas-Colell,  Mascarell y el fascista de Puig mueven  entre la náusea y la repugnancia.  Sus rostros no son ilegibles, transubstanciados, son los mismos que hemos podido ver y padecer en cualquier mal gobierno de la derecha del  perro mundo.   Su política es una saturación, archiconocida, estéril, inútil, intercambiable: socializar las pérdidas y privatizar las ganancias, palo a los débiles y zanahoria a los poderosos.

Artur Mas y Gavarró  y sus “nois” se han ganado una invitación a la próxima reunión del Club de Bilderberg o de la Trilateral.  En fin, allí pueden “converger”, como aprendices de brujo, con Esperanza Aguirre o Dolores de Cospedal. Que estas si que  son brujas de verdad. Y con escoba y todo. 

La estupidez es el camino más directo al paroxismo.

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