martes, 20 de diciembre de 2011

¡Que se besen, que se besen!



No tengo arreglo. He malgastado una espléndida mañana de invierno, fría, pero muy soleada, viendo el puto debate de investidura.  Comprobando la obsolescencia de nuestro sistema político, tan alejado de la realidad como de la razón. A un candidato, con mucho mas miedo que vergüenza, taimado, escondido, que hace esperar a todo el mundo un mes para no concretar nada, para decir vacuidades, lugares comunes  y mal recitarnos el programa de su partido.
¿Y la oposición? ¿Qué oposición? Otro señor aun más taimado, más críptico, tenebroso, salido de las entrañas de las más negra de las Españas.
Se dirigían mutuos arrumacos. Uno decía que aunque su voto iba a ser negativo, estaría cargado de positividad, de pactos, de colaboración, de tejemanejes…
Me recordaron a ese punto en que los invitados a una boda, un punto borrachos, se ponen horteras y pesados y solicitan a los contrayentes que se besen, que se besen.
Pues eso, que se besen. Tenía pocas dudas que los dos partidos más votados de este desgraciado país eran dos caras de una misma moneda, en realidad una misma  y entregada banda, a los mercados,  a la banca y  al capitalismo mundial, pero ya no me queda ninguna. Duda. Que se besen.
Todos los recortes, esfuerzos y sacrificios apuntan en la misma dirección: la reforma laboral (¿otra?), el aumento de los impuestos indirectos (IVA), los funcionarios, la socialización de las ingentes pérdidas de los bancos (el banco malo) y la defunción de la negociación colectiva.
Ni la más mínima mención para abordar el impresionante fraude fiscal de los “profesionales” de este empeño (87.000 millones anuales), nada que hable de esfuerzos a las clases adineradas y defraudadoras, puente de plata a la corrupción más ultrajante y generalizada. Eso si, palo al absentismo laboral, como si no hubiera “absentismo patronal” y político,  y arreglar este problema nos fuera a sacar de la crisis.
Tienen tan poca capacidad como ingenio. Son mansos subcotizados con los poderosos y fieros con los débiles, “merkozyles pret a pòrter”, productos biopolíticos adulterados. Ilegibles e intercambiables.
Una norma veterinaria del siglo pasado exigía que para considerar sanos a los animales que sacrificaban en los mataderos entraran en los mismos por su propio pie.  Los traficantes de carne, en su mayoría de etnia gitana y con grandes gafas de sol, se las apañaban para que los burros moribundos, apoyados uno en el otro, entraran andando al sacrificio.
¿Rajoy y Rubalcaba? Creo que los burros tenían más salud. 

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