jueves, 4 de junio de 2015

Paisaje después de la batalla electoral




Antes de que se celebraran las elecciones, en las autonomías, en los ayuntamientos, había ladrones, chorizos al vino, concejales de urbanismo, contratos privilegiados a cleptómanos, delincuentes con carnet de determinado partido  y el espectro de la corrupción general  con un gobierno detrás. El país habitaba entre la desolación, las mordazas y los fiscales defensores de los embutidos.

Ahora hay un pasteleo casi general, reuniones, reservados de restaurantes, listas y listos a costa de la democracia, la pobre. Los llamados “líderes” van más allá de su volumen y la pregonada limpieza no tiene los ojos verdes ni camina descalza por la playa de la libertad, entre el pueblo varado por las urnas.

Los políticos ungidos son los únicos comisarios de este pastel. No hay ni signos de rebelión, todos se aferran al tesoro de sus posibilidades y sólo los muy pringados, pillados en el “ajo”, dimiten por el peso de sus conciencias y de la opinión pública mal informada.

En el inicio de este verano del gran batacazo de la social-cleptómana se está producción el primer oreado de las alfombras. De pronto todo el choriceo de décadas de poder de los embozados en la financiación irregular ha rebozado sus límites y amenaza con desbordarse  fuera de la copa gubernamental que los alentaba y protegía.

Algo hemos ganado. En adelante ya no podrá entenderse el gobierno de las ciudades como el recuento en un coche de los billetes afanados: “cuatro mil, cinco mil, seis mil: un millón de pelas”. 

Ahora, si roban, todos se andarán con más cuidado, no sea que el “socio” no trinque y te deje con el culo de la mayoría al aire.

Este era el espacio podrido, un estado de ánimo, un estilo de vida, con todos los caciques y capos revueltos entre banqueros rescatados y empresarios donantes, donde las asambleas populares y la voluntad ciudadana no tenían sentido.

Ahora, El Pueblo, después de conquistar las esferas de las urnas, ha entrado a ser observador de cómo se parte el bacalao.

Pero no podrá decirse que el aire fresco ha llegado hasta los altos salones del crimen  hasta que no se descubra que el poder es bello como un teorema, si camina descalzo entre alcaldes sin coches oficiales y partidos corruptos de nacimiento relegados al grupo mixto.  Cuando se  de esa imagen del gran chorizo entrando en el coche policial empujado en su nunca corrupta y la misma sea un modelo y no un poder cobrando dietas y sobresueldos.


Cuando se consiga transformar a esa muchacha de ojos verdes (la libertad) en una melodía, en una estrella de álgebra, en un paisaje o en un banquero ahorcado, entonces, seremos libres e  inmortales.

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