martes, 15 de marzo de 2016

Biopsia



Tenía dificultades al orinar y consultó con el urólogo. Le encargaron una prueba médica que le realizaron con ánimo degradante. “Bienvenido al club”, le dijo un energúmeno cuando en posición de “embarazada”, introducía un doloroso aparato mecánico por el ano.
La biopsia salió hasta tres veces negativa aunque el PSA seguía siendo muy alto. El paciente tuvo que recurrir a la medicina privada y costearse una prueba analítica que le confirmarse que padecía un tumor prostático. Otro club. El club del cáncer. El trauma psicológico. “Tú vida será distinta, perderás mucha calidad sexual.”
El paciente parecía muy valeroso y durante la espera del veredicto, que podía ser mortal, se comportó con un exquisito desprecio por la vida. Estaba citado con el analista, en una ciudad vecina, el viernes a las cinco de la tarde.
Ése era el instante supremo y se preparó a conciencia. Leyó a Bergson, a Cámus, pensó en los atardeceres en la playa de aquella isla mediterránea o cuando olía caer el azahar, la flor del naranjo, en los árboles de abril del patio de su colegio de niño. Vio una célebre torre andalucí por la ventana de la sala de espera y se dispuso a lo peor.
Que llegó. En forma de informe de biopsia o colina de oscura nieve.
La heroica de la vida habían sido la lucha política y los placeres: el verano, las playas, el cine, el sexo. Y las asambleas, las reuniones clandestinas y la redacción de octavillas llamando a huelgas. Pero la cuenta atrás había comenzado.  Un nuevo club podía esperarle en aquella consulta, donde el análisis la esperaba en un sobre cerrado.
Era feria en la ciudad de la manzanilla y la vida que se tira al río. Decidió abrir el sobre que iba destinado confidencialmente a un experto urólogo. Y lo adivinó antes de leerlo. Aquel objeto interno, donde se fraguan el amor y la pasión debía ser rebanado hasta la raíz.
Abandonó la clínica, salió a la calle, se olvidó del informe y buscó una taberna.  Pidió un medio completo de Moriles y, degustándolo a sorbos cortos, se puso radiante.  Sólo se puso a llorar cuando desde una radio de la vecindad, comenzó a sonar la canción Yesterday.

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