domingo, 8 de marzo de 2015

El carnet de pobre





A un ministro de un extraño país se le ha ocurrido la idea de crear una especie de certificado o “carnet de pobre”.  El ministro, que multiplicó por cinco el valor real del alquiler de un local de su alcaldía, cuando era regidor de un templo de la corrupción y el amiguismo, no duerme todavía a la sombra.

El post liberalismo, sabedor de que va ganando la lucha de clases, quiere institucionalizar todo: los pobres con carnet, como los defraudadores, los que especulan con el hambre y la vivienda, los que duermen en bancos de la calle, los que duermen sus crecidas fortunas en bancos de Suiza…

Todos debidamente documentados. En el horizonte habrá una inmensa mayoría de desharrapados y una minoría de “demócratas” de la exclusividad y amantes del codillo de cerdo.

Disculpe el señor, dice Serrat:
“ No piden limosnas, no... /Ni venden alfombras de lana/tampoco elefantes de ébano. /Son pobres que no tienen nada de nada.”

La miseria golpea la blindadas murallas de Occidente y la Guardia Civil no reparte caramelos, mientras los políticos de oficio juegan a Candy Crush o la perejila y hacen del paro, el hambre o el desahucio forzoso un estribillo malva para repetir en sus cansinos mítines de campaña –a los que sólo acuden y escuchan ellos- .

“¿Quiere que les diga que el señor salió...?
¿Que vuelvan mañana, en horas de visita...?
¿O mejor les digo como el señor dice:
«Santa Rita, Rita, Rita,
lo que se da, no se quita...»?

El terrorífico espectáculo de un ex portavoz parlamentario de un partido –o partía- que gobierna y que paga, a tocateja, medio millón de euros, de un “despiste” anterior, que se inventa una acreditación para su pobreza mental y la física de la mendicidad que crea.

 “Hoy, no le toca comer a usted, que ya comió ayer, según dicen en su carnet.”


 Y así. Santa Rita, santa Rita. 

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