lunes, 30 de junio de 2014

“Lo llaman democracia y no lo es”




El pueblo lo canta en sus manifestaciones y responde a una profunda percepción y realidad. Nos hablan de “valores democráticos” y de “nuestra democracia” y tenemos un poder político secuestrado y plegado a los intereses económicos de las élites mundiales. El Gobierno carece de autonomía y obedece, ciegamente, lo que le dictan los poderes fácticos y el capitalismo  internacional.

 No hay separación de poderes, el poder legislativo nace de partidos corruptos, financiados ilegalmente y sometido a los intereses de las corporaciones que los sufragan. Los contratos públicos son falsos, adjudicados como pago a favores previos y extorsionan la realidad y sus intereses,  al alza.

El poder judicial es una prolongación del político. Tiene características de “casta”, anclada ideológicamente en regímenes anteriores y adulteran la ley y su aplicación en su exclusivo beneficio.

La defensa del interés público está encomendada a servidores y lacayos de los grandes corrutos y delincuentes a los que los fiscales sirven con absoluta preferencia.

El fraude y la evasión fiscal son inconmensurables, las grandes corporaciones no sólo no tributan sino que evaden y burlan, al pueblo y a sus necesidades.

Las libertades y derechos públicos están en franca regresión. Las libertades de reunión, manifestación, asociación y huelga son sometidas a trabas,  arbitrariedades y son objeto de ataques mediáticos y perseguidos sus intérpretes policial y judicialmente.

El pueblo percibe una sensación doble de delito e impunidad.  La banca y los banqueros han arruinado al país y apenas hay media docena de sumarios abiertos y una presunción de participar en un piquete de huelga es sancionada con tres años de cárcel. Hay trescientos sumarios abiertos por participar en la última huelga general y la quiebra y desamortización de la totalidad de las cajas de ahorro no ha pasado de dos semanas en la cárcel para uno de sus responsables.

Seis millones de parados y trescientos mil desahucios al año no han merecido ni una ocupación burocrática de teóricos “defensores del pueblo” y otros trescientos políticos imputados que continúan en el desempeño de sus cargos.

No, “lo” que tenemos no es democracia, sino su coartada y remedo. Una cruel y sangrienta parodia y engaño, que permite y alienta la explotación y el robo conjunto y al alimón del Estado y de una minoría, de una casta de privilegiados, heredera y sucesora de los que secularmente han venido detentando el poder y el control político.

Se han mixtificado democracia y delincuencia, y nos gobiernan no los demócratas, sino los delincuentes.



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