miércoles, 8 de mayo de 2013

El espíritu de los Patios cordobeses


Hoy se inicia en Córdoba una nueva edición del Concurso Municipal de Patios tras la declaración, el pasado 6 de diciembre, del título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, concedido por la Unesco.

52 patios entran en concurso, a los que hay que añadir otros 12, que se exponen pero que no participan en el mismo. 

Durante los próximos diez días una auténtica muchedumbre convertirá los 64 recintos en una singular manifestación cultural, estética y medioambiental y los dos fines de semana que abarca el certamen en una oleada de visitas a la ciudad, habiéndose agotado, a pesar de ser 170.000, los pases concertados de visita, distribuidos en seis zonas y tres categorías.

Urge decir por mi parte que “los patios” son mucho más que un “concurso” y que en realidad el éxito de esta centenaria manifestación radica en su “espíritu”.

Espíritu que consiste en ser un exponente de una forma de vivir, de una filosofía y de un respeto reverencial por la naturaleza, las plantas y las flores.

Generaciones de cordobeses han desarrollado en estos templos de la maceta y la flor un peculiar, sosegado y equilibrado ejercicio de vida y han sido el refugio para sobreponerse a la miseria, el conservadurismo a ultranza y el sentido clasicista de las capas adineradas de la ciudad y la región.

Los patios de Córdoba retratan a sus habitantes, que prefieren rodearse de flores, tranquilidad y frescura para encarar la dura realidad de nuestro tiempo y convertir en íntimo un universo hostil.

Frente a la manipulación folclorista y conservadora, el “patio de vecinos” cordobés supera al llamado “señorial”, paraíso cerrado para pocos, y el sentido comunal, de compartición de un espacio, da una dimensión colectiva y social a la convivencia.

Los Patios, su fiesta, quedan al margen de los vaivenes políticos de la ciudad, ahora regida por una mayoría conservadora, tan demagoga como incompetente, porque en la esencia de esta manifestación, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en su “espíritu”, está una sabiduría tan antigua como la que anima los modernos postulados de sostenibilidad y ecología.

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