martes, 28 de abril de 2015

El Estado




Dice Manuel Vicent que “el Estado lo constituyen unos edificios de mármol, unas vestiduras sagradas, unas palabras solemnes, unas ceremonias protocolarias, unos crímenes abstractos. Estos cinco elementos, que son esencialmente huecos, están ocupados por personas concretas, con sus pasiones vulgares”.

Sin tratar de enmendarle la plana al maestro valenciano se podría decir que, ahora mismo, el Estado es una ciénaga, una asociación de malhechores, un enorme gasto inútil, mil carcamales con trauma de patriotas y  una corrupción infinita.

Puestas así las cosas tendríamos que convenir que el famoso “Contrato Social” que describió Juan Jacobo Rousseau, aquella cesión de derechos y libertades a cambio de “gozar” de una convivencia organizada, está siendo incumplido rigurosamente.

La columna fundamental del Estado se apoya sobre el cieno. De esta manera se entiende que el mismo Fiscal General de esta cosa, que no aprecia ningún delito fiscal ni administrativo en las cuentas y cajas B del PP, pida ocho años de cárcel para una persona a la que se acusa, nada más y nada menos, que de formar parte de un piquete en una huelga general que pretendía defenderse del arrasamiento, también general, de derechos y garantías que suponía la denominada “reforma laboral”.

La ilusión del Estado se disipa y todos los símbolos pierden su poder. El Estado queda desnudo ante sus propios mármoles y los crímenes contra la razón que antes eran abstractos toman nombres y apellidos. Y detrás de las togas se les ve ya la cara a los bribones, a los delincuentes comunes.  Todas sus miserias quedan a la intemperie.

Ministros, banqueros, diputados, asesores, mordidas, incompatibilidades compatibles, amantes y coches oficiales…forman entonces un magma: la casta. Entiendo que muy definida y nombrada.

La casta ha arruinado al Estado, al país y al contrato social. Prefiero la república independiente de mi casa a sus mil veces alabado “estado de Derecho”, que es una bagatela ruin, que sólo sirve a los financieros del dinero gordo, a los comensales de ollas y tertulias ajenas para contagiarnos de bilis y de insomnios.


No tengo la menor esperanza de que se recomponga la ilusión espiritual del Estado y me vengo insultando a boca llena a esos espectros que aparecen en la pantalla de mi televisor y que coinciden con nombres y apellidos de tiburones. Escualos en forma de presidentes, ministros, diputados y senadores que celebran sus atracos en restaurantes de cinco cuchillos. 

Ellos no usan tenedores. 

lunes, 27 de abril de 2015

Cartelera de películas imaginarias para personas casi imaginarias





Mariano Rajoy:                La Lola se va a los Puertos, la Isla se queda sola.
Felipe de Borbón:            La senda de los elefantes
Rodrigo Rato:                  Los ladrones van a la oficina
Pablo Iglesias:                  El violinista en el tejado
Cristóbal Montoro:           Nosferatu, el vampiro.
Pedro Sánchez:                Alien, El octavo pasajero
Artur Más:                        20.000 millones de pujolets submarinos
Felipe González:              El hombre que susurraba a los fascistas
Jordi Pujol:                       El séptimo enanito (en Andorra)
Albert Rivera:                   La naranja mecánica
José María Aznar:            Charlot y su puta madre
Cayo Lara:                       ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Francisco Camps:            El Padrino
José Luis R. Zapatero:     Bamby, cuando era tonto
Ignacio González:            Sombras de sospecha
Francisco Granados:        Atraco ferpecto
Baltasar Garzón:              ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Génova, calle
Miguel A. Aguilar:           Bob esponja
Dolores de Cospedal:       El saqueo de Roma (en diferido)
Susana Díaz:                     Juro que nunca más seré hija de fontanero
Luis Bárcenas:                  En busca del arca perdida
Francisco Marhuenda:     ¿Por quién doblan las campanas, Mariano?
Eduardo Inda:                   Tócala otra vez, Pedro Jota
Alberto Garzón:               Matar a un ruiseñor
José Bono:                        Cara al sol con la camisa nueva
Soraya Sáenz:                   Las muñecas de Famosa se dirigen al portal
Manuel Chaves:                Uno de los nuestros
Julio Anguita:                    Espartaco
Luis de Guindos:              Chiquito de la Calzada, El fistro de la economía.
Alberto R. Gallardón:       Como sobrevivir a una despedida
Elpidio Silva:                    Alguien voló sobre el nido del cuco
Ana Mato:                         Cariño, hay un Jaguars en el garaje
Rosa Díez:                        Apocalipse  Now
Fátima Báñez:                   Rocío, ay mi Rocío
Federico Trillo:                 Harry el sucio
Martínez Pujalte:              Un gánster para un informe
Jauma Mata:                     El robobo de la jojoya
Ana Botella:                     El oso, el madroño y  la tonta del bote
J.A. Griñán:                     Viaje al centro de los ERES
Celia Villalobos:              La gata sobre el tejado del Congreso
Rosa Aguilar:                   Cariño, me he pasado al PSOE
Rouco Varela :                 Scarface
Alicia S. Camacho:          Cariño, he agrandado la grabadora
Esperanza Aguirre:         El regreso de la momia
Rita Barberá:                   Más dura será la caída de la albóndiga (al caloret)
Juan Carlos de Borbón:  Hay una alemana en mi cama
Iñaki Urdangarín:            Lo  que el yerno se llevó

domingo, 26 de abril de 2015

Romance del presidente que no se sentía “compelido”

Si un partido navega en mar convulso de corrupción, si tesoreros, gerentes y empleados son imputados, su presidente no se siente “compelido”.

Si un juez les acusa de financiación irregular, de contabilidad en “B”, de obras en sus sedes  financiadas en negro, su presidente no se siente “compelido”.

Si a un tesorero le aparecen unas indignantes cuentas en un banco suizo, si a un secretario general de una formación territorial lo encarcelan por una amplia trama de corrupción y sobornos con cuentas corrientes en el mismo país, su presidente no se siente “compelido”.

Si se hace un registro judicial en la sede principal de su partido por el que el juez le acusa de “falta de colaboración con la Justicia”, si unos discos duros donde puede haber información comprometedora para una investigación aparecen rotos o formateados al cero, su presidente no se siente “compelido”.

Si una amplia trama de financiaciones y contrataciones irregulares origina uno de los mayores sumarios y casos judiciales existentes, con casi 400 imputados, su presidente no se siente “compelido”.

Si una ex ministra es acusada de “partícipe a título lucrativo” de una espectacular trama de corrupción y fraude, si se trata de acusar a una enfermera voluntaria como responsable de la propagación de una peste mortal, su presidente no siente “compelido”.

Si 170 alcaldes o concejales de su partido están procesados o condenados por casos de prevaricación, soborno o anomalías urbanísticas, su presidente no se siente “compelido”.

Si un presidente regional al que puso como ejemplo de “gobierno” es encarcelado por uno de los 32 casos judiciales que tiene pendientes, si el 20 por ciento de los diputados de una comunidad a la que también puso como ejemplo están imputados, procesados o condenados, su presidente no se siente “compelido”

Si un ministro en ejercicio promulga una amplia amnistía fiscal que permite, tolera y premia una evasión fiscal de 124.000 millones de euros y les impone un ridículo “tres por ciento” de impuesto frente a un aumento generalizado del IVA  y las rentas del trabajo, su presidente no se siente “compelido”.

Si un ex vicepresidente de Gobierno, de su mismo partido, es detenido una tarde y acusado de blanqueo de dinero, alzamiento de bienes y evasión fiscal, acogerse a una fraudulenta amnistía fiscal, si tiene 77 cuentas bancarias en 17 países distintos, si cuatro de sus siete empresas se constituyeron ilegalmente cuando ejercía importantes tareas de gobierno, su presidente no se siente “compelido”.

Si todas estas circunstancias hacen que el presidente de este partido, siga siendo, además, el presidente de todo un país empobrecido, expoliado y saqueado, con una lamentable pérdida de derechos y calidad de su convivencia y democracia es porque el no “compelido” solo gobierna al servicio de sus narices. O barbas.


miércoles, 22 de abril de 2015

Versión de "Maldigo del alto cielo" de Violeta Parra





Maldigo del alto cielo
este ministro pendejo
maldigo las amnistías
fiscales de los corruptos,
maldigo del bajo suelo
este gobierno fascista
maldigo todas sus listas
porque nos roban el fuego,
maldigo los estatutos
de estos gobernantes putos
ladrones de guantes blancos,
cuánto será mi dolor.

Maldigo sus comisiones
de los banqueros ladrones
maldigo sus sobresueldos
sus recortes y sillones
también “su” paz y “su” guerra,
A Franco maldigo hoy
y también al tal Rajoy
porque mi pueblo está muerto,
maldigo todo lo incierto
lo falso con lo dudoso,
cuánto será mi dolor.

Maldigo yo a ese partido
que se refugia en sus cajas
y rompe los discos duros
yo lo maldigo de veras;
su mayoría pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto.
Maldigo el gobierno entero
Y al presidente embustero,
maldigo beato y santo,
cuánto será mi dolor.

Maldigo a la solitaria
figura de su bandera,
maldigo cualquier emblema, 
de gaviotas en vuelo
el trino de su canaria,
sus carnets y sus peinetas  
su tierra y todas sus grietas
porque me aqueja Montoro
maldigo su falso oro
sus palabras y sus tretas,
cuánto será mi dolor.

Maldigo su vasallaje  
de banqueros y reyes tuertos
maldigo muerto por muerto
y al Camps metido en su traje,
la Cospe con su plumaje
yo la maldigo a porfía,
a Rouco y  sus  sacristías
porque nos causan dolor  
yo maldigo el porcentaje  
de su puta mayoría
cuánto será mi dolor.

Maldigo por fin lo blanco,
lo negro con lo amarillo,
obispos y monaguillos,
ministros y predicandos
yo los maldigo llorando;
que los hagan prisioneros
por engañar y mentir  
les pongo mi maldición
en griego y en español,
de un partido  traicionero,

cuánto será mi dolor.

martes, 21 de abril de 2015

Un cortijo llamado Andalucía




Al final de la década de los setenta del pasado siglo se situaron en el poder. Acreditaban “cinco” años de cómoda clandestinidad, tres chaquetas de pana, una cazadora anfetamínica, el apoyo de la socialdemocracia alemana y un “intelectual” de lomos de libros.

Captaron a medio millar de verticalistas aburridos, dos despachos laboralistas de principiantes de derecho, grandes dosis de cinismo y formaron un partido y un sindicato. “Históricos” y “socialistas”.  Ambos.

Con toda esta tropa oliendo las esencias del poder y sus derivados, ganaron las elecciones. Y aquí me las den todas.

Con esta cutre estética política cayeron en aluvión sobre Andalucía. De primeras hasta se hicieron “andalucistas”. Cantaban el himno, iban a la carretera de Carmona a conmemorar un fusilamiento y citaban a Díaz del Moral.

Hasta que hicieron dimitir a un presidente, hablaban de “reforma agraria” y crearon el IRYDA. Hasta ahí llegaron las aguas.  Porque le dieron el título de “hija predilecta” a una duquesa terrateniente y pasaron a situarse en todas las consejerías, direcciones generales y delegaciones provinciales donde se movían ayudas, subvenciones e intereses lógicos de “o nos votáis o quedáis sin empleo y en la puta calle/paro”.

Bastantes hicieron lo que Juan Guerra llamó “su montoncito”, pero presumían de “honestidad” y “honradez”. Cien años, nada menos.

¿Qué que pasaba en Sevilla, capital de Sevilla?  Que había una acumulación histérica de socialistos –digo socialistas-  recién llegados.  Se compraban su chalet adosado en el Aljarafe y vendían por tres veces su valor de mercado cualquier servicio que le prestaran a la “Junta”. Era el andalucismo de etiqueta. Al final, la naturaleza y la moral siempre coinciden: se pusieron como locos a bailar sevillanas enseñando el Rolex de oro en la muñeca.

Les interesaba más el índice Dow Jones que el marxismo y acabaron tirándolo por la borda felipera y cuando el volumen de beneficio se media en “pellones”. Se forraron con el AVE y una Expo y se “lo” llevaron calentito en el doble fondo de la bragueta.

Todo les pareció tan normal y tan impune que se inventaron una nueva filosofía: la del “consejillo”. Empezaron a subvencionar la idiotez y jubilaron, en fraude y con el dinero público hasta el suegro de Jesulín. Tú no ERES más que yo, le decían a la derecha.  Y entre conseguidores del sindicalismo chupón, juergas con droga, prostitutas y mariscadas en feria llegaron a creerse que la propiedad del cortijo era a perpetuidad.

Por lo pronto los “cautivos” de la Andalucía rural los siguen votando en masa y las urnas siguen dejando en la presidencia a cualquier mediocre estudiante de derecho –a diez años la licenciatura- que diga que “los andaluces son lo primero”.


¡Y lo que te rondaré morena!

sábado, 18 de abril de 2015

Romance de la pérdida de Fraga




Paseábase Rajoy — por la Moncloa cerrada
Ahora que llama a la Cospe  — ahora consulta a Soraya
                —¡Ay de mi Fraga—

Cartas le fueron venidas — que Génova era registrada
Las cartas echó en el fuego — y al buen juez le perjurara
                —¡Ay de mi Fraga!—

Descabalga de una mula (Soraya), — y en un caballo cabalga (Montoro);
por Plaza Castilla arriba — los juzgados que le llaman
               —¡Ay de mi Fraga!—

Como en las Cortes estuvo, — al mismo punto mandaba
que se hagan amnistías, — fiscales y reguladas
                —¡Ay de mi Fraga!—

Y que las cajas en B— apriesa cierra la tapa,
porque lo oigan los otros, — opositores de llama
                —¡Ay de mi Fraga!—

La oposición que lo oyó— que el disco duro quebraba
uno a uno y dos a dos — al juez Ruz se lo chivara
                —¡Ay de mi Fraga!—

Allí fabló un tesorero, — de esta manera fablara:
—¿Para qué nos llamas presi— para qué es esta llamada?
                —¡Ay de mi Fraga!—

—Habéis de saber, amigos, — una nueva desdichada:
que ya han pillado al Rodrigo — ya han registrado su casa.
               —¡Ay de mi Fraga!—

Allí fabló un tal De Guindos— experto ya en las quebradas
—Bien se te emplea, Rajoy — Rajoy bien se te empleara.
                —¡Ay de mi Fraga!—

Confiaste en “El Cabrón”, — que a Suiza se llevaba
la mitad las donaciones  — que nos daban de soldada
               —¡Ay de mi Fraga!—

Por eso mereces tú — una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el PP — y entreguemos la cuchara
                —¡Ay de mi Fraga!—



viernes, 17 de abril de 2015

El país en el que todos se convirtieron en ratas (cuento)



Erase un país donde después de un proceso no muy largo todos se convirtieron en ratas. A algunos sólo les bastó transmutar una sola letra de su apellido.  Otros ya habían nacido con esa condición, de nueva planta.

El país fue gobernado por un rey mujeriego, rijoso y ladrón, que llegó al trono “más tieso que las estacas” y abdicó con un “montoncito” de muchos miles. Una fortunita hecha por encargo a amigos y banqueros poderosos, desde la “hermandad” (y las comisiones) con sátrapas, dictadores y pachás tardo-medievales.

Su hijo, heredero del juego de tronos, no le iba a la zaga en cuanto a la afición al pubis ajeno, entroncada en la más rancia tradición familiar, y la reina, consorte, era muy aficionada a la anorexia y  a empinar el codo.

El país había sufrido dos atrocidades históricas y en el tiempo: una guerra civil y una feroz dictadura del bando ganador durante cuarenta años.

Cuando el sátrapa estiró la pata, en un proceso esclerótico-frustrante, todos se confabularon para decir que “viva la transición” y las libertades constitucionales. Pero era mentira, una (la transición, por más señas “política”)  fue un cuento chino y la otra (la constitución) fue como mojar un periódico con el agua de un botijo. Entre otras humoradas hablaba del “derecho a una vivienda y un trabajo digno”. Las risas todavía se oyen en Sebastopol (antes Crimea).

En ese país tuvieron varios presidentes y varios gobiernos, en un lecho de babosas, dicen que “democráticos”. Uno de sus presidentes vive ahora, convertido en lechón, con un yate anclado en el Caribe, fumando puros, “girando la puerta” y cobrando sabrosas minutas de abogado y defensor de multimillonarios bananeros. Otro, iluminado por Dios, por las comisiones por venta de armas y el imperio de sus mentiras, como la búsqueda interesada de “armas de destrucción masiva” y las subvenciones estatales a una fundación con el führer  como modelo.  Sin darse cuenta que la peor arma de destrucción de mentes y dignidades es él mismo. Y su bigote. Ahora  se dedica a mover hilos ocultos para salvar a amigos de pupitre de las penas de cárcel. Y a lo mejor en el futuro tiene que hacer un viaje forzoso a La Haya.

El país lo gobernaron como en una ruleta rusa dos partidos muy parecidos. En realidad, uno solo, o chorizo al vino. Cada uno se hizo su “montoncito” y tenía su nómina de ratas, ratoncitos y gánsteres.
Tenía, este país o ratonera,  el “mejor ministro de Economía” del planeta que, para empezar, no era ni economista y que una tarde de abril lo vimos con la nunca empujada por un policía hacía el interior de un furgón donde le esperaban el fraude, el blanqueo de capitales y el alzamiento de bienes.

También tenía el mejor “banquero de mundo, Suiza y alrededores”. Un bulldog con tirantes experto en las mismas letanías que el “mejor ministro”.

Tenían todo “lo mejor” y acabaron con todo “lo peor”. Metidos en una ratonera.

Un día, apareció un “barbudo trotón” enseñando a los ciudadanos un gran queso. Era un queso de bola diseñado con las palabras “recuperación, empleo, crecimiento”. Se las dio a todo con queso. Era la gran trampa.

Cuando los ciudadanos comieron y votaron en las urnas de aquel queso, inmediatamente, se convirtieron, todos, en ratas. Y los dueños de aquella gran ratonera se llamaban: FMI, Ángela y Corrupción infinita.

Y, entonces, a los lejos, empezó a sonar una flauta. Y algunos acertaron a ver a un mago, que rodeado de ratas, en formas de votantes, se dirigía a un acantilado llamado: Mayoría Absoluta.


Y, colorín, colorado, este cuento apenas ha empezado.