martes, 21 de abril de 2015

Un cortijo llamado Andalucía




Al final de la década de los setenta del pasado siglo se situaron en el poder. Acreditaban “cinco” años de cómoda clandestinidad, tres chaquetas de pana, una cazadora anfetamínica, el apoyo de la socialdemocracia alemana y un “intelectual” de lomos de libros.

Captaron a medio millar de verticalistas aburridos, dos despachos laboralistas de principiantes de derecho, grandes dosis de cinismo y formaron un partido y un sindicato. “Históricos” y “socialistas”.  Ambos.

Con toda esta tropa oliendo las esencias del poder y sus derivados, ganaron las elecciones. Y aquí me las den todas.

Con esta cutre estética política cayeron en aluvión sobre Andalucía. De primeras hasta se hicieron “andalucistas”. Cantaban el himno, iban a la carretera de Carmona a conmemorar un fusilamiento y citaban a Díaz del Moral.

Hasta que hicieron dimitir a un presidente, hablaban de “reforma agraria” y crearon el IRYDA. Hasta ahí llegaron las aguas.  Porque le dieron el título de “hija predilecta” a una duquesa terrateniente y pasaron a situarse en todas las consejerías, direcciones generales y delegaciones provinciales donde se movían ayudas, subvenciones e intereses lógicos de “o nos votáis o quedáis sin empleo y en la puta calle/paro”.

Bastantes hicieron lo que Juan Guerra llamó “su montoncito”, pero presumían de “honestidad” y “honradez”. Cien años, nada menos.

¿Qué que pasaba en Sevilla, capital de Sevilla?  Que había una acumulación histérica de socialistos –digo socialistas-  recién llegados.  Se compraban su chalet adosado en el Aljarafe y vendían por tres veces su valor de mercado cualquier servicio que le prestaran a la “Junta”. Era el andalucismo de etiqueta. Al final, la naturaleza y la moral siempre coinciden: se pusieron como locos a bailar sevillanas enseñando el Rolex de oro en la muñeca.

Les interesaba más el índice Dow Jones que el marxismo y acabaron tirándolo por la borda felipera y cuando el volumen de beneficio se media en “pellones”. Se forraron con el AVE y una Expo y se “lo” llevaron calentito en el doble fondo de la bragueta.

Todo les pareció tan normal y tan impune que se inventaron una nueva filosofía: la del “consejillo”. Empezaron a subvencionar la idiotez y jubilaron, en fraude y con el dinero público hasta el suegro de Jesulín. Tú no ERES más que yo, le decían a la derecha.  Y entre conseguidores del sindicalismo chupón, juergas con droga, prostitutas y mariscadas en feria llegaron a creerse que la propiedad del cortijo era a perpetuidad.

Por lo pronto los “cautivos” de la Andalucía rural los siguen votando en masa y las urnas siguen dejando en la presidencia a cualquier mediocre estudiante de derecho –a diez años la licenciatura- que diga que “los andaluces son lo primero”.


¡Y lo que te rondaré morena!

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