TÓXICOS
Hace mil años –yo tenía 14- empecé a trabajar en una empresa
multinacional. En un taller de máquinas herramientas. Había una sección que se
dedicada a dar tratamientos térmicos a los abundantes aceros que había por
allí. Se empleaban unos hornos que alcanzaban
altísimas temperaturas y unas sales especiales, casi todas con base en
cianuro. Todas, altamente tóxicas.
Ahora la palabra se ha puesto de moda para referirse a las
personas. Nuestra sociedad civil –no digamos la clase gobernante- está
infectada con ese adorno esotérico del veneno.
Cualquiera de las personas, incluso familiares, puede
resultar “tóxica”. El veneno ha sido un río oscuro que ha atravesado los siglos
adaptándose a la maldad y a la imaginación humana. El cianuro era el monarca
rápido de los tóxicos. Ahora hay algunas que son aún más rápidas. Yo conozco a
alguien de lo más normal, que, por ejemplo, te aparece inocentemente en una red
social, que la tocas, y te quedas “tóxico” para toda la vida.
No hay, pues, despojo de amiga, de emérito, de prócer, de
socialdemócrata, de amante o de “artista” de Tele5 que no sea realmente “tóxico”.
En la Florencia clásica el veneno acompañaba a todo, en
realidad como ahora. Te echas una amiga por Facebook y resulta lo más venenoso
que te puedas echar a la cara. Te hackea, por ejemplo, hasta la última aplicación
que tengas en tu ordenador, te abre tu teléfono por donde nadie espera y te
saca el último “hola” que le hayas dicho a una amiga, para utilizarlo ella en
tu contra, naturalmente.
Su “amistad” contiene más ponzoña que el que late en la
bolsa que las cobras llevan debajo de la lengua.
El final de este festín es para entrar en la melancolía.
Puede ser como el “gordo” de Navidad, en sentido contrario, que en el bombo de
la suerte te toque una tóxica de estas.
Te arruina no solo la vida sino también la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario