Vivimos una larga estación de
políticos indecentes, de mediocres mentales que se creen celebridades porque
han eludido dimitir tras un centenar de robos de dinero público o de
sospechosos líderes inflados como globos por el IBEX, los mercados o por el
coño la Bernarda.
El autor del argumentario diario del
PP se pasó de frenada cuando valoró inicialmente la huelga feminista del 8-M y
la atribuyó a una “convocatoria de Pablo Iglesias”. Que se hacía en 177 países.
Cuando quiso rectificar, los “leones sordos” de su partido ya se estaban
comiendo a los músicos: huelga pija, elitista, que enfrenta a los sexos y a las
mujeres contra las mujeres.
Los mediocres asesores de
Ciudadanos –que en realidad sólo sabe “nadar” contra Cataluña- se ahogaron en el
vaso de agua que pretendía defender las bondades del “capitalismo” que financia
sus fuegos artificiales de desahuciadores abstractos y cuando quisieron
acordar, seis millones de huelguistas se asomaban a los tajos semivacíos y a
las calles llenas.
A pesar de Maroto, de Cifuentes y
García Tejerina, con sus huelgas japonesas de un desayuno en el Ritz, Rajoy
salió ayer con su lazo morado –torcido- en la solapa, convertido por un arte de
indecencia pública en reparador ardoroso de brechas sociales.
Albert Rivera ha ido más lejos.
Se ha autoproclamado para “liderar” transversalmente todo el feminismo que se
movilizó ayer y que recibió con abucheos a las dos únicas feministas de ocasión
de su partido o partía que acudieron anoche a una de las cientos de
manifestaciones.
Conseguida esta obra de arte del
camaleonismo todos se afanan ya de cara a las próximas –y teledirigidas-
elecciones. Sin esfuerzo mayor. Es decir que no se han ido al infierno ni a
tomar por culo, que es donde deberían haberse ido.
En este país está ya todo tan
podrido que no se nota la incoherencia de cambiar de opinión en dos semanas, de
bañarse en mediocridad evolutiva o de pegarse indefinidamente en el cargo, en
la dieta o en el sillón.
Decía Manuel Vicent que su
patriotismo se limitaba a desear encontrarse un bar limpio, sin cáscaras de
mejillón en el suelo. Yo no soy
patriota, sólo ciudadano del mundo y a lo máximo que aspiro es a que mi
cisterna funcione adecuadamente. Es
decir que pueda tirar de ella cada vez que huelo mal.
Esa es la hazaña de hoy.
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