lunes, 19 de septiembre de 2016

El País de los hijos de la Gran... Mentira







Aquel país estaba poseído por la mentira. En realidad, esta,  ostentaba la Jefatura del Estado y era la sede de la Soberanía Popular. Todo era mentira.

Era mentira su forma de Gobierno. Una monarquía que había detentado uno de los mayores corruptos de la historia. Mujeriego, borracho, hijo, nieto y padre de mujeriegos y borrachos, había acumulado una fortuna fabulosa a base del cobro de comisiones y favores en todo tipo de contratos, con dictadores y corruptos de todo el planeta.

Era mentira su loada Constitución, que no respetaba ni cumplía uno solo de sus principios inspiradores. Había millones y millones de ciudadanos sin trabajo y sin acceso a una vivienda digna y a los pocos que la tenían se les desahuciaba por un quítame allá un plazo de hipoteca, por parte de unos bancos y unos  banqueros que se jactaban de no devolver los generosos y multimillonarios préstamos para financiar sus agujeros especulativos que la mentirosa autoridad arrancaba, a base de recortes, mordazas, leyes impuestas y  estacazos en las costillas de los ciudadanos. 

Eran mentira sus partidos mayoritarios y sus dirigentes,  los históricos y los actuales. Mentira su realidad social, mentira su democracia interna, mentira su bi-partidismo impuesto por los poderes fácticos y por sus mentirosos medios de comunicación, mentira su transición, llamada mentirosamente “democrática”, cuando había sido impuesta y a medida de los intereses de naciones predominantes y empresas multinacionales.

Era mentira su Justicia, incrustada hasta la médula de elementos procedentes y herederos de la pasada dictadura. Eran mentira sus fiscales, sometidos borreguilmente al gobierno de la Oligarquías, la visible y la oculta.  Eran mentira sus procesos y autos judiciales, sus investigaciones y su mentirosa lucha contra la corrupción, de la que dependían y cobraban. 

Eran mentira sus autonomías y descentralizaciones, corsé insuficiente para las nacionalidades culturales e históricas, “café para todos” acordado en uno de los momentos más mentirosos de su mentirosa historia. 

Era mentira su Iglesia, sus cardenales, obispos y curas, sostenidos onerosamente por el erario público, defensores cerriles de las distintas Oligarquías a punto de Guerra Civil, con un  mentiroso compromiso con la Justicia Social definido en la práctica por una escuálida “Caridad” que ni siquiera financiaban. 

Era mentira su Ejército, refugio de involucionista e inútiles, último baluarte contra toda amenaza de progreso real. Sus Fuerzas Armadas y de Orden Público, al servicio último de los amos, mentirosos, del país.

Era mentira su prensa, escrita, televisiva o radiofónica, controlada por los mentirosos banqueros, integrantes activos de los defraudadores de impuestos, evasores a paraísos fiscales y beneficiarios de amnistías que gobernaban el país a la sombra y el sol. 

Eran la “mentira pura” sus presidentes y expresidentes de Gobierno, concreción infecta y corrosiva de toda idea de pureza democrática y decencia personal. 

Eran mentira sus ministros, alcaldes, concejales, artistas, folclóricos y panderetas, deportistas y maletines, toreros y manolas, cabras y campanarios, cajas tontas y telebasuras. 

Eran mentira todas las infinitas imágenes del inmenso cristal de sus mentiras rotas. 

Era mentira hasta el aire. No se respiraba, se tragaba.

Era un país de hijos de la Gran… Mentira

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