viernes, 18 de abril de 2014

Una santa semana


La vida sólo podrá terminar felizmente cuando los curas, canónigos y el obispo de Córdoba comprueben que su “Santa Catedral, antes Mezquita” es equiparable a los “medios” de Montilla que ponen a escasos metros, en “Casa Pepe de la Judería”.

Hay que ensanchar a Dios y hacerlo equiparable a las tortillas de patatas que prepara Santos frente a la Puerta de Santa Catalina o que el misterio del pan y de los peces es la fórmula de  divinidad que está presente en el rape a lo mozárabe del Caballo Rojo, que está frente a la Puerta del Perdón.

No, no está claro que Dios creara el hombre a su imagen y semejanza, porque te encuentras por ahí a cada Demetrio que tira “p’atrás”.  Y porque hay algunos monos, sin rabo y coronados, que forman la peña de “los amigos del Golfo” en la que algunos rezan a Alá.

Decía Manuel Vicent que “Dios creó el mundo en seis días, y esa prisa se nota”.  Solo hay que mirar las declaraciones de Aznar para darse cuenta de la prisa que se dio. Y cuando hizo a Rajoy el barro no acabó de cocerse del todo.
Tuvo que ser un barro “corrupto” porque andamos de esa guisa, o a lo mejor es que era de un barro en B. La cuestión es que una inmensa mayoría de españolitos pasa más hambre que un caracol en un espejo y otros, una inmensa minoría, se lo llevan calentito y en sobresueldos. Y no es un problema de fe. Lo es de caridad, porque con “la esperanza” es mejor no meterse (si es que la encuentras tras su fuga).

El problema consiste no en que no se crea, sino en que algunos “creen demasiado” y se pasan haciendo pasar penitencia a los demás.  Díganselo sino a Ana Mato, que es legionaria de Cristo y menuda de ostias nos ha dado a los pensionistas.

Por ejemplo, yo tengo una gran creencia. Creo en las torrijas, los jueves y viernes santo, por la tarde, mayormente. Me los tomó junto a unas copitas de “resol”, según la formula montoreña de mi abuela y nos veas la penitencia que hago.


En fin, que estos días son muy difíciles. Pero los campos están entre verdes y morados, y una tarde oyendo el discurrir del agua del Arroyo de Linares tampoco es moco de pavo. 

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