lunes, 28 de abril de 2014

El Frente Nacional

Era un país muy dado a los “frentes”.  A los bastiones, a las adhesiones inquebrantables y a los brazos incorruptos.

Una mañana, por ejemplo, un periódico “progresista” local podía encabezar su, llamémosle “información” -frentismo puro-,  con el alborozado titular del neutral informe de  un ministerio de Hacienda, dirigido  fuera de toda sospecha de manipulación, por un hombre mosca,  o “monte de oro”, a mayor gloria suiza de los defraudadores del frente “patriótico” unido.

 El ministerio, o sardina asada de aquel cortijo, terciaba en una polémica ciudadana dándole la razón, con armas y bagajes, a unos santos varones de sotana y coronilla, que habían hecho un expolio, -como una “catedral”-, a una desgracia de ciudad con  un 45 por ciento de parados y con el mayor  censo de jóvenes expectante  de trabajar como camareros o fregonas de piso de hotel.  Toreando, de capote, a la verdad, la historia y el bien público. El frente “taurino” local.

Al margen, y como celebrándolo, las autoridades, al completo, se reunían en un aquelarre de mediodía, con banderitas, sombreritos de alto standing, toritos simulados y recortadores de cuernos propios y ajenos,  a reírle las gracias a un bufón octogenario, en un pase de modelos de capas de diseño pero no menos horteras, para mofa, befa y escarnio individual y colectivo de la lamentable realidad de las ciudad y gentes que mal gobernaban.  El amor a los alamares y a la sangre de los toros. El frente “taurino” provincial.

Esta era la putrefacta realidad, adobada de catas de vino y cofradías salmorejiles.  En el límite poliédrico del horror infinito, un concejal en activo subía a una tribuna de una institución oficial, sostenida con los irredentos tributos de los desastrados ciudadanos,  a decir sólo una cosa: “Estés donde estés, pide salmorejo cordobés”. Y se bajaba, radiante y sonriente a los asientos del público, entre una salva de aplausos de la paranoia asistente. Toda la concreción intelectual, profesional –cobra 80.000 euros al año- y ética daba para este monumento a la estulticia.  El frente “borrachil” de la ciudad.

La televisión estatal dedicaba los primeros veinte minutos de sus telediarios o atentados informativos a relatar todos los pormenores de la ceremonia de santificación de dos papas, indulgentes, tolerantes y amparadores de cientos de miles de delitos de pederastia. El frente “manipulador” nacional.

El país se desangraba entre la corrupción y el fraude, la evasión y el insulto consciente a miles de desempleados –“no sirven para nada” decían honorables representantes de círculos patronales. El frente “hitleriano” nacional.

Una reina ataviada de blanca  mantilla, acompañada de un rey cojo, tartamudeante y desastroso,  separados en la vida “real”, infieles hasta la extenuación, representaban ante el papado santificante el  vapor perfumado de aquella mierda de familia, país, nación, estado y dirigentes. El podrido “frente monárquico nacional.”

Pero era primavera, el campo vestían sus mejores galas, rojas, moradas y amarillas, los gánsteres copaban los cargos públicos, los bancos nos esquilmaban, la policía nos despelotaba, los partidos nos robaban, los presidentes nos mentían y, en medio de la ciénaga, toda la piara de cerdos formaba el “frente nacional”. O pocilga.

A mayor gloria de su televisión oficial y sus periódicos… “progresistas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario