lunes, 23 de abril de 2012

Inmatriculados: ¡Que Dios se lo pague!


En septiembre de 2010, el profesor de Derecho  Civil de la Universidad de Córdoba, Antonio Manuel Rodríguez, denunciaba en un brillante artículo la inmatriculación o registro a su nombre efectuado por la Iglesia de la Mezquita y Catedral de Córdoba.

Refiriéndose a la Iglesia Católica decía:  “Su último asalto fue la inmatriculación registral de la Mezquita y Catedral de Córdoba, amparada en el artículo 206 de la Ley Hipotecaria, reformado por Aznar con la intención de equiparar a la Iglesia Católica con la Administración pública. Un escándalo monumental que vería hasta un ciego sino fuera porque esta ciudad hace siglos que enfermó de cataratas.”

Anoche, el programa de Jordi Évole, “Salvados”, volvía a incidir en el tema, aunque con carácter general a su incidencia en todo el país.  Quedamos informados que desde 2007 la Iglesia ha registrado a su nombre más de 100.000 propiedades, y no solo lugares de culto, sino santuarios, monasterios, huertas, pisos, casas y hasta viviendas de maestros. Con un simple costo registral de 20 euros por acto y una certificación de un simple deán la Iglesia ha rapiñado y se apropiado para si del mayor patrimonio inmobiliario existente en nuestro país, incluyendo el del Estado.

Estamos ante el mayor latrocinio de la historia de la humanidad, perpetrado, ante nuestras propias narices, en detrimento de nuestro pueblo y con la colaboración necesaria de los poderes públicos. Especialmente de los últimos presidentes,  Aznar y Zapatero.

Una institución que no paga un céntimo en impuestos, que recibe una asignación directa del estado de 10.000 millones de euros anuales, sin atisbo ninguno de reducción o recorte, cuando al mismo tiempo desaparece la sanidad o la educación pública nos atraca con casos especialmente sangrantes, como la de atribuirse inmuebles que los ciudadanos han fabricado, reparado y mantenido hasta el último momento, o que simplemente eran bienes públicos sin registrar.

Somos un país realmente desgraciado. Tenemos la derecha más reaccionaria e incívica que conocen los tiempos y una jerarquía eclesiástica codiciosa, insaciable y voraz, en la que prevalece el poder sobre la gloria,  el oro sobre el valle de lágrimas y la injusticia sobre la caridad.

El portavoz del arzobispado de Navarra lo dejó anoche bien claro: ¡Esta Iglesia es única!

 Como el vellocino de oro, añado yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario