martes, 25 de octubre de 2011

Un pais para idiotas


Vuelven las dos Españas. Un señorito de derechas, Esteban González Pons, portavoz del Partido Popular, ha dicho: “Los españoles tienen clarísimo que no quieren que gane el PSOE (…) porque no hay ningún español tan idiota que quiera continuidad a lo que el PSOE nos ha dado”.  Luego, de mala gana, se ha medio excusado en Twitter.

Resulta muy evidente que “esta media España” hace un secular ejercicio de ignorar a la otra media.  No comparto nada de la práctica del ejercicio del poder del llamado socialismo de nuestra época. El PSOE ha mostrado una falta de consistencia ideológica insuperable y se ha situado como brazo ejecutor del neoliberalismo, pero nunca llamaría “idiotas”  a millones de mis compatriotas.

Tampoco llamaría “idiotas” a los millones de electores que parecen que van a votar al Partido Popular en próximas convocatorias. Un partido con un nefasto programa oculto, pleno de recortes sociales y de retrocesos casi a la prehistoria de la vida en comunidad.  Con su pan se lo coman.

Aun así, creo que los votantes de unos y de otros, de capullos y gaviotas, del bipartidismo que llevan imponiéndonos desde la recalcitrante transición, no hacen un adecuado ejercicio de sus capacidades democráticas. Está bien claro que ambas formaciones se han ganado sobradamente el rechazo y el repudio de las almas libres, con el uso y el abuso de sus mayorías, con los miles de casos de corrupción, con su supeditación a las políticas neoliberales, a los mercados y a la banca internacional.

Vestidos con piel de cordero, nos van a dar el cante en las próximas semanas. Pero su credibilidad está bajo mínimos. Hay un clamor de indignación que no acaba de vertebrarse hacía una formación política que sea capaz de ofrecer algo nuevo y llevar a las instituciones un afán de regeneración que cada día que pasa se hace más imprescindible.

Este país no sería idiota del todo si los mandase, a ambos, a hacer gárgaras. Si no consintiera que esta gente nos venda su averiada mercancía, su pestilente gloria y el insoportable castigo de su presencia en los escaños.

Pero parece que el fondo del mar está lleno de algas. Vivamos (y votemos) como almejas.


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