En una ocasión recibí el encargo
de entrevistar a un personaje poco grato para mí: el arquitecto Santiago
Calatrava.
Contacté con él en su estudio de
Viena, me atendió muy amablemente y aceptó ser entrevistado por teléfono.
Preparé un equipo de grabación e
hice la entrevista. Al terminar, fatalmente, me di cuenta que no había
funcionado el registro y me quedé desolado.
Le conté al director del medio lo
que había ocurrido y me dijo: ¡Invéntatela!
Procuré ser fiel a lo que me había respondido, pero la transcripción que
hice fue de cosecha propia. Desde entonces me di cuenta que se pueden hacer
entrevistas imaginarias. Sólo poniéndose en el papel y la mentalidad del
entrevistado. A esta, de Pablo Iglesias, sólo le ha faltado que fallase la
grabación.
Tras su primer acto de partido en Cataluña a muchos le ha parecido que “se
ha puesto de perfil” ante la problemática allí existente. ¿Qué opinión tiene al
respecto?
-
No estoy de acuerdo que mi actitud haya sido “ponerse
de perfil”. Cataluña está siguiendo un proceso que tiene su origen muchos
siglos atrás. Discutir, debatir o decidir sólo sobre una de las muchas
cuestiones que el sentimiento del pueblo catalán tiene respecto a su status
como nación es simplificar las cosas. Hay que debatir y responder a todas y cada una
de las posibilidades. ¿Dónde? En un proceso constituyente de todos los
ciudadanos del estado español donde se pongan en cuestión todas las cuestiones
mal resueltas de un fraude político llamado “transición”
Sin ambages, ¿deben poder votar o decidir los catalanes?
-
Deberían poder votar no sólo sobre si se
convierten en un estado independiente, cosa que yo no deseo, sino sobre todas
las cuestiones que afectan realmente a su real soberanía. No puede ser que una
cuestión tan importante se resuelva entre los responsables de economía o en una
charla, más o menos amistosa, entre el señor Más y el señor Rajoy.
-
¿Qué diferencia hay entre el “proceso
constituyente” del que usted habla y la “reforma de la Constitución” que
propugna el PSOE?
- Tenemos un ejemplo relativamente reciente de
cómo algunos entiende el concepto “reforma”. En pleno mes de agosto, con
ausencia física de los parlamentarios que estaban de vacaciones, se juntan José
Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy y reforman nada y nada menos el
artículo 135 de la Constitución, que supedita la soberanía y la necesidad del pueblo
español a los intereses de los mercados. ¿Eso es reformar la Constitución? No,
eso es ponerle un candado a la libertad y convertir al ordenamiento jurídico
del país en un pacto de amiguetes.
El PSOE tiene una actitud de
decir “somos de cultura republicana” pero apoyamos, de momento, la monarquía y
la figura del Rey, ¿no le estará pasando a usted y a Podemos algo parecido?
-
No queremos entrar en ese debate-trampa. En el
mismo siempre ganan los de siempre: los corruptos. Lo importante es que los
gobernantes y las formas de gobierno reflejen siempre lo que quiera la mayoría
social. Si una mayoría de ciudadanos deciden, pero no como una cosa
prioritaria, porque no lo es, que quieren ser gobernados por un Rey, lo acataré
y lo acataremos.
También ha resultado
decepcionante que Podemos haya valorado el primer discurso navideño de Felipe
VI como “aceptable”. ¿Qué tiene de aceptable un discurso que repite fielmente
el espíritu y el concepto de un monarca abdicado que celebra en fin de año en
el restaurante más caro de Beverly Hills?
-
Así planteado no tiene nada de aceptable. Lo que
consideramos aceptable es que se invoque una nueva tendencia en la forma de
gobernar, una apertura hacia un cumplimiento universal de la ley y la carencia
de privilegios que algunos quisimos apreciar en este discurso, bastante predecible,
diría yo. Habrá que verificarlo más
adelante.
(Seguirá)