domingo, 4 de enero de 2015

Entrevista imaginaria a un imaginario Pablo Iglesias (2)




En una ocasión recibí el encargo de entrevistar a un personaje poco grato para mí: el arquitecto Santiago Calatrava.
Contacté con él en su estudio de Viena, me atendió muy amablemente y aceptó ser entrevistado por teléfono.
Preparé un equipo de grabación e hice la entrevista. Al terminar, fatalmente, me di cuenta que no había funcionado el registro y me quedé desolado.
Le conté al director del medio lo que había ocurrido y me dijo: ¡Invéntatela!  Procuré ser fiel a lo que me había respondido, pero la transcripción que hice fue de cosecha propia. Desde entonces me di cuenta que se pueden hacer entrevistas imaginarias. Sólo poniéndose en el papel y la mentalidad del entrevistado. A esta, de Pablo Iglesias, sólo le ha faltado que fallase la grabación.


Tras su primer acto de partido en Cataluña a muchos le ha parecido que “se ha puesto de perfil” ante la problemática allí existente. ¿Qué opinión tiene al respecto?

-           No estoy de acuerdo que mi actitud haya sido “ponerse de perfil”. Cataluña está siguiendo un proceso que tiene su origen muchos siglos atrás. Discutir, debatir o decidir sólo sobre una de las muchas cuestiones que el sentimiento del pueblo catalán tiene respecto a su status como nación es simplificar las cosas.  Hay que debatir y responder a todas y cada una de las posibilidades. ¿Dónde? En un proceso constituyente de todos los ciudadanos del estado español donde se pongan en cuestión todas las cuestiones mal resueltas de un fraude político llamado “transición”


Sin ambages, ¿deben poder votar o decidir los catalanes?

-           Deberían poder votar no sólo sobre si se convierten en un estado independiente, cosa que yo no deseo, sino sobre todas las cuestiones que afectan realmente a su real soberanía. No puede ser que una cuestión tan importante se resuelva entre los responsables de economía o en una charla, más o menos amistosa, entre el señor Más y el señor Rajoy.

-            
¿Qué diferencia hay entre el “proceso constituyente” del que usted habla y la “reforma de la Constitución” que propugna el PSOE?

-   Tenemos un ejemplo relativamente reciente de cómo algunos entiende el concepto “reforma”. En pleno mes de agosto, con ausencia física de los parlamentarios que estaban de vacaciones, se juntan José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy y reforman nada y nada menos el artículo 135 de la Constitución, que supedita la soberanía y la necesidad del pueblo español a los intereses de los mercados. ¿Eso es reformar la Constitución? No, eso es ponerle un candado a la libertad y convertir al ordenamiento jurídico del país en un pacto de amiguetes.


El PSOE tiene una actitud de decir “somos de cultura republicana” pero apoyamos, de momento, la monarquía y la figura del Rey, ¿no le estará pasando a usted y a Podemos algo parecido?

-           No queremos entrar en ese debate-trampa. En el mismo siempre ganan los de siempre: los corruptos. Lo importante es que los gobernantes y las formas de gobierno reflejen siempre lo que quiera la mayoría social. Si una mayoría de ciudadanos deciden, pero no como una cosa prioritaria, porque no lo es, que quieren ser gobernados por un Rey, lo acataré y lo acataremos.

También ha resultado decepcionante que Podemos haya valorado el primer discurso navideño de Felipe VI como “aceptable”. ¿Qué tiene de aceptable un discurso que repite fielmente el espíritu y el concepto de un monarca abdicado que celebra en fin de año en el restaurante más caro de Beverly Hills?

-           Así planteado no tiene nada de aceptable. Lo que consideramos aceptable es que se invoque una nueva tendencia en la forma de gobernar, una apertura hacia un cumplimiento universal de la ley y la carencia de privilegios que algunos quisimos apreciar en este discurso, bastante predecible, diría yo.  Habrá que verificarlo más adelante.


(Seguirá)







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