España es una tierra de promisión
sembrada de corruptos, que suele ofrecer buenas cosechas. Una vez, en
Valladolid, -con “uve” y no con “efe”- se produjo una de estas. Y de allí
surgieron desde iluminados con bigote, borrachos al volante y panteras, digo jaguars,
de la política.
José Mari había cazado al ojeo
una bandada de cebollas con bolsos de Vuitton. Y a la “pequeña Nicolasa” cuando
venía de su sesión diaria de rayos UVA. Por eso no extraña que nuestra
protagonista, además de tener débil la mano y la bolsa de recibir regalos,
también tuviera floja la boca: “los niños
andaluces son prácticamente analfabetos” dijo aquella lumbreras, hija de un
alférez de navío. Todo el resto de su
vida le ocurrió igual.
-¿Qué le vas dejar a los dependientes,
hermosa?
-Pobres, están
descarriados por la atrasada política social que se ha llevado a cabo.
-¿Se les mata a
recortes y atrasos en los pagos o los privatizamos, también?
- A mí lo que me
preocupa es ver como visten a mis hijos cuando van colegio.
Este fenómeno de la naturaleza
siguió impertérrita, entonces dijo: “«los
niños andaluces impartían las clases en el suelo” y aquel día no cagó. Cuando su casa y su garaje empezaba a
llenarse de coches de lujo, -que ella no veía- y cuando su entonces consorte le
parecía ya más a don Chicho que a Blas Piñar – y eso que se parecía a
ambos- a aquella Nicolasa la nombraron
ministra. Nada menos que de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Y pasó lo que tenía que pasar:
que nunca la sanidad fue más insana, nunca hubo menos servicios sociales y
menos igualdad.
-
A ver,
Anita, si eres capaz de decir de una tacada: Te-ra-pé-u-ti-co.
-
¡Carchuto!
-
Que no
hija, que no es cartucho, que es terapeútico.
-
¡Frigorífico!
-
¡Mi
capitán, la recluta es tonta del culo!
-
A pesar de estas dotes de
competencia, su jefe –amigo- la defendía a barba, trote- de trotar en
Pontevedra- y espada. Y ponderaba sus
virtudes competenciales y intelectivas que nadie veía. “Llegará muy lejos” dijo
el de Pontevedra, leyendo el “Marca”. Y si, claro, fue hasta Disneyland,
pagando un señor con bigote con el que coincidió en una boda de una de las
hijas de Al Capone, digo de un señor bajito con bigote que cobraba comisiones
en Libia.
A Anita le gustó mucho aquella
gala con lo más granado –incluido Paco- de los corleones genoveses del país, o
quinta de recreo, donaciones y sobresueldos, de la cosa nostra. Tanto que contrató
a los payasos y a los confetis para una comunión que tenía que celebrar. ¡Qué
emoción, todo tan in, y adema gratis! Total, pagaban otros con “bigote” y
“correa”.
-¿Sabe usted porqué metieron en el trullo a
un tal Alfon, en el siglo pasado?
-Le regalarían muchos
jaguars y viajes dorados.
-No, señorita “No me
consta”, porque hizo mal la declaración de la renta
-Uff, me voy que
tengo que “arreglar” la mía
Y en esto que estaba por allí el
Ébola y, ni corta ni perezosa, se lo trae a Europa. Todo el mundo temblando, no
de la extrema gravedad de la enfermedad, sino por quien era la responsable de
gestionarlo. De Algeciras a Laponia todo el mundo cagaó.
El olor le llegó a Mariano cuando
estaba tocándose la cara con un guante y entonces encargó del tema a un medio
pollo aviar en forma de vicepresidenta.
Pero, que hacía con Anita. ¡La Mato, dicen que pudo decir! Y es que,
claro, estaba llamándola. Como un juez con tupé, que no es que la llamara sino
que la imputaba: Partícipe a título lucrativo. Mariano lo tenía a huevo. Así no
se las ponían ni a Fernando VII.
-Ana, eres más inútil que el rabo un higo.
-Mariano, déjame de
diputada, con sus dietillas y eso, y dimito.
-Bueno, ve y dile al
Pujalte y al Floriano que te defiendan como ellos saben hacerlo.
-¿Sí? Va a salir a relucir eso de comer jamón y robar gallinas. Y voy a perder el bronceado.
-¡Hija, peor lo tiene
el Monaguillo!
El mundo sigue igual, dice
Iglesias, -Julio, no Pablo-y esta inútil
de la “buena sociedad”, esta pija, modelo castellano, acostumbrada siempre a
ver cómo le “visten y lavan el culo a sus hijos” terminará sus días en un chiringuito en
Marbella, tocándose la cara con un guante después de pelarse unos espetos a la
brasa.