jueves, 13 de noviembre de 2014

Vuelve el matonismo a la política




No hacía falta más. Vi la rueda de prensa del Consejero de la Sanidad de Madrid y sabía que habían vuelto.

Más aún: oí al vice alcalde de Valencia y comprendí que nunca se habían ido.

El primero evoca directamente la chulería, el orden de los ganadores y el descrédito del esquilado;  El segundo nos devuelve a la dialéctica de los puños y las pistolas. Al pelotón al amanecer en la tapia del cementerio.

El segundo es la chulería fascista, el heredero del “porque me da la gana, eh, es bastante” y el primero se reviste de las “razones” del falso acusador ante el tribunal militar y el juicio sumarísimo.

La sociedad tiene una hez. Lamentablemente estas heces, a veces nos gobiernan.  En ninguno de sus modelos es fácil encontrar alguna virtud. Son la casta y la caspa. La “marca” y  pelo de la dehesa.  El cara al sol y la camisa azul.

Llevan siglos entre nosotros. A veces se llaman Franco,  otras Fernando VII,  Billy el Niño o Fraga. 
Pero son los de siempre: los matones de la raza, la furia hispánica corrupta, el toro de Osborne, los limpiabotas y los chulapones de todas las verbenas verbeneras.

Da la casualidad, que en esta manifestación temporal, los dos son cirujanos. A saber de qué.

Asombra la capacidad de sadismo que tienen algunas formaciones políticas para reclutarlos y para hacerlos convivir con cobradores de sobresueldos, o de comisiones, o montañas de alcohol subidas a un volante.

Si Goya viviese no compondría sus aguafuertes con manolos y cejijuntos con zapatillas de esparto. Su fuente estaría en estos laxos regidores del escaño y el sobre, que dan lustre a un tipo peculiar de nuestra raza: el lobo con corbata y la vida resuelta.


Verlos en la televisión nos puede dar un ataque de pánico o de rabia, pero nuestros sueños ya terminaran siempre en pesadilla. 

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