viernes, 17 de enero de 2014

La Mezquita de Córdoba como medio de lucro de la Iglesia Católica


Según datos que ha facilitado el Cabildo Catedralicio de Córdoba, por voz de su arcediano, Fernando Cruz-Conde, la Mezquita ha superado en el 2013 su récord de visitas superando 1,4 millones de visitantes.

La declaración institucional se vanagloria del éxito obtenido pero oculta un dato importante, estás visitas a un monumento público de la ciudad tienen un precio. El que camuflado como un “donativo” de 8 euros por visitante evita todo tipo de impuestos y supone una renta neta para las arcas de la Iglesia de más de 11 millones de euros al año.

La Mezquita fue construida entre 780 y 785 por Abderramán I, con numerosas reformas y ampliaciones posteriores. Doce siglos después, el 2 de marzo de 2006, la Iglesia Católica inscribió el inmueble a su nombre en el registro de la propiedad número cuatro de Córdoba (tomo 2381, libro 155, folio 198). El trámite costó apenas 30 euros.

Tal robo fue posible por dos milagros. El primero, que José María Aznar cambió la ley hipotecaria en 1998 para permitir a la Iglesia apropiarse de edificios de dominio público, aunque sean patrimonio de todos los españoles: basta con que el señor obispo dé fe y certifique que pertenecen a la Iglesia, sin necesidad de notario. El segundo milagro, que disponer de un edificio de 23.400 metros en pleno centro de Córdoba le sale gratis a la Iglesia: no paga el IBI y tampoco se ocupa de los gastos de conservación.

Estamos ante un expolio más. Un saqueo perpetrado a conciencia por la ideología neoliberal y la jerarquía eclesiástica que tiene al pueblo de Córdoba como víctima.

En una ciudad con 45.000 parados, con una buena parte de la población afectada por una pobreza mucho más extrema que técnica, un sector de la población infantil en situación de hambre fisiológica, con los comedores sociales a rebosar, con las instituciones de ayuda social desbordadas, la Iglesia de la “Justicia, Paz y Fraternidad” se dedica a lucrarse con un bien público, arrebatado arteramente a la ciudadanía, sin pagar el más mínimo impuesto y transfiriendo al Estado la mayor parte de las obras de conservación y mantenimiento del bien que explota en su exclusivo beneficio.

Esta situación no es tan sólo aberrante, es motivo suficiente para un levantamiento popular. La política, la moral y la religión de este país y de esta ciudad se han convertido en un pestilente negocio.

¿Cómo pueden aparecer tan ufanos los miembros del Cabildo Catedralicio cordobés ante un robo y una rapiña tan descomunales?

¿Cómo puede la Iglesia, tanto a nivel local como nacional, dar muestras de tamaña insensibilidad social?

¿Cómo se pueden embolsar más de 11 millones al año y no amagar siquiera con un gesto ante una ciudad y unos ciudadanos dolientes?

En unas circunstancias parecidas a las actuales, en 1652, un motín conocido como el “Motín del Pan” o el “Motín del hambre” implantó en la ciudad una brevísima república (cinco días) de corte anarquista, el Clero y la Nobleza local estuvieron a punto de perder sus cabezas.

Lástima que la conservarán.

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