martes, 19 de abril de 2016

Los ricos también lloran y tampoco pagan impuestos






Dejando a un lado a Aznar, que habita en el espíritu ascético de El Escorial, hasta que Darwin estableció la teoría de la selección natural de las especies los ricos no lloraban. Ahora, ya sabemos que tampoco pagan impuestos. 

Desde Pilar de Borbón a Corinna, pasando por Bertín Osborne, un ministro compulso-mentiroso, la familia Domecq, la rata de Rodrigo, hasta el entorno de Felipe, Raphael, Bono,  Cameron de la Isla, el primer ministro islandés y un huido de Pakistán se dedican a chotear a los respectivos fiscos de sus pueblos y países. 

Si no tuvieran bastante con las amnistías fiscales y las sicav al 1 por ciento, tienen a Panamá, Bahamas, Jersey, Niue, Gibraltar y todas la “ingeniería” fiscal de despachos, bufetes y asesores para no contribuir con un céntimo al erario público, ese que intenta sostener a los hospitales, los colegios y las carreteras que hacen que sus países no sean selvas donde Tarzán Rodrigo de sus saltos mortales, saltando de mitin en liana, pedagógicos y ético- tóxicos y tal. 

Todos son “muy patriotas”, tienen en sus muñecas y en filo de sus camisas de seda, pulseritas bicolores, se le hinchan las cuerdas de cuello defendiendo la “unidad” de la patria, alaban a Franco o a Fraga, votan a Rajoy o a José Mari, les toca la “lotería” siete veces en un año y dicen que un canario flauta ha puesto muy alto el listón de la dignidad política dimitiendo tras pasarse una semana diciendo mentiras. 

Ahora, pagar impuestos no va con ellos. Esperanza Aguirre dice que “porque es política” los paga, que si no…Los impuestos son cosas de la plebe y de los horteras que no tienen cuentas en Suiza. Ellos, la casta divina, no atienden a esas menudencias. 

Con rolex de oro en la muñeca bailan sevillanas con la carita sonrosada del sol de febrero en las Bahamas, van por ahí en BMW exhibiendo billetes de quinientos y juran y rejuran la bandera –que no es de “su” patria, porque su única patria es la defraudación y el dinero-. 

Veo con asombro un vídeo de una escala del buque-escuela Juan Sebastián Elcano en Miami y como “los tres grandes”: Bertín, Raphael y Julio Iglesias acuden a jurar y besar la enseña nacional, pero es probable que momentos antes hayan creado siete empresas offshore y tres sicav, todo, todo, todito, “absolutamente legal”. como decía Al Capone.

Se despiertan con las noticias financieras de Japón. Bostezan y se rascan la espalda mirando los recortes y los desahucios que le hacen a su pueblo, pero se van a dorarse al sol del Caribe yanqui donde sus cuentas están a salvo de los piratas que se llaman solidaridad, servicios sociales públicos o declaraciones de renta.  

Llevan cuellos de pajarita y hombreras sin guata, siguen el régimen de melocotón con yogur y te entrevistan “en tu casa o en la mía”, pero se lavan la boca sin quitarse la navaja que esconden entre los dientes.

En realidad son unos desgraciados.  En cada perfume, camisa, bebida, raqueta, coche, crema, viaje, piscina, ordenador o pantalla de plasma dejan parte de su existencia. Su única filosofía-ideología real es robar, evadir, escurrir el bulto.

También lloran, pero nunca pagan impuestos.


sábado, 16 de abril de 2016

La Mafia



La Mafia



Un gallego con tirantes los puso en marcha. Organizar, universalizar, sistematizar, acceder al poder y disfrutar de él.  El robo, el cobro sistémico de la comisión, de la donación electoral o no, favorecer a los poderosos para que ellos los favorezcan. Cambiar el Urbanismo y sus Planes. Recalificar. Reconvertir. Hacer de oro al cemento.

Había ancestros. Los Borgía, la Oprobiosa, sus generales, sus ministros, sus curas… Un universo de mordidas y estocadas, pero en realidad tenían muy poco misterio.  Por otra parte el hacha del verdugo o el pelotón de fusilamiento a los órdenes del “secretario general” de una cosa que se movía eran demasiado rudimentarios, si se comparan con el sacramento del  Boletín Oficial con la subvención oculta.  Todos tenían madera de delincuentes profesionales pero se presentaban como partido de “centro-derecha”. 

Usaban corbatas verdes y se peinaban con gomina. Jugaban al pádel y sus esposas presidian mesas de la Cruz Roja. 

En Sicilia la mafia agraria cometía crímenes envueltos en un silencio compacto, bajo el perfume que dejaba en las jaras ensangrentadas la pólvora de la escopeta de Salvatore Giuliano.

No era el caso. Se asociaban en tramas, contaban billetes de seis en seis y acudían, todos juntos, a bodas de postín  en Reales Sitios, donde no sonaban las tarantelas y se paseaban los bigotes.

Hablaban, con la boca llena, de comisiones, de la “Patria” del “Estado” y de su “Sentido”.  Mientras bailaban sevillanas de academia o hacían negocios en “el Palco”. En Chicago los hubieran llenado de plomo en un garaje o en Siracusa los habrán colgado de un puente mientras sonaba  un aria de la Traviata. 

Aquí no, los hacían ministros y ministras sin preocuparse de si tenían cuentas en Jersey o eran unos visionarios del “General” con el brazo el alto.

Todo empezó con un embajador en Londres que arrancaba teléfonos de cuajo y terminó –de momento- con el gestor del 50 % del PIB diciendo cuatro mentiras en rueda de prensa, en tres días.
  
Hoy tienen a cinco tesoreros encausados, 300 cargos públicos imputados y ningún juez ha 
promovido todavía un ilícito por “asociación criminal y organizada para delinquir”. 

Los tenemos ahí: en el Ayuntamiento, en el Gobierno de su Autonomía y en de la Nación. Se reúnen en Consejo de Ministros y tienen una nómina de tertulianos que los defiende hasta el ridículo en “sus” medios desinformativos.  Bajo las inciertas estrellas mesetarias o tras el saqueo hasta las raspas del  Mediterráneo, se reparten sus ganancias y cuentan sus votos comprados a la idiocia.
En las leyes de aquel país se consumó una revolución: el robo y la mentira  fueron instituidos como materia sagrada. Había una prima por votarlos. 

Todos sentíamos un perfume embriagador.

jueves, 14 de abril de 2016

República






En el cuarto de mi casa donde escribo y me refugio del invierno tengo colgada una bandera tricolor, roja, amarilla, morada,  de dos metros de ancha que en la noche del 13 de abril descuelgo y coloco en mi balcón. Este tejido es el que le da que carácter a la habitación y a la vivienda. Otra cosa no, pero “vivo” y “respiro” en un espacio republicano.

Cada vez que escribo algo, la Segunda República bulle entre mis neuronas y las teclas. Así que no os extrañe si toda mi producción huele a un :"Viva el 14 de abril".

 La Segunda República fue una pasión clara y limpia que heredé de mis mayores, y que, banderas aparte, he tenido siempre “como una huella junto al corazón”.  Aquella idea se sustentaba  en la inteligencia del nuevo magisterio, en el concepto de regeneración política, en la conquista popular de la libertad y en una esperanza en los valores del hombre, la tierra y los ciudadanos.  

Aunque contaminadas coronas nos ciñen hoy a otra, y nefasta,  realidad, pensar en la República en un día como el de hoy es, al menos, una posibilidad de sentirse limpio y aspirar a la limpieza como un ejercicio regenerador  y didáctico. Es una reserva sana  que habita en la mente de muchos 
conciudadanos  y que se fundamenta en la inteligencia, la cultura, la justicia social por encima de las lacras del basurero político que nos rodea.

La violencia fascista, aliada con el incienso, segó aquella aspiración colectiva de 1931, pero sigue siendo para algunos, no sé si muchos, como un amor perdido, como una primavera  frustrada, como un punto en el oasis de las libertades públicas  al que hay que volver siempre.

Todavía, a pesar de la lluvia, aún perdura el azahar en los naranjos de mi tierra en este 14 de abril. Así perdura el aroma de aquella regeneración colectiva que los poderes económicos y religiosos bañaron en sangre nuestra en su negra España.

Queríamos- todos estábamos vivos aquel día- una España laica, racional y progresista y cada nuevo 14 de abril, en el “consciente” colectivo la seguimos anhelando. Que se queden con sus coronas, sus elefantes y sus cuentas offshore. 

Nosotros nos quedamos con nuestro paradigma, con nuestra tricolor y el aire cálido de abril.


domingo, 10 de abril de 2016

La memoria





Ha pasado un mes y no logro comprender, aceptar, la muerte de mi amigo Manolo Alcalá.  Todas las muertes de seres cercanos se nos antojan inexplicables, pero algunas te rompen tantas cosas, que, acostumbrado a la rebeldía, no terminas de aceptar.

Debo tener fatalidad con los nombres. En septiembre de hace tres años, murió Manolo Ortiz y me ocurrió igual. Los dos Manolos son personas que han configurado mi vida. Fuimos activistas clandestinos, sindicalistas y rebeldes con causa.

Ortiz era la reflexión, el análisis, el gusto profundo por la vida, incluida la política, algo que mi temperamento anarquista de base no acababa de comprender.

Alcalá era la acción militante, permanente, inagotable. Era la manifestación, la pintada, la octavilla, la reunión, la asamblea, la reivindicación como estado mental

Conocí a ambos por separado, todos, incluido yo, muy jóvenes. Se hablaba entonces del “hombre nuevo” y ellos eran dos facetas: distintas y complementarias. Su vida era un acto de resistencia frente al destino, a la dura realidad del momento, una dictadura que entonces nos oprimía y cuya alargada sombra se siguen proyectando en nuestro presente de humo.

Desde la modestia que presidió nuestras vidas, manteníamos una admiración mutua. Ortiz era el equilibrio, la acción tras la meditación y Alcalá era la disciplina, el trabajo hecho como pieza de un engranaje colectivo.

Ambos pudieron ser, política y sindicalmente, mucho más que lo que fueron. No los había mejores y el hecho de que no lo fueran no es sino una constatación de que las cosas no se hicieron bien.
Ortiz me aficionó a los fados y a contemplar los atardeceres. Alcalá- como muy bien lo definió su pareja desde los quince años- era un valiente, que impregnaba de su valentía a todo su entorno.


Me molesta –cada vez más- el invierno y he ido a buscar la primavera al Arroyo de Linares, más arriba del Santuario. He arrancado de la cuneta unas flores rojas y amarillas junto con hierbas olorosas de nombre desconocido y las he depositado sobre un pequeño túmulo de piedras que medio he apilado y he pensado en el día que compartimos sueños.

El campo, florecido en morado,  las llevara hacia la luz, pero ahora sólo la memoria –lo más importante- quedará de ellos. 

viernes, 8 de abril de 2016

La casta mundial





“A la voz del ángel huyeron los pueblos, quedaron disipadas las naciones y al recoger los despojos de los muertos el Señor de los Ejércitos fue ensalzado”
Isaías.


Una generación de ingenuos se llegó a creer aquello de los “valores” del  humanismo cristiano, de la sociedad organizadas en democracia, del respeto a la ley  y de las garantías de los derechos básicos a sanidad, educación y vivienda.

Mientras, otros, corrían hacía los bancos de Panamá a crear sociedades pantalla con una complicada ingeniera financiera con circuitos con parada y fonda en las Islas Vírgenes , Delaware o Aruba, para terminar en Andorra y Suiza, con el deseado “cero impuestos” en sus sospechosas y escandalosas fortunas.

No son muchos a nivel planetario, pero son los más importantes: Jefes de Estado, Primeros Ministros, Hermanas o Tías de Reyes, Deportistas de Élite, Escritores, Artistas, entornos de dictadores. Con un concluyente origen: de los cinco continentes
.
Son la casta. Soberano, pura casta.  De ladrones, elusores fiscales, mangantes, cómicos de la libertad, la estafa y el engaño. Y mercaderes de la palabra.

Nos han llenado la vida de grandes frases y vocablos. Patriotismo, la ley es igual para todos, esfuerzo colectivo, que pague más el que más tiene, solidaridad… Hemos oído sus discursos, tan llenos de cinismo como de usurpación y… al final venimos a desembocar en la cloaca que es el mundo en estos días.

Dos terceras partes de la humanidad pasan hambre física. Los pueblos son víctimas de las guerras económicas que declaran sus teóricos representantes o gobernantes, y al final, tras la muerte, el éxodo, la sangre y la miseria están sus mezquinos intereses: petróleo, energía, falsos patriotismos y sus cuentas. Cuanto más ocultas, parapetadas y en mínimos estados de pandereta, mejor.

Dicen algunos que esto es la agonía del capitalismo. Y me gustaría creerlo. Que su “modelo” ya no da para más que para el lujo desenfrenado de una minoría, atiborrada de asesores fiscales, bancos amigos e impuestos sin pagar.

Presumen de “liberalismo” y cuando estallan las burbujas que ellos mismos han propiciado es el Papá Estado el que tiene que salir al frente y pagar con el dinero de todos, sus miserias políticas e ideológicas.


Si alguien dijo una vez. “Que paren el mundo, que me bajo en la próxima” es ahora cuando tiene más virtualidad. ¿Cómo se puede convivir en una planeta en el que están la Tita Pilar, Cameron, Macri, Le Pen, Putin, Vargas Llosa,  Trump, y, sobretodo,  Montoro, Cristóbal? 

lunes, 4 de abril de 2016

Inventario




Me gusta tomarme un medio de montilla en una taberna de Córdoba, me gusta pasearme un domingo de sol por La Corredera, me gustan los arroyos de la Sierra en primavera,  me gusta estar en un cine de verano y comer altramuces.

Me gusta estar a obscuras en mi azotea y ver las estelas de los aviones que van a ciudades y países desconocidos, los albaricoques maduros, los mercados de frutas y verduras, bañarme de noche desnudo en el mar, las obras de teatro desacreditadas de Federico,  las canciones de Aute y Silvio Rodríguez , las playas del Sur de Mallorca, Es Trenc, Es Cargol…

 Los espetos de sardinas en un chiringuito de Los Boliches,  los teatros griegos en ruinas, tomarme un café irlandés en la terraza de un puerto, aun sabiendo que no dormiré en toda la noche y el discurso de Neruda cuando recibió el premio Nobel.

Me gustan el melón y la sandía. El verano, los atardeceres junto al mar, me gustan las reuniones con mis compañeros de curso, mi gato Veletta, Andalucía, Alberti, El Puerto, el Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba y el azahar de abril.

No me gustan los políticos corruptos, tipo PP, los mítines y las entrevistas a Rajoy, las gambas a la plancha rebosantes de grasa, los “patriotas” con cuentas offshore en Suiza o Panamá, la Legión (y su cabra), las Coronas, los Reyes y las Reinas, las cacerías de elefantes, los coronillas, los beatos, las beatas y los fascistas de mierda.

No me gustan las tómbolas y los mercadillos de Adevida, las rifas, megáfono en mano, de muñecos de peluche, los que rezan a gritos en la calle en procesiones de “silencio”,  los monumentos funerarios a militares genocidas, los tricornios, Manolo el del Bombo y los que se ponen monteras en los partidos de fútbol de la selección,  los admiradores de Fraga y de Franco.

No me gustan los telediarios de TVE, los de Canal Sur y los de Antena 3.  Inda, Marhuenda y la madre que los parió.  “Sálvame” y la gente que se “entretiene” con Telecinco.  Los “restaurantes” de carretera que sólo tienen pollo y conejo.  Los “ultras”, en el fútbol y en la política. No me gustan ni “Felipe”, ni la “Felipona” de Triana. Los que fuman en lugares cerrados y quizás también los que lo hacen en los espacios abiertos.

No me gusta esa Europa de mierda que no respeta los derechos humanos, ni los tratados que ella misma suscribe o genera.  No me gusta la OTAN, los gobernantes y políticos europeos, el euro, los neocoms y los neozasis.  Los obispos, los curas, los cardenales y los pederastas. Los robos de monumentos públicos y las inmatriculaciones.


No me gusta el obispo de Córdoba. No me gusta Rajoy. 

sábado, 2 de abril de 2016

“YO QUERÍA ESCRIBIR LA CANCIÓN MÁS HERMOSA DEL MUNDO” (Versión de la canción de Joaquín Sabina)





“Yo tenía un botón sin ojal, un gusano de seda,
un megáfono sindical y el empleo en puta almoneda,
una vietnamita en offset, soñando el sorpasso
un carné de los “cocos”, ginebra sin  vaso,

una asamblea, un convenio , a píe hasta Sevilla
una independencia de la patronal, un gobierno de pacotilla,
luchar con amigos, correr de los grises, descansar un rato,
citas en “el Juan”, poner la demanda, pasear al gato.

mi “Manolo Rubia”,  mi “Pedro Cortés”, obreros primero,
“Manolo Alcalá”, “Jiménez Costilla” y “Muñoz Otero”, mis tres Mosqueteros,
mi sindicalismo, mi lucha social, zapatillas rotas,
el Guadalquivir, el “Lope García”, bañarme sin  ropa.

El Barrio Naranjo, clandestinidad, no cambiar de acera,
carnet del “partido”, Caballero Ernesto, todo de primera
no sabía que la democracia duraría un segundo,
yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

Les presento a Felipe González, socialista  hortera,
a la CIA que lo apadrinó con mucha cartera,
a Alfonsito Guerra y su hermano Juan, un par de tunantes
demócratas-sociales,  la “izquierda” ambulante,

al fascista de Aznar, un perro salchicha,
corruptos y bárcenas de nuestra desdicha,
Rajoy, el mariposón, al que eligen “alcalde” los conciudadanos
cuando a Luis dice “se fuerte, mi hermano”.

Me libré de los “caras al sol” de aquellos franquistas
de Fraga y Silva Muñoz que en realidad eran unos…
y nos la dieron con queso con la Constitución
donde “Europa” y  la CIA metían su “mano en aquel cajón”.

Frente a frente con oportunistas arrié mi bandera,
y mandé mis carnets de ideas a la lista de espera,
aquella “democracia” me hizo moribundo,
y las libertades yacían en “su” pozo profundo.

Nunca pude votar del tirón
las listas cerradas de “aparatos” de antena
aquel sistemita daba mucha pena,
un quince de mayo  desperté iracundo
y muy “indignado” rebase,
la gota del vaso de este perro mundo.


Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.