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domingo, 15 de abril de 2012

El cementerio de los elefantes


Ahí sigue el tío. El país se va por el sumidero, hay cinco millones de ciudadanos entre la desesperanza, el hambre física y el desempleo, retroceden las libertades, se anulan conquistas sociales de siglos, quieren condenas de cárcel hasta para la resistencia pacífica, una jauría de corruptos –incluyendo a los de su propia familia- se forran el bigote ante el empobrecimiento de la mayoría, desaparecen la sanidad y la educación pública… y el Jefe de este Estado de desgraciados se va a cazar elefantes a Bostwana.

Estamos llegando tarde a casi todo, y a un presunto golpista nos lo vende como “salvador” de la democracia,  a alguien que hace y ha hecho negocios con tiranos y genocidas de medio mundo como garante de nuestra libertad, a alguien que se bebe hasta el mistol y se cae peloto cada tres semanas como arquetipo de la familia hispana, la pobre.

Bien haría en hacer como su abuelo y escaparse por el foro. ¿En nombre de que autoridad moral puede regirnos alguien que entiende que una realidad social como la nuestra se afronta matando elefantes en el África profunda a 37.000 euros el pelotazo?

Todos hemos sabido siempre algo de su desastrosa vida privada y levantafaldas, de sus negocios con una flor en ojal y una cuenta en Suiza, de la trivialidad de su inteligencia “campechana”, pero esta brutal confrontación entre el sufrimiento de un país que se deshace impotente ante los mercados y su casquivana indiferencia de cazador de búfalos y elefantes es una sobredosis.

La nariz, antes fina de uno de sus yernos, huele por todos. El olor a pescado podrido llega a todos los pueblos y estamentos.  Cuando los ciudadanos sufren recorte tras recorte, cuando suben la luz, el gas, el butano, el IRPF, el transporte público, se imponen copagos y repagos, los niños y los estudiantes pasan frío en las aulas, el Jefe del Estado, de este Estado, mal pergeñado y peor articulado, no puede irse a tumbar elefantes a costa del erario público, cuando las asignaciones a su casa real apenas se han recortado un 2 %.

Ha dimitido un alcalde que no pagaba el IVA. Con mucha mayor razón debería dimitir quien afrenta los esfuerzos y el sacrificio de la ciudadanía desde su “majestuosa” autoridad con una absoluta falta de respeto y solidaridad con ella misma.

Llegará un día en que nadie creerá en nadie. Y que los reyes serán sólo otro chorizo empanable más. Y que los poetas, esperaran en un café, que pase el dorado entierro de la democracia. Camino del cementerio de los elefantes.