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martes, 13 de marzo de 2012

La caña de las Españas




Mis lecturas y convicciones filosófico-políticas no desterraron en mí el chauvinismo natal. Amo a mi tierra andaluza y cordobesa y me conmueven sus identidades, sus fiestas, sus paisajes, sus aromas y hasta sus luces.

Será un defecto, pero no me ocurre lo mismo con la llamada españolidad y veo a ese ente, oficial e inflamado llamado “España”, como algo lejano, imperial y difuminado, diluido entre soflamas  retrógradas  o patrioteras con mucha cárcel y hambre detrás.

Le tengo auténtica aversión a los niñatos con banderita bicolor en el reloj,  a los horteras gordos con la camiseta de la selección nacional de fútbol o a los simplemente fachas, cantando himnos de los tiempos de Pemán con el aguilucho imperial en el escudo.

Todo esto viene a cuento, porque, como sacado del túnel del tiempo, vivimos en estos días un revival de los tiempos del sátrapa gallego. Los líderes y lideresas de un determinado partido político o revanchistas de derechas de toda la vida, oponen a la mínima capacidad de respuesta del pueblo y los trabajadores, atracados en sus derechos en el BOE con la coartada de la crisis y el paro, una rancia respuesta patriotera, falaz, falsa y carcamalisticamente reaccionaria que anda soplándonos las narices.

Ver desplegada esta carcundia en telediarios y panfletos escritos, a los que sólo de manera muy humorística se le puede llamar “prensa”,  produce reacciones encontradas. De un lado vemos como le pica su sarna y que algo más importante de lo que manifestantes o huelguistas creemos está trascendiendo. Puede ser que una cosa muy importante que se produce en determinado lóbulo del cerebro –llamado miedo- esté enalteciendo la aparente sordidez de estos días de ladrón y chorizo.

Y de otro, comprobar la enajenación de esta camada, de dos ideas, una masa y un vacío, que andan pasos de cangrejo en la historia y en el tiempo. Ahora mismo van por 1912, cuando se instauró en su paña de la caña la jornada legal de ocho horas, que ya quieren aumentar. Y si hay algún aspaviento mas del mercado de longanizas nos pueden llevar, tranquilamente y con muchas banderas, a los tiempos de Don Pelayo.

¡Santiago y cierra España, Mariano!