jueves, 10 de agosto de 2017

Crónica de un verano de brasas.





Primero fue el incendio super intencionado de Doñana. Luego, en la pira anual de Galicia, el de Verín, más tarde el de Yeste (Jaén), el de Castellón, la Sierra de Gredos… Más de cinco mil incendios por encima de 2.016, que ya superó a los de 2.015.

España arde por los cuatros costados cada verano. Y la degradante sombra de las especulaciones lo vuelve todo negro, como su humo: urbanística, maderera, paso de narcotraficantes…

En este verano de “olas”,  de calor, de corruptos, de desvergüenzas… se le ha unido la “pertinaz” sequía. Los embalses están al 30 % de promedio, no hay agua para el riego y la que bebemos es prácticamente lodo del fondo de los pantanos.

Córdoba ha batido un record europeo: 29 días seguidos con temperaturas máximas por encima de 40 grados (con el añadido de 17 días más por encima de 39). En junio se llegó a 45 grados y en julio a casi 48. ¡Y dicen Rajoy, su primo y Trump que no hay “cambio climático”!

Y luego están las “ascuas”. El Barrio de la Barceloneta de Barcelona es la mayor concentración de macarras, borrachos y drogatas del mundo. El turismo-juerga que nos invade. Las fiestas de San Fermín es la mayor reunión de acosadores, violadores y maltratadores de género que se pueda imaginar. El Casco Antiguo de San Sebastián es un meaero y vomitero permanente. El parque de coches alquilados de Mallorca triplica el de residentes. Las carreteras están colapsadas, como los teléfonos de asistencia en carretera, hospitales y guardia urbana.

Los enfermeros, médicos o maestros de Ibiza tienen que dormir en barracones, en la playa o viajar diariamente a Mallorca porque el precio de los alojamientos duplica sus sueldos.  En Málaga los “guiris” ocupan los chiringuitos y los espetos de sardinas han duplicado su precio y bajado de cinco a cuatro piezas.

Es la “gentifricación”. La burbuja turística de un país de fuegos, brasas y sinvergüenzas. Una burbuja, que como la del ladrillo, explotará. Y no beneficiará a los camareros y camareras que cobran 700 euros en jornadas de doce horas de las que solo cotizan por cuatro. Esto es a lo que Rajoy llamaba, “equitativo” cuando se refería a su “revolucionaria” reforma laboral o atraco colectivo de los derechos de trabajadores.

El país arde, y nadie escucha sus alaridos. La incompetencia extrema corona los Salones del Poder, y un día se encenderán para siempre los bosques, el asfalto y los partidos políticos.


Todos seremos ceniza. 

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