martes, 22 de noviembre de 2016

Los vándalos del Norte

Cristina Cifuentes ha sido la gota que ha colmado el vaso. Con las venas del cuello a punto de saltársele dijo que “los madrileños se gastan 3.000 millones para que los andaluces tengan Sanidad”.
Antes, Durán i Lleida, Ana Mato, Artur Mas, Montserrat Nebreda, Esperanza Aguirre, Albert Rivera, Manuel Pizarro, Alejo Vidal-Quadras y el hasta el mismo Mariano Rajoy, han insultado, vejado y menospreciado a los andaluces tildándonos de analfabetos, vagos, incultos, mal hablados, cretinos o pita, pita,  de las gallinas.





Yo, como andaluz que para variar me siento orgulloso de mi tierra, de sus hombres y mujeres, de su forma de hablar y de expresarse, de sentir, de escribir, de su historia, de su naturaleza, de su arte, podría emplear una expresión que refleja un tanto escatológicamente el lugar hasta el que estoy de estos vándalos del Norte, pero daría un carácter demasiado vulgar a este escrito a pesar de ser apropiadamente contundente.

Y es que, además, su discurso es radicalmente falso. Los andaluces contribuimos fiscalmente exactamente igual que un ciudadano de Madrid, Barcelona o Bilbao. Qué en el obsoleto Fondo de Solidaridad Interterritorial, Andalucía contribuya con 6.700 millones frente a los 9.000 de Madrid, es sólo un efecto perverso más de la estructura de la propiedad en nuestro país, que  hace que la mayor parte de los ricos propietarios agrícolas de Andalucía tengan su domicilio fiscal en Madrid o en los bancos de Bilbao o Santander, que las sociedades de inversión donde eluden sus impuestos las grandes fortunas andaluzas se radiquen en Madrid o en los paraísos fiscales y que la mayor parte de las empresas que operan en nuestro territorio paguen sus impuestos de sociedades –si es que lo hacen- en los mismos destinos y bancos.

Los “andaluces” fuimos y nos sentimos andaluces, mucho antes que los “españoles”, españoles. Tenemos un pasado y un destino común desde hace 1.300 años. Nuestra lengua ha construido la mejor literatura hecha en la Península y ha sido el puente para que en América se hable el loado “castellano”.

Aunque nos han reprimido, forzado y espoliado hasta la desesperación y la muerte en masa, nuestra aportación a la llamada “cultura hispana” es la más decisiva en todos los órdenes: historia, bellas artes, poesía o lucha.

Somos andaluces. Y cualquier niño de esos a los que despectivamente llaman “analfabetos” los ilustrados de hace “un cuarto de hora”, tiene más cultura en sus genes y en su historia colectiva que sus tres generaciones burguesas de comerciantes o de repipis de derecha de la Castellana.
Al rey Faisal de Arabia lo intentaron ridiculizar en su propia jaima los asesores militares ingleses por su primitiva forma de llevar la guerra contra los turcos. Devolviéndoles la flema dijo: “En el siglo X, cuando Londres o Paris eran villorios, la ciudad árabe de Córdoba tenía sus calles asfaltadas, con alumbrado y con alcantarillado”.

Pues eso. Cuando en toda la Meseta, en Castilla o en el País Vasco solo sabían esquilar ovejas y lavarse una vez al año, aquí hacíamos la Mezquita o la Alhambra,  se escribía “El collar de la paloma” o todas nuestras ciudades y pueblos estaban llenos de baños públicos.

¡A quitarse las cascarrias antes de hablar, vándalos!

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