sábado, 14 de noviembre de 2015

Don Tancredo (Cuento para votantes tontos)





Había una vez un don Tancredo que era idiota. He dicho idiota. Pero era más idiota todavía. Le picaba una autonomía y salía corriendo. Le picaba un tesorero y salía corriendo. Le picaba una caja B y salía corriendo.

Todos los don Tancredos temen a la corrupción. Pero este don Tancredo quería ser devorada por ella. Y es que don Tancredo era un idiota. No era un don Tancredo. Era un idiota.

En las noches de mayoría absoluta la luna de las aldeas da grandes bofetadas a los don Tancredos. Unas bofetadas que se sienten por las calles. Da mucha risa. Los banqueros no podrán comprender nunca por qué son estas bofetadas, pero Ángela sí. Y los don Tancredos  también.

Será menester que sepáis todos que don Tancredo es una gran trotona. De Pontevedra. Tiene una piel de plasma y encima una piel de sms y encima una  piel de “Luis se fuerte” y encima una piel de sobresueldos y encima una piel de registrador de la propiedad  y encima una piel de donaciones ilegales y encima una piel de financiación ilícita y todo. ¿Veis todo? Pues todo y además una piel de don Tancredo. Esto era lo que no sabía nuestra trotona.

¡Da risa considerar lo chorizos que son los don Tancredos! Todos tienen barba.  Todos tienen culo. Todos hacen listas. Digitales. ¿Y de las europeas?

Don Tancredo idiota odiaba los líos. Le gustaban leer el “Marca”, y dice –pero es mentira- que iba al dentista a las siete de la mañana. ¡Como si hubiera dentistas sacándole dientes a un don Tancredo Idiota a las siete de la mañana!  Pero odiaba todo lo que no era el “Marca” y los goles de Ronaldo.  Y sin embargo no hay nada más hermoso que el “ABC” y las portadas de “La Razón”.

Recién sacado de las rotativas, el “ABC” caliente, es la perfección de la noticia, felicita al führer en portada, crucifica a Carmena por unas restricciones al tráfico aprobadas por Botella y se preocupa por las gambas que se comen los sindicalistas. Es la mejilla caliente de lo que se “cuece” en este país y otros chiringuitos estatales de quita y pon.  

No quiero defender la belleza enjuta de “La Razón”, heredero del “Arriba”,  pero ya que todo el mundo alaba la pulcritud pelotera de Marhuenda y las “investigaciones a sueldo” de Inda, bien está que yo defienda al “ABC”,  contra las lecturas inacabas del “Marca de un don Tancredo idiota”.

Lo voy a decir: don Tancredo, idiota, va a seguir en su puesto. Trotando, trotando… Lo va a apoyar “Naranjito de Barcelona”. ¡Veras tú que contentos se van a poner el pelotas de Marhuenda y don Pantuflo! ¡Cualquiera los oye después del pavo los sábados por la noche!

Una noche, la luna estaba repartiendo bofetadas a los don Tancredos. El mar y los tejados y las carboneras tenían la misma luz. Una luz donde el abejorro hubiera recibido las flechas de todo el mundo. Nadie dormía. Los don Tancredos no podían más. Tenían las barbas llenas de escarcha y los barcenillas cantaban por soleares por el hueco de las bofetadas.

Tocaron las campanas de las torres porque tenían que tocar, y los cauces y los corredores y los que juegan al gol se pusieron tres veces morados y tintineantes. Empezó la lucha.

Pueblo listo. Tancredo idiota. Tancredo trotón. Pedrito idiota. Naranjito y el trío. Los tres idiotas. Coleta morada.  Tancredo “Marca” idiota.

Luchaban. Luchaban. Luchaban. Mentían, mentían, mentían. Así toda la legislatura.  Y diez. Y veinte.

Todo el país se había vuelto idiota –sí es que ya no lo era desde los tiempos de Maricastaña y el Rey Felón- .  


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