miércoles, 12 de agosto de 2015

Escena del diván. Fragmento del "Tenorio Mariano"




Cálmate, pues, marquesa mía  
reposa aquí un momento          
olvídate del tormento  
de perder la mayoría.
               
¿No es verdad, ángel de amor,
que de Coruña a Sevilla               
robamos desde una silla
hasta la Cruz del Señor?

Esta Gurtel nos llena     
de pasta todos los sobres
de aquellos peperos bordes   
en ardorosa faena;        

esa Púnica morena          
que contrata sin temor
al alcalde pecador          
que marjaliza el día,      
¿no es cierto, Aguirre mía,         
que el PP lava mejor?  

Esa armonía que siento
recogiendo estos millones         
de Granados y sus “c…….”          
que agita el ayuntamiento,       
ese corrupto por ciento
con que hurta este “tenor”
de Madrid y alrededor  
Valdemoro y compañía.
                 
¿No es verdad, multada mía,    
que puedes aparcar mejor?      
 Y estas palabras que están       
filtrando insensiblemente         
tu hermosa cuenta corriente    
que en Suiza contaran 
y cuyos dígitos va           
inflando el  interventor
al partido estafador        
no juzgado todavía,      
¿no es verdad, Esperanza mía,
que están subiendo el mibor? 

 Y genoveses ufanos
que se lo llevan tranquilos           
sabiéndose tus pupilos
y alumnos del Mariano.              
Evaporarse, cristianos,  
que todas las cuentas B
yo nunca recordaré.
                 
¿No es verdad, colega mía,       
que ya no sientes pudor?          

¡Oh! sí, arrugada doña Inés,
 espejo y luz de mis ojos;           
escucharme sin enojos
como roban a manojos                 
y después salen por pies;
mira aquí a tus plantas, pues,   
todo el altivo cercano   
del Tenorio Mariano
al que la barba  crecía,  
en Galicia, terra mía      
mientras trotaba de amor.


DOÑA INÉS

Callad, por Dios,  ¡don Mariano!,            
que no podré resistir    
mucho tiempo sin morir             
el calor de este verano.

 ¡Ah! Callad, por compasión,     
que oyéndoos me parece          
que el Granados enloquece      
y cantata en la prisión.

¡Ah! Con lo de esta gentuza        
sin deciros que esté mal
ya me veo de reclusa 
en la de Soto el Real.
               
 Tal vez poseéis, Tenorio            
un misterioso amuleto,               
un mensajito secreto
oculto en vuestro escritorio.       
                  
Tal vez Satán puso en vos          
un cuerpo de Pontevedra            
el rostro como una piedra
trotando por el alfoz.
                 
 ¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,              
si aparcando en la Gran Vía
yo perdí la mayoría
y oposición soy aquí?   

No, don Mariano mío   
resistirte no está ya;     
yo voy a ti, como va      
sorbido al mar ese río. 

Tu gobierno me enajena,           
tus palabras me alucinan,           
ya no piso la oficina
y mandando está Carmena.      

¡Mariano,  yo te imploro             
firma un decreto, ya, ahora,       
y me haces senadora
y cobro de ese tesoro!
               



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