martes, 27 de agosto de 2013

La fábula de la gomina y las corbatas azules


 

Se cuenta que hace muchos años, hubo una ciudad situada al Norte del Sur de una península, donde había tantos ladrones como mentirosos. Y tantos de estos como moscas. Y estas, las moscas, en ocasiones ocultaban la luz del sol. La ciudad, quizás por un oculto destino, había estado gobernada por esa infusión con chorreras que a la que llaman “la izquierda”.

La última regidora de aquella ruina de ciudad perdió la estima de su pueblo en conciliábulo permanente con orondos curas, con pasteleos populistas en procesiones, peroles y manos pasadas por el lomo al conservadurismo trincón y rancio, de aquella urbe de los mil y un cuentos.

Y entonces aparecieron ellos. Con gomina y corbatas azules los donceles, y con ropita de Barbi y bronceados rayos UVA las doncellas. Su discurso en las plazas, probablemente “dopados” tras beber en la fuente de algún gürtel cercano, hablaba de austeridad y eficacia.

Dicen los juglares que la “eficacia” quedó al descubierto al poco. Eran más inútiles que el pene del Sumo Pontífice.

Y la austeridad se puso, también al poco, en la fresquera.  El alfaquí que los mandaba, con un aire entre lívido,  como sacado de una película gay de Visconti, y de trincón a secas, comenzó subiéndole el sueldo a cinco de sus lanceros. Por encima de la media y de lo que había dicho-prometido. Continuó- en forma encubierta de subírselo a casi todos- haciendo “tenientes de alcalde” (de sobaquillo)  a una novena de ellos, rodeándose de “asesores” y “expertos” al cheque-mensual-vivo, entre los que estaba una extraña “asesora de políticas transversales”. Que nadie sabía para que servía, excepto para cobrar la tela marinera.

En estas que se descubrió el pastel y se supo que el alfaquí de la corbata azul, el del cuento de la eficacia y la austeridad,  cobraba de las arcas del reino entre 74.000 y 76.000 dinares anuales, más que la vice-muñequita-linda del reino y la mayoría de los visires o ministros de aquel estraperlo, que se lo zampaba en crudo y que era como una ninfa masculina del engaño general.

El alfaquí, en pelea con su gomina, había declarado que no se presentaría a la reelección si al término de su mandato había “un solo parado más que cuando (dopado) se presentó”.

A la mitad de su hégira no había “un solo parado más”. Había seis mil.

Y luego vinieron las perdices y unas extrañas aves blancas sobre fondo azul, como las corbatas, y la ciudad del Norte del Sur se sumió en una profunda, profunda siesta.

Y colorín colorado, esta historia no ha acabado.

 

1 comentario:

  1. Luego introducirán una variable nueva en el cómputo de parados y ..."¡¡voila!!" el número se reducirá mágicamente

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