jueves, 9 de agosto de 2012

Gordillo, Amancio, los ladrones y la justicia rápida.


Dos noticias. Dos reacciones. Dos varas de medir. Dos sensibilidades. Dos modelos de sociedad.

Los jornaleros del SAT  entran en dos supermercados de Écija y Arcos de la Frontera y requisan nueve carros con productos básicos que entregan en un banco de alimentos para desempleados.

Un español se cuela entre los hombre millonarios de este planeta. Una vez más Amancio Ortega, el dueño de Inditex -empresa que engloba muchas exitosas firmas como Zara- se ha colado en el ranking que se elabora con el Índice de Millonarios de Bloomberg en tercera posición. De este modo la fortuna de Ortega, que asciende a los 46.600 millones de dólares (38.000 millones de euros), le permite ser reconocido como el tercer hombre más rico del mundo.

Ante la primera noticia una jauría de perros, incluyendo entre los mastines a los ministros Fernández Díaz y Gallardón, se han abalanzado sobre las figuras de Sánchez Gordillo y los sindicalistas del SAT, queriendo entrever una peligrosa revuelta que socaba el principio de propiedad privada y los fundamentos del “estado de bienestar” (del suyo), pidiendo poco menos que el fusilamiento al amanecer para los expropiadores de bolsas de azúcar, arroz y garrafas de aceite oliva.

Ante la segunda, el fervor patrio, estilo medalla de bronce en la modalidad de acadaulamiento en gran escala, se ha inflado el pecho y los cojones. Obviando, naturalmente, donde paga sus impuestos don Amancio de los idems.

Una foto nos muestra a Sánchez Gordillo mostrando su trofeo de dos garrafas de aceite (un máximo de 30€)  mientras un pie de foto dice que el señor Ortega, presidente de Inditex,  se nutre básicamente con negocios en países del tercer mundo, con empresas con las mas penosas condiciones laborales y sociales, trabajo de menores incluidas.

Y aquí seguimos. En tres días en señor juez ha visto, instruido y dictado sentencia sobre el “robo” del arroz y el azúcar mientras Rato, Urdangarín, todos los implicados en la trama Gurtel  y tantos otros, chorizos picantes de su propio banco de alimentos, continuando dorando sus derechosos huesos al sol de la impunidad.

Solo se trata de tapar la boca al personal, omitir a los verdaderos y substanciales ladrones y extender la peste pepera sobre las nóminas, los derechos y las conciencias.

Yo también soy Sánchez Gordillo y tengo cerca media docena de supermercados.  Yo también conozco un mundo poblado de chorizos y jueces con prisa, según quien sea el procesado.




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