jueves, 20 de febrero de 2014

Ali Babá y los cuarenta ladrones (por lo menos)


“Había una vez un señor que se llamaba Alí Babá y que tenía un hermano que se llamaba Kassim. Alí Babá era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre. Kassim era deshonesto, haragán, malo, usurero y rico. Un día en que Alí Babá estaba en el bosque cortando leña oyó un ruido que se acercaba y que se parecía al ruido que hacen cuarenta caballos cuando galopan. Se asustó, pero como era curioso trepó a un árbol.”

Espiando, vio que eran, efectivamente, cuarenta caballos. Sobre cada caballo venía un ladrón, y cada ladrón tenía una bolsa llena de monedas de oro, planes de urbanismo, recibos de cuentas en Suiza, sobresueldos, donaciones, bodas en El Escorial, Jaguars, viajes en yates de capos, indemnizaciones de bancos, blusas en cacerías –digo blesas-  y más de mil donaciones de empresas, zafiros, consejos de administración, ágatas, tarifas eléctricas y otras perlas. Delante de todos, con barba, iba el jefe de los ladrones. Detrás, un tal Paco. Con toda “La Razón”.

Los ladrones pasaron debajo de Alí Babá y frenaron frente a una gran puerta que tenía, más o menos, como diez edificios de alto y que era completamente azul. Con gaviotas.  Entonces el jefe de los ladrones, por nombre Mariano, gritó a la puerta: "¡Génova: ábrete!". Se oyó un trueno y la puerta, como si fuera un sésamo, se abrió.  Los ladrones entraron por la puerta  con su acta de ministros  y todo, y una vez que estuvieron dentro, el jefe gritó: ¡Gurtel, ciérrate!" Y el juzgado se cerró.

"Es indudable -pensó Alí Babá sin bajar del árbol- que esa puerta es mágica y que las palabras pronunciadas por el jefe de los ladrones tienen el poder de abrirla. Pero más indudable todavía es que dentro de esa extraña casa tienen esos ladrones su escondite secreto donde guardan todo lo que roban." Y en seguida se oyó otra vez una voz con acento gallego decir no sé qué  de “popular”, partido o partía, y se abrió. Los ladrones salieron y el jefe gritó: "¡Justicia: ciérrate!". La puerta se cerró y los ladrones se alejaron a todo galope, seguramente para ir a robar en algún lado.  La Moncloa, el Parlamento o algo así. Cuando se perdieron de vista, Alí Babá bajó del árbol.

"Yo también entraré en esa casa -pensó-. El asunto será ver si otra persona, pronunciando las palabras mágicas, puede abrirla." Entonces, con todas las fuerzas que tenía, gritó: "Génova, ábrete!"  Y la puerta se abrió. Y aparecieron un señor de enormes bigotes, cuatro tesoreros, un tal Albondiguilla, un tal Rodrigo hasta dentro de un Rato, el “Correas”, los restos de mil cajas de ahorro, el déficit de energía, el relaxing cup, el tea party, la toga de dos jueces, el ABC y las libretas de cuarenta cuentas suizas.

Después de tardar lo que se tarda en parpadear, se lanzó por la puerta mágica y entró. Y una vez dentro se encontró con el tesoro más grande del mundo. "¡Gurtel: ciérrate!", dijo después. La puerta engaviotada se cerró con Alí Babá dentro y él, con toda tranquilidad, se ocupó de meter en una bolsa la libreta de un tal Luis.   Será suficiente, se dijo. La llevo a un periódico independiente y dejo de  cortar leña.  Dijo: "¡Bárcenas: ábrete!" y la puerta se  abrió. Después dijo aquello de  ¡Justicia, ciérrate! Y él volvió a su casa, cantando el himno de la alegría, con arreglos de Garzón y Elpidio.  

Alí Babá guardó la libreta y cada noche leía sus anotaciones sin dar crédito a lo que leía. La leyó tanto, que se enamoró de ella. Sabía que una noche, algún periodista lo llamaría y, juntos, él y su libreta, viajarían muy, muy lejos. A la Moncloa.

Y colorín colorado, al gato de Granados lo han cazado (por lo menos).

 

 

.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Vergüenza


 

“Pues amarga la verdad

quiero echarla de la boca

y si al alma su hiel toca  

esconderla es necedad”.

 

Quevedo.

 

La mentira, en una extensión nunca conocida, nos gobierna. Se puede uno levantar una mañana y encontrarse con las auto justificaciones de un ministro, responsable de causar la muerte a quince seres humanos que intentaban huir de la miseria, con la revelación de la policía suiza de que un senador de nuestro país tiene una cuenta oculta con 1,5 millones de euros o con que una empresa gasística ha nombrado, de una tacada, a cinco ex cargos de una misma formación política como miembros de su Consejo de Administración.

Y no les da la más mínima vergüenza. Han hecho del robo y del engaño una tecnología punta. El ministro se apoya en un “guerrillero de Cristo Rey”, que en el pasado, amenazó, pistola en mano,  a los ilusos que defendían la democracia, al senador le parecían pocos los cinco años de pena que había impuesto un juez a tres jóvenes por arrojar una tarta a una presunta corrupta y la empresa de gas, subirá mañana las tarifas a los consumidores con el total beneplácito de los cinco nuevos consejeros y del partido donde abrevan.

El nuevo orden se construye sobre el saqueo, la impunidad y los currículos inventados. Se apoya en la miseria y en la necesidad extrema y convierte a los seres humanos en desechos de pelota o bala de goma, disparada desde el fascismo genital acumulado.

Van a las tertulias e imparten cátedra. De equidad, ponderación y amor patrio. Se contraen las neuronas y se dilatan  las cuentas ocultadas. Reclaman cárcel para estos o los otros y engordan sus cuentas en la intimidad del “estado banco”. Y en la convocatoria electoral siguiente los vuelve a votar. A ellos y a su mierda. A sus pelotas de goma, a sus tarifas eléctricas y a sus cuentas suizas.

¡Vergüenza de país, vergüenza de patria y vergüenza de patriotas! Se les llena la boca de patria y de bandera y no pueden vivir un segundo sin robar y sin matar.  Se creen el corazón del mundo y su sístole y su diástole está marcado por un exilio de la justicia, por una connivencia perpetua con la mentira y la muerte ajena.

El mundo seguirá andando hacía no se sabe dónde, -¿hacia el llanto de los niños de Ruanda o las noches de insomnio de seis millones de seres?-  pero allí, sentados en los sillones de los Consejos de Administración o pisando la moqueta de un ministerio o de un banco helvético, estarán ellos. Y su mierda con ellos.

Vergüenza.

 

 

 

 

 

lunes, 17 de febrero de 2014

Experiencias de una visita a la Mezquita de Córdoba


 

Acompañando a una persona de fuera de Córdoba hice, días pasados, una visita a la Mezquita.

En el Patio de los Naranjos a pesar de ser “un espacio público” según el PGOU, hay la atmósfera que el Cabildo Catedralicio quiere que haya. Una presencia masiva  de agentes de la seguridad privada que confieren una sensación de presunción de delincuencia de los que son simples turistas o visitantes.

Hay colas en las taquillas que venden los tickets al nada ecuménico precio de 8 euros. Parece que el “negocio” funciona.  Nada más tener la entrada, al leerla ya se barrunta algo ilícito. La entrada dice que es un “donativo”, - los donativos son voluntarios y sin cantidad fija- , así la inteligencia financiera de la curia elude el pago del IVA o cualquier otro impuesto.

En una clara demostración del principio latino de “Excusatio non petita, accusatio manifesta” el texto de la entrada informa de las innumerables obras benéficas, sociales y de conservación del edificio a los que se destina el “donativo”.  La primera en la frente.

En la puerta de acceso dos agentes hercúleos custodian al portero mayor, al que una visible tirilla blanca en el cuello delata su condición. Delante de mí una pareja de turistas, con rasgos propios de islamidad, es amonestada  por el portero sobre la “condición de templo cristiano” del monumento y la prohibición de hacer rezos de otras confesiones. Llevo mi cabeza cubierta y el portero me toca la gorra con un dedo, deduciendo que debo quitármela para entrar, recibiendo el argumento de: “Por respeto”.

Nada más entrar en la Mezquita Aljama y, a pesar de haberlo hecho mil veces, recibo un enorme  impacto de belleza y grandeza. Sobran todos los respetos impuestos.  Me topo, a primera vista, con el horror que suponen las capillas de culto cristiano que jalonan todo el muro de poniente. Una colección de arte necrófilo rancio. Han llenado de crucifijos, vírgenes y enterramientos   todo un muro. ¡Quien hablaba de respeto!

El principal lugar de la Mezquita, el Mihrab, está huérfano de toda luz e indicación. Un centenar de turistas, reciben, en la penumbra,  las explicaciones de los guías. Contrasta la falta de luz con el desborde que existe en el crucero de la añadida “catedral cristiana”.  Una afrenta adosada como un siniestro pastiche en la Mezquita primitiva.

Me acuerdo de las palabras del emperador Carlos, en cuyo nombre se hizo el mamotreto, cuando lo vio en persona: “Habéis destruido lo que era único, y había construido lo que se encuentra en cualquier sitio”. Pues eso.

Veo la alabada sillería del coro, de Duque Cornejo, y me parece lo que siempre: Un monumento al horror. La madera de ébano incorruptible, importado a golpe de maravedíes de las Indias, ha envejecido. Se quedado totalmente negra. La alegoría de los cuatro evangelistas, infiltrada sobre el altar mayor, es grandilocuente e inoportuna.  ¡El buey que reventó,  dice la incultura popular sobre el toro de San Mateo!  La lástima es que no reventó por lo menos lo bastante.

La Sala del Tesoro es como la sala del tesoro del cualquier catedral. La Custodia de Arfe se salva,  pero todo lo construido al socaire de la fe cristiana en la Mezquita adolece de lo mismo: Tiene enorme complejo de culpa y de inferioridad. Quieren justificar con ampulosidad y magnificencia cateta lo que no es sino aberración e inoportunidad.

Me cuentan que en la visita guidada nocturna, al precio de 18 euros, en el texto que todo el mundo oye se aprovecha para dar una catequesis, gratuita y oportunista, sobre la forma en que los actuales “dueños” de este monumento tienen de la religión y de la ecumeneidad de la que alardean. Se vomita fuera.

Me vuelvo a acordar de las palabras del emperador Carlos y del sentido de la dignidad del cargo que tenía el corregidor Luis la Cerda, que a pesar de ser miembro de la nobleza, publicó un bando, amenazando con la pena de muerte al que osare tocar un ladrillo de la Mezquita para construir lo que ahora llaman “catedral”. Lo excomulgaron y no le hicieron caso. Y los herederos de tal barbarie se lucran con algo que han expoliado a la humanidad y al pueblo de Córdoba.

A la Mezquita de Córdoba le ocurre, que por muy “pequeños” que sean sus administradores coyunturales, siempre será “grande”.

 La Aljama.

 

 

 

 

domingo, 16 de febrero de 2014

La insoportable levedad de un gobierno de inútiles


Han pasado 27 meses, y más allá de la repugnancia ideológica que nos produce, más allá de la regresión política y del retroceso generalizado de libertades y calidad democrática que se está produciendo, el gobierno de Mariano Rajoy se caracteriza por una absoluta incapacidad, una verificable insolvencia y una torpeza en la gestión rayana en la completa ineptitud.

Los sucesos de Ceuta, un inadmisible e infrahumano crimen de estado, revelan hasta qué punto estamos administrados no sólo por retrógrados de la peor calaña sino por auténticos marmolillos. Se han unido un ministro medieval y un director de la Guardia Civil, franquista y mentiroso, hasta los tuétanos.

El hecho diferencial de este gobierno es lo que se equivoca, no es la anécdota, es la categoría; no es el sofisma es el resplandor. Decir que no se han disparado pelotas de goma, decir que se iba a querellar por insinuarlo y admitirlo en delirante rueda de prensa por el ministro, es todo uno.

La planificación, la coherencia, la verdad, brillan por su ausencia y el resultado son quince personas, tratadas peor que animales, muertas. Cualquier gobernante con un mínimo de decoro y decencia personal habría dimitido. Pero estos, numerarios del Opus, desnudan sus huesos, mondos y lirondos, de cualquier responsabilidad y se vuelven a su comunión diaria.

Mientras tanto, Jorge Moragas, jefe de gabinete del presidente, planifica un viaje a Turquía en el que presidente de un país soberano sirve de telonero y bufón de un acto electoral de un candidato que reúne todas las sospechas de corrupto y sátrapa del momento, y José Manuel Soria, ministro de no se sabe qué, se inventa un recibo de la luz esperpéntico, tan inútil como él mismo y que supone una nueva burla al consumidor.

Llevan adelante unas inusitadas prospecciones en busca de petróleo, nada menos que en Ibiza o Canarias y espantan a medio mundo de posibles visitantes, ponen a punto de rebelión hasta sus propios gobernantes y amagan con matar la gallina de los huevos de oro del turismo, a la par que  diseñan una nueva ley del aborto, que nadie salvo la Conferencia Episcopal ha pedido, y que rechaza una mayoría social del país, incluida la propia vicepresidenta del Congreso.

El ministro Wert esconde su cobardía personal buscándose un arbitrario compromiso en el Reino Unido,  concertado tres días antes de la gala anual de nuestro cine, y los “maquilladores” oficiales del partido diseñan un currículum falso de un líder andaluz, dedazo desnudo de una entelequia de democracia, que solo pretende ocultar el aparaterismo pesebrista donde se ha criado y alimentado.

Acostarse cada noche sabiendo que esta gente nos gobiernan es inquietante. A punto del insomnio completo. O si no oyendo a una alcaldesa de la ciudad más importante del país que confunde Andalucía con Asturias, un gobierno de dos con un tripartito y la velocidad con el tocino de un relaxing cup.

Y detrás están la Gurtel. Y Bárcenas. Y los 100.000 millones regalados a la Banca. Y el lobby de las eléctricas. Y los sobresueldos. Y el paro. Y el hambre. Y los desahucios. Y el sursum corda.

Desdichados.  Ellos y nosotros.

 

 

sábado, 15 de febrero de 2014

Cartelera cinematográfica actualizada


Mariano Rajoy: Con faldas y a lo loco

 Juan Carlos de Borbón: ¿Por quién doblan las campanas?

 Soraya Sáenz de Santamaría: Sissi emperatriz

 José María Aznar: Charlot

 Luis de Guindos: Los ladrones somos gente honrada

 Cristóbal Montoro: Drácula

 Arthur Más: Vivir es fácil con los ojos cerrados

 Alberto Ruíz Gallardón: El exorcista.

 Luis Bárcenas: El hombre que sabía demasiado

 Baltasar Garzón: Gladiator

 Rodrigo Rato: El señor de los anillos

 Ignacio Wert: Mi mula Francis

 Dolores de Cospedal: Más dura será la caída

 Felipe González: Merlín, el encantador

 Alfredo P. Rubalcaba: El violinista en el tejado

 Miguel Roca: Todos los hombres del rey

 Cayo Lara: Esta tierra es mía

 José Bono: La pantera rosa

 Alicia Sánchez Camacho: Robocop

 José Manuel Soria: El increíble hombre menguante

 José Luis Rodríguez Zapatero: Una herencia de miedo

 Alberto Núñez Feijoo: Las amistades peligrosas

 Ana Pastor: El fantasma de la ópera

 Fátima Báñez: Tristana

 Ana Botella: La tonta del bote

 José Manuel Soria: Por un puñado de dólares

 J.A. Duran y Lleida: Cumbres borrascosas

 Federico Trillo: Harry el sucio

 Susana Díaz: El último cuplé

 Juez Ruz: Aterriza como puedas

 Gerardo Díaz Ferrán: El hombre elefante

 Esperanza Aguirre: La momia

 Rita Barberá: Lluvia de albóndigas

 Ana Mato: Desayuno con diamantes

 Miguel Blesa: Coge el dinero y corre

 Rafael Merino (diputado por Córdoba): La batalla de las colinas del wiski

 Jorge Fernández: Con la muerte en los talones

 Julio Anguita: Espartaco

 Francisco Camps: El padrino

 Juan Cotino: Asalto al tren correo

 Alberto Garzón: Dulce pájaro de juventud

 Alberto Fabra: El aprendiz de brujo

 Manuel Fraga: Franco, ese hombre

 Juez Alaya: El manantial de la doncella

 Celia Villalobos: El efecto mariposa

 Rouco Varela: Los comulgantes

 Rafael Gómez Sánchez: El tigre de Malasia

 J.A. Nieto (Alcalde de Córdoba):El hombre que susurraba a los caballos

 El Gobierno: Doce del patíbulo

 El Senado: Jurassic Park

La Moncloa: La parada de los monstruos

 Rajoy, Guindos y Montoro: Los pájaros

 Franco y Rajoy: Como en un espejo

 Bankia: Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto

 Francisco Marhuenda: El sirviente

 Pedro Jota: Al final de la escapada

ABC: Los chicos del coro

Noos: El día de los tramposos

 Iñaki Urdangarín: Lo que el yerno se llevó

 

jueves, 13 de febrero de 2014

Solemne papel mojado


“Te tengo comparaíta

con el correo de Vélez

que en cayendo cuatro gotas

se le mojan los papeles”

 

Soleá flamenca.

 

La historia, en realidad, es una tomadura de pelo. Se hacen guerras,  revoluciones, luchas sociales o constituciones  para cambiar o conseguir algo, que en muy poco tiempo, desaparece, se desvanece. Solemne, desgraciado y recurrente “papel mojado”.

Perdonen la manera de señalar pero el artículo 35 de la muy ponderada Constitución Española consagra al “trabajo” como  un “derecho”. ¡Que se lo digan a seis millones de compatriotas!

El artículo 47 la toma con la vivienda y dice: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”. Fin de la cita.

Y digo, yo, ¿los que han desahuciado de su casa a 300.000 personas en los últimos cuatro años han leído la Constitución? Y en el colmo de la ingenuidad: ¿han regulado los poderes públicos algo para “impedir” la especulación? ¡Y no digamos lo de la “participación de la comunidad en las plusvalías!

Nuestra Constitución, fruto de una calentura, tras cuarenta años de cárcel colectiva, es un patético, solemne, aburrido, estéril, insolemnte y mentiroso “papel mojado”.  La igualdad ante la ley es un quimérico papel mojado.  El “estado de bienestar” es un borracho papel mojado. La transparencia en la financiación de los partidos políticos es un corrupto papel mojado. Los jueces, los fiscales, el Tribunal Supremo, el Constitucional, el de Cuentas, la soberanía del pueblo, la democracia y el chichi de la Bernarda, son macilentos, descoyuntados y oníricos papeles mojados

Nada, un encefalograma plano; el Congreso es  un letargo con calefacción central y gin-tonics baratos, el Gobierno es una chirigota con caspa, La Oposición unos grillos sin jaula, y al pueblo lo recortan, le aplican reducciones de sueldo y salarios mínimos y le dicen, en sede parlamentaria, que se joda.

El ministro del Interior, y del Opus, ha dado hoy una explicación, a dentelladas de sacristía, de cómo alguien que dice “amar la vida” produce por acción u omisión la muerte de quince prójimos, que en el colmo de la mala información confundían nuestras costas (y sus tricornios) con la “tierra de la libertad”.  Marca de la casa, “la marca hispánica”, pura materia de fe, que no provoca una suerte de remordimiento en los que viven en la comisión y el sobresueldo.

Con su pan, mojado, se lo coman.

 

 

 

 

 

 

 

martes, 11 de febrero de 2014

No lo sé. No me acuerdo.


No lo sé. No me acuerdo. No lo sabía. No me consta. No le di importancia. No era de mi interés. No era de mi competencia. No lo apunté. No creí que fuera importante. No tenía intención.  No estoy informada.

No sé quién es. No lo conozco.  No lo vi. No estaba. No era. No quiero. No lo cogí. No se lo di. No lo tomé. No lo pagué. No lo compré. No lo firmé. No como. No fumo. No follo. No forma parte. No sé de impuestos. No sé de declaraciones.  No resido. No trabajo.

No entiendo nada. No leo nada. No firmo nada. No dijo nada. No descarto nada. No reino nada. No sucede nada. No tan rápido. No tan lento. No tan lejos. No tan cerca. No era de noche. No era de día. No era.

No he hecho. No he dicho. No he puesto. No he impuesto. No he deducido. No he ocultado. No he pagado. No he sustraído. No he sumado. No he restado. No he practicado.  No he eludido. No he robado. No he coronado. No he meado. No he cagado.

No es raro. No es normal. No es fácil. No compro. No vendo. No regalo. No digo. No existe. No es. No entiendo. No nado. No navego. No corro. No sigo. No ando.  No  comprendo. No voto. No sexo. No soy lista. No soy tonta.

No dirás el nombre de Dios en vano. No matarás. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. No cometerás adulterio. No codiciaras los bienes ajenos. No robarás. No dirás falsos testimonios.

No me sentaré en el banquillo. No iré a la cárcel. No dejaré de ser duquesa. No he comprado un palacete. No he recibido un préstamo de mi padre. No leo los correos de mi marido. No soy una infanta ejemplar. No soy un ejemplar de infanta.

No sé de sociedades. No sé de ganancias. No sé de infantas. No sé de coronas. No sé de nada. No falta nada. No cobré nada. No pagué nada. No deduje nada. No oculté nada. No deseaba nada. No pasó nada. No empalmé nada. No podrá.

Nóos.