jueves, 22 de diciembre de 2016

Una visión distinta de la navidad







Cuando yo era pequeño la celebración del ciclo de la Navidad (Nochebuena, Año Nuevo y Reyes) constituía el máximo lúdico y festivo al que podía esperar.

Conforme fui cumpliendo años fui perdiendo grados y empatía hacia aquel ceremonial  y, ahora, con un buen paquete de ellos, puede decirse que el equilibrio está más próximo al repudio que al festejo.

No entiendo los “deseos de felicidad” a plazo y fechas fijas.  No soporto la hipocresía del comportamiento caritativo y humanitario entre el 22 de diciembre y el 6 de enero y la vuelta a la jungla depredadora el 7 de enero. No comparto esa fiebre consumista por decreto comercial, de las multinacionales del gasto y de las “cadenas” –en su doble sentido- televisivas.

Me parece insoportable esos deseos de “paz” y “amor” cuando los dirigentes de este sistema socio-político-cultural mantienen la guerra en el mundo en treinta y dos países, cuando hay cerca de 50 millones de exiliados y refugiados políticos viviendo en campos de hacinamiento o exterminio, cuando por un quítame allá unas pajas religiosas, se mata, bombardean y reducen a escombros ciudades y países. 

“Gloria a Dios en las alturas y Paz en la Tierra a los hombres de Buena Voluntad” dice el peristilo de esta tragedia. ¿Gloria a qué Dios? ¿Al que permite esta barbarie? ¿Al que sacrifican en el ara del hiperconsumo derrochador una minoría de privilegiados de Europa y América? 

¿Dónde están esos “hombres de buena voluntad? ¿Quizás en Alepo? ¿O tal vez en Turquía? ¿O en los Consejos de Administración de las cincuenta multinacionales y bancos que dominan el planeta?

Su “buena voluntad” se manifiesta en un afán infinito de lucro, derroche y exterminio del mundo y sus recursos.

Todo son cenas, regalos y discursos. Luces donde en realidad habita la sombra y la oscuridad de la miseria, el paro y el hambre. 

He llegado a un punto en que me molestan las luces de Navidad, el tan siquiera pasar por la puerta de los grandes almacenes, iconos de la falsedad y la gilipollez consumista. De alguna manera me molestan las felicitaciones navideñas, la lotería, el ritual del sorteo y sus celebraciones, detrás de esa aparente felicidad del premiado, están las hipotecas sin pagar y el desempleo de la mayoría de los no premiados.

Y el recurso imbécil de que lo mejor es “tener salud”. Cuando eso, la salud, nos la están robando y privatizando, día a día, hora a hora. 

Esta civilización, esta cultura del anuncio del perfume con cara de cordero degollado de los actores,  del cava de las burbujas de oro y de la exaltación del atiborramiento de mariscos, teatral e hipócrita, están podridas por la base, y tenemos que compartirla con una caterva de idiotas y pequeños y grandes canallas.



Posdata. Agradezco las felicitaciones que me hagan, pero no esperen  que les desea Felices Fiestas.

lunes, 19 de diciembre de 2016

El discurso de navidad que nunca se pronunciará







Buenas noches,

En esta nochebuena, probablemente la última que celebremos como Jefe de Estado, quiero desearos junto a la Reina y nuestras hijas, unas muy felices fiestas y todo lo mejor para el año nuevo.

Desearía también que la voluntad democrática del Pueblo Español no tuviera normas impuestas a la libertad de decisión de la Soberanía Popular y que en el transcurso del año que comienza se regulen aspectos tan esenciales en nuestra convivencia.

Esta noche me dirijo a vosotros desde la calle, esa que ocupan tantos y tantos desahuciados de sus hogares por el capitalismo internacional. La Corona celebra este acto en el lugar que debería ser de todos y en el que reside la mayor dignidad y la grandeza de un pueblo: una plaza pública.

Símbolo de lo que  es de todos los españoles y emblema lacerante de nuestra historia presente. Las calles y plazas de nuestras ciudades, tan usurpadas por la especulación, el urbanismo lucrativo y el latrocinio permitido.

Y esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro deprimido presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo.

Creo sinceramente que hoy vivimos tiempos en los que es más necesario que nunca reconocernos en una imprescindible reforma social y política.  Es necesario poner el acento social en cualquier objetivo legislativo, judicial o político y devolver a los ciudadanos estafados por la barbarie capitalista y expoliativa el valor añadido que han generado en años y años de esfuerzo, laborando sin derechos y con salarios de hambre.  Es necesario ensalzar todo lo que las clases humildes y trabajadoras han tenido que soportar y padecer en estos años de crisis, lo que sería de elemental justicia para todos, y para mí,  el primero, en la senda de la Justicia Social
Una gran nación la hacen los que trabajan, los que cada día ponen su esfuerzo y su inteligencia en sus lugares de trabajo al servicio de la comunidad. Esa es, en realidad, nuestra verdadera identidad como Pueblo y Nación.
Y es también un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos valores constitucionales que no se ha respetado ni garantizado nunca en la práctica. Hay que tener tiene respeto a la voluntad democrática de todos los españoles, expresada libremente en las urnas para todas las características esenciales de lo que configurar la Ley, el fundamento de nuestra vida en libertad. Sin imposiciones, ni históricas ni de mayorías artificiales obtenidas desde el miedo o el engaño.

Por todo ello, tenemos -tengo- muchas razones para poder afirmar esta noche que ser y sentirse español, querer, admirar y respetar un nuevo ordenamiento legal y jurídico de nuestra convivencia, desde un sentimiento profundo, una emoción sincera, y un orgullo muy legítimo.

Con estas razones, y compartiendo estos sentimientos, haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran legado tenemos la responsabilidad de administrar; y fortaleceremos nuestra cohesión nacional, que es imprescindible para impulsar nuestro progreso político, cívico y moral; para impulsar nuestro proyecto común de convivencia. Porque ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo, es el perdido y deteriorado bienestar social y el interés general de los españoles.

La pluralidad política, expresada en las urnas, aporta sin duda sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes; y conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos.

No debemos olvidar que la ruptura o burla de la Ley, la imposición de modelos económicos generados por el llamado “mercado” o el capitalismo usurero, retrocediendo en los derechos, libertades y garantías sociales y laborales han supuesto un empobrecimiento de nuestro país  y de nuestra calidad democrática. Ese es un error de nuestro inmediato pasado que no debemos volver a cometer.

Nuestro camino es ya, de manera irrenunciable, el del entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia, libertad y pluralidad. Por ello, respetar el nuevo orden constitucional que surja de la voluntad de todos es defender la convivencia democrática, libres de lastres históricos y de una imprescindible limpieza de nuestras instituciones, empezando por la Corona. Defender los derechos y libertades de todos los ciudadanos y  también defender nuestra diversidad cultural y territorial y acabar con el gobierno corrupto de las oligarquías.

Por eso, esta noche quiero reiterar un mensaje nuevo. Un chorro de agua limpia sobre nuestro desordenado y corrupto político.
Y me gustaría también transmitir un mensaje de esperanza en que la reflexión serena, el contraste sincero y leal de las opiniones, y el respeto tanto a la realidad de nuestra historia, como a la íntima comunidad de afectos e intereses entre todos los españoles.
Creo que todas las instituciones tenemos un deber con los ciudadanos, las familias y especialmente los más jóvenes, para que puedan recuperar lo que nunca se debe perder: la tranquilidad y la estabilidad con las que afrontar el futuro y la ilusión por un proyecto de vida hacia el mañana. Todos deseamos un crecimiento económico sostenido. Un crecimiento que permita, de verdad, crear empleo,  y empleo digno, y no precario y pagado con salarios de explotación. Que se fortalezcan los servicios públicos esenciales, como la sanidad y la educación, y que reduzca drásticamente educir las desigualdades, que se han visto acentuadas por la crisis económica y el afán de lucro y latrocinio de lo que, ominosamente, se ha llamado “la casta política”.

Finalmente, no quiero despedirme esta noche sin deciros, con total convicción, que a los españoles de hoy nos corresponde escribir una nueva historia de nuestro tiempo y que vamos a hacerlo, sencillamente porque no hay otra alternativa. ¡O regeneración o caos!
Contando con todos: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, nacidos aquí o venidos de fuera; empujando todos a la vez, sin que nadie se quede en el camino.
Con esa emoción, con esa confianza en nuestro futuro -en ese futuro de España en el que creo- os deseo a todos una muy Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas y un próspero año 2017.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El sistema








Aumenta la desigualdad social. Los ricos son más ricos. Los pobres son más pobres. Hay ocho millones de pobres energéticos y seis millones de parados. Hay cinco millones de niños por debajo del umbral de la pobreza.  El sistema.

Hay una creciente corrupción política, 1.200 cargos públicos procesados, una sensación de impunidad, una justicia hecha y administrada a su medida. Dilaciones, excusas, indultos y prescripciones. Una severidad extrema con los delitos menores. Robar una gallina, tres años de cárcel. El sistema.

Al Jefe del Estado no lo ha votado nadie. El partido político que aúna el mayor número de casos de corrupción del planeta es votado mayoritariamente, una y otra vez.  El poder ejecutivo ignora, olímpicamente, las decisiones del poder legislativo. No hay separación de poderes. El sistema.

Hay una Constitución, fruto del miedo y de la represión política y militar de un tiempo pasado,  inmutable –salvo para casos de alta traición al pueblo- ofrecida como “modelo” y paradigma de las libertades. No se garantizan en la práctica los derechos de trabajo, vivienda digna, sanidad pública y enseñanza. El sistema.

Las libertades fundamentales: derechos de reunión, manifestación, sindicación  y huelga, están siendo constreñidas, reprimidas y recortadas por leyes mordaza y administradas por gobernantes con ideas y andaduras, no del pasado, sino del pleistoceno. El sistema.

Una confesión religiosa es privilegiada y goza de un status fiscal que la exime del pago de impuestos, se enriquece patrimonialmente a diario, con inmatriculaciones y usurpación de propiedades públicas y nadie legisla o tan siquiera debate o cuestiona estos hechos. El sistema.

Los partidos políticos carecen de democracia interna. Sus cargos, órganos de gobiernos y gestoras están ocupados por arribistas, profesionales de la conspiración y aparateros/as que anulan la voluntad y la soberanía de la militancia. El sistema.

Los medios de comunicación dedican sus esfuerzos a deformar la realidad y la información y entretener y entontecer a amplias capas de la población, a los que tratan como disminuidos psíquicos y embrutecen con falsas necesidades de consumo. El sistema. 

Hay un establishment o casta que controla, disfruta y se reserva derechos, privilegios y recursos y se defienden como lobos perseguidos  entre ellos mismos. Unos pocos administran “el cielo”, mientras la mayoría vive en “el infierno”. El sistema.

Me declaro amante de las cerillas y las latas de gasolina.