En España hay muchos “patriotas”.
Si, esa especie de celtíberos aficionados a las corridas de toros, el folclore y que cantan el “Soy español, español” a poco
que Iniesta le marque un gol a Bashutolandia.
Lo cual no impide que esos
“patriotas”, sin quitarse el disfraz, con montera y tricornio, hayan evadido en
un solo semestre 400.000 millones de euros a las bancas suizas y alemanas. ¡Que una cosa son las esencia patrias y otra
la seguridad en la cuenta corriente!
A uno de esos “patriotas”,
ministro de Medio Ambiente, criador de toros de lidia y caballos jerezanos, se
le ha ocurrido la idea de premiar con la nacionalidad española gratuita a todo
aquel que compre una vivienda, de las de más de dos millones que están sin ocupar
en Españistan, por un mínimo de 160.000 euros.
Esto viene a ser como cuando los
charlatanes de las ferias te decían que: “además de la pluma y el bolígrafo, le regalo un lote de cuchillas
de afeitar marca La Bellota”.
Pues eso, a este señorito jerezano
por vía braguetal, no se le ha ocurrido que la propiedad “legítima” de una
parte de esas viviendas -otra cosa es la “legal”- es de cuatrocientos mil
“españoles” que tuvieron la desgracia de adquirir su nacionalidad al nacer y
una vivienda hipotecada poco después.
Si el alcalde de Móstoles
renaciera podría decir aquello de “Españoles, la patria está en venta, víctima
de la perfidia mercantilista”. Un mercantilismo barato que se dirige,
principalmente, a las economías emergentes rusa y china y que si nadie lo
remedia hará que, por ejemplo, un banco ruso pueda adquirir un paquete de 1000
viviendas por el módico precio de 150 millones y, además, de regalo, le donen
mil pasaportes gratuitos para los mafiosos que guste mandar.
Al ministro en cuestión le ha
preguntado la prensa procaz por el tema y ha respondido “que está ya ocurre en
otros países”. Lo que no ha dicho es el precio. Por ejemplo, en Portugal “las
tarifas” son algo más altas, 500.000 euros por pasaporte. En Irlanda, llegan al
millón y en Francia a los diez millones.
A mi me ha recordado esto a aquel
político lenguaraz que despotricaba de una de las profesiones mas honorables y
antiguas de la humanidad y decía que “lo malo no es ser puta, sino serlo
barata”.
Pues eso. Aquí, los patriotas
venden por un plato de lentejas la sustancialidad de su patriotismo. Putos y
baratos. Es confundir la Patria con un mercado de acelgas. La velocidad con el
tocino.
A este paso, cualquier día te venden
el tocino. Y te regalan la “velocidad”.
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