Este verano se produjo un hecho “terrible”. Unos “desalmados”, empujaron a la cajera de
un supermercado de un pueblo andaluz.
Cómo sería de grave el asunto, que la señora Marquesa de Salvatierra, a
la sazón, “Defensora del Pueblo” y otras hierbas, se rebulló de su bien retribuido asiento y pidió las penas del
infierno eterno para los autores del tremendo atentado a la democracia y a la
propiedad privada.
En este lluvioso otoño, Alberto
Gallardón, a la sazón Ministro de Justicia y yerno de un ilustre franco-fascista,
de los que se tiran al monte a cazar rojos, se ha cepillado el principio de
justicia universal y gratuita, ha impuesto una Ley de Tasas, que entre otras lindezas, impone a las
mujeres maltratadas el pago de una tasa de 980 euros si quieren iniciar un
trámite de divorcio contra sus agresores.
¿Qué que ha dicho la señora
marquesa? Nada, nada, nos sigue “defendiendo”,
en silencio, porque a pesar de no poner
las tetas sobre la mesa, los franco-fascistas, disfrazados de ministros, se
siguen limpiando en las cortinas de la democracia.
Obvio es resaltar que la señora
marquesa es del mismo partido, o partida, que el franco-fascista ministro, y que
la señora de Salvatierra, por muy “defensora” que sea, no se quiere indisponer
con tan ilustres integrantes de la camada negra.
El “crimen” es que unos
jornaleros empujen a una cajera y se lleven seis carros de arroz y garbanzos a
un banco de alimentos para obreros en paro, que el Fallardón nos retrotraiga al
siglo XI no mueve a ninguna acción, protesta o contorneo a la flaqueante
defensora de las narices.
Alberto Gallardón pasara a los
anales de la historia como el alcalde de Madrid que más ha endeudo a la ciudad y
como el Ministro de Injustica que ha logrado poner de acuerdo a jueces, fiscales,
abogados, querellantes y demandantes. División de opiniones. Unos se acuerdan
de su padre y otros de su madre.
La Señora Marquesa es el perfecto
daguerrotipo de esta democracia “azul”, una defensora, que desde su cortijo, “defiende”
al pueblo que le viene enfrente. El mayor banquero –no se si el mayor ladrón-
se llama “Botín”. La Ministra de Sanidad, “Mato” y quien autoriza los
botellones con víctimas en los madriles, “Botella”. Así todo.
Ahora, cuando un jubilado,
estafado por los bancos por la compra de “participaciones preferentes” de A
Coruña, pongamos por caso, tenga que
anticipar 3.000 euros como tasas judiciales, se acordará del ministro del ramo,
y de que la Defensora del Pueblo sigue en “Soledad” y que, todos, como
becerros, tragamos, con ella, con su partido y con el fascismo imperante.
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