La semana previa a las elecciones
en Cataluña nos ha puesto sobre el tapete la penosa realidad de la calidad de
nuestras instituciones y de nuestra democracia.
Un espectáculo indecoroso de juego sucio, documentos falsos o auténticos,
usados, nada menos que por la primera instancia del Estado en contra del
adversario en las urnas. Implicaciones de medios informativos, especializados
en la invención de conspiraciones, informes policiales sin autor o
peticionario, acusaciones, desmentidos, mucha corrupción de fondo, cuentas en
Suiza –que seguramente tendrán todos- y toda la hez y la canalla que padecemos
a diario pero enlodecida y enloquecida en la búsqueda del voto perdido.
Para vomitar. Nuestro gobierno no sólo es parcial, gobierna
en beneficio de una minoría corrupta y enriquecida ilegalmente sino que es ruin,
chapucero y se apoya en las cloacas del navajerismo político.
No es casualidad que del único
ministerio que se hacen encuestas clasificatorias en la UE, al titular de por
aquí lo hayan clasificado en el último lugar. Si De Guindos es el último en su especialidad,
¿dónde pondría a Gallardón o a Wert?
Es denigrante intuir que Rajoy y
Pedro Jota se hayan reunido en la sombra para tratar de frenar el loco ascenso
de los que, olvidando toda una política derechosa, aún más agresiva en sus
recortes y reformas que la del odioso “Estado Central”, podrían alzarse con una
incomoda mayoría en Cataluña. Y eso que son primos hermanos. Nada se parece más
al PP que Convergencia y sus socios democristianos del diablo.
Las estampas de Goya de la España
de cerrado y sacristía, el navajeo y el chulapismo, han cobrado plena vigencia
para vergüenza y escarnio general, con la mitad de la caverna mediática echando
sapos y culebras del independentismo y, llamando, sin pudor, “ a los guardias”,
con tricornio o sin él, para que arrasen sin miramiento democráticos ni vainas.
Si no fuera de vergüenza ajena,
que es lo es, esta país sería de pena. Una democracia de pandereta, sustentada
en una banca corrupta y quebrada, regida por una chapuceros de la ley que no se
capaces ni de tener listos unos impresos para el mismo día que quieren
implantar una justicia para ricos.
¡Que sensación de ridículo, asco
y absentismo da nuestra realidad! Un presidente, al que en determinados ambientes
marginales conocen como la “ Trotona de Pontevedra”, conspirando en una cerrado
de bar con un periodista, comprado por el capitalismo internacional, para atribuir
o desempolvar un delito a otros, que ellos mismos fomentan y cometen.
La dignidad, la verdad, la
tribuna, el aula, han dejado paso a las alcantarillas, al soborno, al choriceo y
a unos y a otros arrojándose su propia mierda.
¿Valdrían los votos “negativos” o en contra de
alguien? Serían mayoría absoluta.
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