Lourdes, de 35 años, madre de dos
hijos, embarazada, ha sido desahuciada de su vivienda de Córdoba, de manera
artera, sin información previa, en media hora, por el auto de una juez que ha defendido, por
encima de las rayas gordas del sentido primero de la justicia, la propiedad
privada de una vivienda, vendida vergonzantemente por un vergonzante miembro de
la vergonzante banca española a un acaparador financiero de Luxemburgo.
A Lourdes le dieron media hora para
recoger lo imprescindible de su casa cuando volvía de llevar a sus hijos del
colegio y le reiteraron, enfáticamente, que no se lo dijera a nadie. Es lo que
temen, que su inhumana conquista pueda ser conocida o frenada por algo que en
ocasiones se llama el pueblo o la opinión pública.
Al salir del colegio sus hijos ya
no tenían casa. Ni juguetes. Ni televisión. Y la beatifica propiedad privada,
los bancos – ¡que no deben nada a nadie!- pueden hacer una mueca más en su
infinita capacidad de envilecimiento.
El Banco de Santander, si, el de
Emilio Botín, el de los tirantes capitalistas, dormiría tranquilo ayer. Y hoy. A una
familia cuyo cabeza lleva tres años en el paro, que ingresa al mes 400 euros,
que además discute la ignominia parlamentaria, le ha vuelto tocar “joderse”.
¿Verdad Andrea Fabra?
El capitalismo nos deja su marca.
Su huella indeleble en nuestros corazones y en nuestras vidas. José Manuel, el compañero de Lourdes, hablaba
de hurtar el último euro a su ingreso mensual y comprarse una tienda
campaña. La metamorfosis de la pobreza
en angustia. Mientras don Emilio vigilará el rendimiento de sus ingresos
hurtados al fisco en Suiza.
Pero, ha habido un ser vivo, un
latir indesmentible a la injusticia. Lucía porfió en busca de su gato. No se
dejaba encontrar ni desahuciar. Cuando lo encontró, el felino mantuvo el pabellón de la dignidad
y arañó, mordió, maulló y no pudo ser objeto del destino esclavo del
capitalismo con tirantes.
En una obsesionante tarea de
degradación cívica, los jueces, los autos con alevosía horaria, el “banco de
las personas”, la búsqueda y el cálculo de los mercados no han podido con una
capacidad irreductible.
“Mientras que te queden puños,
uñas, saliva y te queden, corazón, entrañas y tripas, cosas de valor y dientes…
dijo Miguel Hernández.
El mamífero casero pensaría que
no hay cosa ´masa inasumible que el auto de una juez de provincias, vestigio
último de una sociedad que se cae, de pura podredumbre. Su mensaje es de gran
valor: ¡Hay que arañar!
Y la pestilente ética moral
capitalista no ha podido con un gato.
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