En España hay muchos patriotas. O
patrioteros. Probablemente sean los mismos que han producido una fuga de
capitales de 97.000 millones desde octubre del pasado año, de ellos, 65.000 en
tan sólo el mes de marzo.
Dicen que los bancos suizos han
tenido que contratar a empleados españoles para poder atender adecuadamente la
gran demanda de “clientes” que acuden
cada día a las oficinas bancarias helvéticas.
También acuden a bancos de Holanda o Alemania, porque a lo que se ve, el
gobierno del “patriota” Rajoy no les merece mucha confianza y antes de que los
coja el corralito ponen sus millones a buen recaudo.
Fuentes de la información
económica calculan que desde julio del pasado año y teniendo en cuenta las
estimaciones para los meses de abril y mayo, más de 200.000 millones de euros
han salido de los depósitos patrios para recabar en la seguridad suiza. Es
decir, 20 veces lo que se ha recortado dejando sin Sanidad y Educación públicas
a otros patriotas sin carnet.
Lo cual no quita para que sus titulares no sean depositarios de las
más puras esencias del patriotismo al uso: monárquicos, católicos, de derechas,
centralistas y con una unidad de destino en lo universal, con parada en
Ginebra.
Los patriotas acuden a
manifestaciones en defensa del derecho a la vida, convocadas por los obispos, pero
una vez nacidos les importa un rábano que tengan o no trabajo, sanidad o educación,
y aplauden y solicitan nuevos recortes cuando hay ya seis millones de parados y
dos millones de niños en pobreza técnica.
A los patriotas de opereta les
molesta que los hinchas de algunos equipos silben al himno y al rey, y no les
molesta que tengamos menos soberanía que un higo chumbo para tomar decisiones
lesivas para la mayoría de los ciudadanos y que nuestros gobernantes, vayan, perrunamente
y como perritos falderos detrás de los líderes o mercados del momento
El patriotismo, regido por el
punto más duro de la pupila y el
cerebro, no entiende de solidaridades y esfuerzos fiscales. La Iglesia, también muy patriótica, es la mayor propietaria de bienes inmuebles del
país y no paga un céntimo en impuestos. Los directivos de los bancos y cajas de
ahorros con mayores agujeros son los que han cobrando las mayores
indemnizaciones. Todos, tenían en su despacho gloriosas banderas nacionales y
la foto del monarca, antes de despertarse en Bostwana con una cadera rota.
Una cosa es la exactitud y otra
la transparencia. Ellos aman a una patria ideal, que los mantiene en el confort
de sus yates, sus curias y sedes obispales y sus Rolex de oro, pero su única patria, en
realidad, son los ceros de su cuenta
cifrada. Que no tiene bandera. Ni himno.
Perdida la ingenuidad de un himno
sin letra, un rey que se cae más que una mula vieja y una bandera que la
mayoría de las veces sirve para envolver lo que se roba, hay demasiada
charanga, demasiado ornamento, porque cuando las primas de riesgo se ponen
farrucas a los patriotas se les escapa el patriotismo en la carrera al
aeropuerto de Berna. Probablemente por el ano.
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