España siempre ha sido un país de
ladrones, pero los ladrones de ahora, con nombre y apellidos (Rodrigo Rato,
Miguel Blesa, Goirigolzarri, Rajoy, De Guindos…) son los más ladrones de la
historia.
El bochornoso espectáculo-atraco
de Bankia, que en menos de una semana pasa de solicitar al Estado 7.000
millones de euros a elevar esa cantidad a 24.000, es el exponente en términos
numerarios de una actitud , de una política y de un contingente.
Cada uno de los españoles, como
accionista forzoso de Bankia, va a poner 800 euros -no es como en el IRPF
voluntario, sino por decreto- para salvarla de la quiebra y, además, no tenemos
derecho a que se investiguen las responsabilidades de los últimos gestores y de
los anteriores. El Gobierno atraca a cada español, a cada parado, médico,
fontanero o prostituta con un monumental descuento de su vida y de sus
derechos, e impone la ley del silencio para proteger a los atracadores: Rato,
Blesa, Acebes, a las Comunidades Autónomas de Madrid y Valencia, al PP como
partido mayoritario en los consejos de Administración de Bankia, Caja Madrid y
Bancaja y alguno más, también familiar o enchufado, generalmente del partido
del Gobierno.
Es un robo con mordaza. Con ocultación
y alevosía. Con el silenciador de la mayoría absoluta, obtenida con engaño y
expolio de la verdad.
No somos nada. Somos un remedo de
ciudadanos y de democracia. Un esperpento cruel de gobernantes con fiebre
neoliberal, que sacrifican sin pestañear en la hoguera capitalista a los hombres,
las mujeres, el hambre, la salud o el derecho. Sin límites. Que son 7.000,
7.000. Que son 24.000, 24.000. Los que hagan falta. Aunque desgarren, asesinen
o envilezcan a una nación y a sus ciudadanos.
Somos su botín y sus garantes.
Siempre pagaremos nosotros y ellos, los banqueros, los bancos, los inversores,
los gobernantes de una mayoría de fraude, nunca perderán.
Arrasados nuestros ahorros,
enajenados nuestros recursos, aniquilada nuestra sanidad, subastados a la baja
nuestros contratos de trabajo, expoliadas nuestras pensiones, ultrajados en
nuestra educación, sólo nos queda el espíritu. El alma, la dignidad, el
insomnio.
Cautivos y desarmados, el imperio
de la mentira y el crimen cruza una frontera fatal, llegando a un despojo
extremo: a partir de ahora todos seremos sólo víctimas.
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