La hipocresía domina, como una
lacra, en los valores de la sociedad civil española. Un partido, que ahora resulta el
mayoritariamente votado, se ha pasado ocho años sin dar tregua a su principal
oponente, calificando todas sus actuaciones de inútiles, incapaces e
insolventes, y ahora resulta que su labor al frente del gobierno es, si cabe, más
inútil, más incapaz y más insolvente. A
la par que más lesiva para una gran mayoría de ciudadanos y más injusta y
desigual con respecto a otros.
Ha habido un retroceso sin parangón en la calidad de nuestra
democracia, un empeoramiento de todos los servicios que el Estado debería prestar a los ciudadanos y se está instaurando
un régimen policial y represivo sin que salte ninguna alarma significativa de
los teóricos garantes de la libertad y el orden jurídico constituido.
No deja de ser significativo que
cada protesta social que se ha producido se salde con un considerable proceso
de detenidos, agredidos o multados por injuriantes multas de la llamada y muy
discutida “autoridad”. Un ejemplo, el mismo día en que se conoce que tres policías
son multados con un total de 900 euros por la muerte no accidental de un
emigrante nigeriano, se conoce también como decenas de estudiantes valencianos
son multados, cada uno, con 6.000 euros, por su participación en las protestas
del pasado mes de febrero.
La ley del embudo. La misma que se aplica la jerarquía eclesiástica,
convocante de decenas de manifestaciones contra el aborto, los matrimonios homosexuales o la asignatura
de Educación para la Ciudadanía y que todavía no hay dicho esta boca es mía
cuando se atenta de manera grave e irreparable contra la sanidad, el derecho al
trabajo o la educación de todos.
Pura hipocresía, que es el pelo
de su dehesa, por otra parte. Que una asignatura escolar reconozca la
diversidad sexual, incluida la homo, es
una circunstancia “gravísima”, merecedora de manifestaciones con autobús y
bocadillo pagado y que dejen sin atención sanitaria a miles de emigrantes no
merece ni una coma de su santa inteligencia y acomodaticia moral. .
Es probable que la situación
ignominiosa que vivimos empeore, y que las cosas vayan a peor, que nuestros
gobernantes crezcan en su aldeano partidismo y en su absoluta incompetencia, y
que nos sigan azuzando el miedo, la represión y su porras mercenarias como substituto,
pero que no se quejen si el péndulo gira y los que tienen que correr, pagar las
multas y llenar las cárceles son ellos.
Nada nuevo bajo el sol. Todas las
políticas de “salvación” las ha cerrado, sin piedad, el fracaso.
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