En este país de mangantes,
fascistas –de tomo y lomo- y pelagatos que pasan por directores de periódico,
hace tiempo que lleva desatada una campaña de desprestigio calamar contra los
sindicatos y los sindicalistas.
Pretende el gremio de junta
letras a sueldo de los banqueros, que con la tinta que injuriosamente expande
en su caldo de cultivo de jubilados de la guardia civil, antiguos falangistas,
policías represores, curas con sotana y fascistas rancios y de medio pelo,
ocultar el latrocinio soberano que dos decenas de millares de capitalistas,
empresarios de profesión defraudadora y la Iglesia Católica, Apostólica y
Romana, someten a este país, al que farisaicamente llaman “la patria”.
Tienen una leyenda urbana
preferida: los sindicalistas son unos vagos, que no quieren trabajar que
arruinan al país con sus “liberados”, que tienen chalets, comen en restaurantes
de lujo y pavonean pelucos de oro.
El rigor intelectual y de
realidad de este análisis esta a la misma altura que la de su autores.
Exactamente una mierda. Hay en el conjunto del país un total de 33.000
“liberados”, imprescindibles para el funcionamiento de una estructura tan
compleja administrativa y funcional como un sindicato de clase. Su sueldo no
siempre lo paga la subvención del estado sino que está recogido en innumerables
convenios del sector y de empresa. La
CEOE, organización fraudulenta, dedicada al fraude sistémico de impuestos con
asesoramientos de ex ministros, tiene cerca de 35.000, con sueldos de cinco
estrellas y estos si que tienen chalets de lujo, patronean yates, comen en
restaurantes de cinco tenedores, a costa del dinero de todos, del de las
subvenciones y del que defraudan, y las portadas del ABC, La Razón o La Gaceta
los ignoran. Son su mismo clan o peña de Alí Babá y los perros no comen carne
de perro.
Los sindicalistas que yo conozco
o he conocido, tienen modestísimas economías, tienen un historial plagado de detenciones,
torturas y sacrificios por una determinada idea de la organización social. En
su mayoría son sobrios, moderados y de ejemplar actitud personal y política. Y
he conocido a comunistas, socialistas, anarquista, cristiano de base, curas
obreros y hasta falangistas de izquierdas.
El sindicalismo y los sindicatos
son esenciales para la convivencia democrática de cualquier país. En el nuestro
está recogido en los títulos fundamentales de la Constitución y el advenimiento
de un estado, democrático y de libertades tiene una deuda no satisfecha con el
sacrificio personal y colectivo de miles de sindicalistas.
Nos denigran, nos insultan y
pretenden amotinar a un segmento de los trabajadores contra nosotros.
Únicamente no somos mansos subcotizados o cabestros del toro con cuernos de su
amo. Como ellos.
Postdata amplia:
Este post está dedicado a la
memoria y al trabajo de personas como
Marcelino Camacho y Manolo Rubia; Fernando Soto y Eduardo Saborido; Enrique
Rodríguez y Antonio Hens; Laureano
Mohedano y Paco García Salve; Salce Elvira y María Amor Gutiérrez; Manolo
Caballero y Juan José Giner: Manolo Ortiz y Pepe Balmón; Fernando Vico y Pepe
Antequera; Ildefonso Jiménez y Paco Povedano Cáliz; Manolo Alcalá y Pepe
Ramírez; José Luis García Rúa y Eduardo Cerezo;
Juan Jiménez Costilla y Paco Ferrero; Ildefonso López y Antonio Arjona;
Germán Toledo y Rafael de la Peña; José Luis Villegas y Manoli Corredera; Pepe
Cienfuegos y Rafa Crespo; Antonio Muñoz
Otero y Antonio Núñez Magaña; Manolo Rueda y Paco Muñoz Molina; Alejandro Galindo y Pedro Zafra; Frasquito Ojos Claros; Mari Carmen Santiago y
Rafael Laguna; Juan García Baena y Rafael García Contreras; Macario Sánchez y
el Padre Llanos; Filomeno Aparicio y Rafael Martínez; Pedro Cortés y Jorge
Santamaría; J.V. Ojinaga y Andrés Gálvez…
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