Todos tienen algo que ocultar,
pero, con todo, no es eso lo peor. Lo más penoso es que hay quien los protege,
financia y rescata (José Luis Pego, 18,5 millones). Han quebrado la banca y las
ilusiones. Su vida es una charca de espejismos y atracos, de simulaciones y
robos. Pero aún tienen amnistías. Y amnistiadores (José Luis Méndez, 16,6
millones).
Para ser lo que se les supone,
encubren su inexistente dignidad en el secreto. Bancario. Presuntos cuellos
duros de presunta legalidad (Oscar Rodríguez, 14,1 millones). El proceso de
identificación ni siquiera es arduo, sólo hay que mirar una decena de balances, cinco o seis auditorias. Allí
están. Orondos y opíparos (Gregorio
Gorriarán, 8, 8 millones).
De inmediato, han aparecido sus
caras. Recorremos su biografía. Es casi la misma. Teóricos expertos de la nada,
cercanía a la Iglesia o al opus deísmo, neoliberales, maquillados de modernidad
(Javier García de Paredes, 5,3 millones). Han asaltados las cajas de ahorros,
los bolsillos y la banca. Y se lo han llevado calentito.
Son el otro polo de la realidad.
Un país quebrado, una sociedad desahuciada, una actividad en el paro, pero
ellos no, ellos han cobrado jugosas indemnizaciones -¿?- y en esta vacuidad han
cogido el dinero. Y han corrido (Miguel Castillejo, 4,3 millones).
¿Qué se hace cuando se ha llegado
a este punto? ¿Dónde se pueden esconder? A veces, voy a desayunar y me
encuentro con uno de ellos, tan orondo y versátil como siempre, subido al culto
a la personalidad egolatra que subvencionó (Roberto López Abad, 5,8 millones).
Son voraces, insaciables, pirañas de la crisis, cocodrilos de la prima de
riesgo, satélites de si mismo (Manuel Escribano, 6 millones).
Corruptos, correlatos de los
mercados y de su “lógica”, depredadores
de la acera, se parecen más a un siniestro que a un entierro (Ricard Pagés, 11
millones). Son los que son. Lo que han cobrado es de todos y de nadie, son
presos de su presa e inquilinos de la indignidad (Domingo Parra, 7 millones).
Tratar de entenderlos requeriría
una tarea muy superior a la de aceptarlos (Manuel Troyano, Joaquín Meseguer,
Vicente Soriano, Agustín Llorca, Gabriel Sacristá…). Arbitrarios,
contradictorios, veleidosos, calamitosos todos.
Nunca, nunca tendrán bastante Lucas; el dinero de los demás es para ellos como la droga más adictiva y como se evidencia claramente, crea en ese tipo de individuos una interdependencia increíble, mucho más sólida que la familiar incluso...
ResponderEliminarSu lógica es simple, muy simple: "hoy yo te doy mil a tí de la 'caja que me han confiado esos idiotas y mañana haces tú lo propio de la que te han prestado a tí esos otros, no menos idiotas".