La “izquierda” de este país (o
desgracia) son unos frikis con coleta. La “derecha” son unos patriotas borrachos
con una cinta en forma de bandera en la muñeca.
Los de izquierdas son unos
radicales ateos que queman contenedores mientras
los de derechas apoyan y sostienen un rescate multimillonario a la banca y los
banqueros.
Los de izquierdas son unos
antisistema peligrosos y los de derechas privatizan la sanidad y la enseñanza
antes de que estornude un cardenal.
Los de izquierdas son unos
proetarras que cantan la Internacional y los de derechas impiden recuperar la
memoria histórica y mantienen en infectas cunetas los cadáveres de 300.000
represaliados por un régimen asesino.
Los de izquierdas no creen en
Dios y los de derechas creen hasta en Rouco y le dan la medalla del Mérito
Policial a la Virgen del Amor (Hermoso).
Los de izquierdas hacen escraches
y violentan los domicilios de una casta y los de derechas, mayormente si son
jueces del Constitucional, se
emborrachan en la feria de Córdoba y aparecen con su motocicleta en Madrid, sin
casco, saltándose los semáforos en rojo y triplicando la tasa de alcohol.
Los de izquierdas no pagan sus
hipotecas, los desahucian y meten follón cuando los dejan en la calle y los de
derechas evaden sus impuestos, siempre hay un ministro que les concede una
amnistía fiscal y las condenas a los que los someten les hacen cosquillas en
las plantas de los pies.
Los de izquierdas son recortados
en sus salarios y pensiones, los despiden casi gratis total y los de derechas
se autoconceden indemnizaciones y jubilaciones millonarias, aunque hayan
quebrado a Dios y su santa madre de su santa caja o puto banco.
Los de izquierdas son condenados
a tres años de cárcel por robar unas lechugas y a los de derechas les prescriben
los delitos, los gurteles y, robando millones, no se les considera que hayan
cometido “delito fiscal”.
Los de izquierdas son asaltados
en sus sedes hasta cuatro veces en dos meses, le rompen un dedo a martillazos a
un candidato sin que los agresores sean llevados a prisión, el fiscal se rasca
la barriga y ninguna caverna se escandaliza; a los de derechas le tosen a un ministro o le
cantan algún pareado a un portavoz mentiroso y forman la escandalera en veinte
medios escritos, cincuenta tertulias y editoriales de “orden”.
Este país (o desgracia) es así.
Un bodrio mental, político, judicial, gubernamental, bancario, empresarial y mediático.
Es, exactamente, una ofensiva
bacteriológica, o mierda, a punto de
secarse.
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