Expertos analistas, politólogos,
profesionales de la tertulia y el cheque, ex presidentes desde la giratoria
puerta, empleados en cargos públicos por designación digital de sus respectivos
“aparatos”, todo el mundo hace su análisis de los resultados de la jornada
electoral del pasado domingo.
Sin ninguna pretensión de
originalidad, varado en años y rojerío, creando humo dentro de lo que parece
evidente, confundiendo orgullo con memoria, en función de mi espacio antes que
de mi objetivad, allá van, a modo de decálogo, mis diez reflexiones sobre el
perfume reciente de las urnas.
UNA. La llamada “campaña electoral” ha sido la
plasmación de la vergüenza. Los dos grandes partidos de este miserable país han
pactado con descaro y alevosía excluir la corrupción de su aderezo de trucado
debate. “Yo te cambio un Gurtel por un ERE y tiramos porqué nos toca”.
DOS. Las televisiones públicas se
han dedicado al servilismo y la delincuencia de promocionar candidatos y
candidaturas, jugando a aprendices de brujo con réditos –pendientes aún de
cobro- a los “beneficiados”. El vómito de la verdad y el bicarbonato han subido
de precio.
TRES. Las verdaderas encuestas de
intención de voto no han salido a luz pública. Han salido las falsas. Cuando un
señor de pelo cano, seboso de carnes e ideas, alentó la “gran coalición”
conocía ya las “verdaderas”: La debacle del bipartidismo que ha llenado de
corrupción y enchufes este país.
Trabajaba ya para seguir ordeñando – a dúo- la gran teta de la que están
colgados desde que nos vendieron la burra muerta de la “transición”.
CUATRO. Las encuestas “chachi”
radiografiaban un resultado electoral no solo con el bipartidismo mandado a “por
tabaco” por el electorado, sino con otro partido (Izquierda Unida) comiéndole los
calcañales a los dos hundidos y compadres. Hicieron lo imposible, hasta
inventarse, apoyar en la sombra y en los medios a una nueva formación que fraccionara
a quien le amenazaba el “quiosco”.
CINCO. La idea de Europa le
importa un pimiento a una mayoría de españoles (55 por ciento). El concepto
europeo/euro/troika es un fraude intelectual y político. Los ciudadanos venimos
padeciendo en piel y sangre sus dictados como para que ahora, muertos de hambre
y miseria, demos nuestros votos a una idea que nos explota y esclaviza.
SEIS. La eclosión de la
ultraderecha y el eurocepticismo no ha tenido demasiado eco en nuestro país por
dos motivos: Los euroescépticos no fueron a votar y la ultraderecha ya está en
el mismo pack del Partido Popular de Rajoy, Aznar y Marhuenda.
SIETE. Mis respetos y alabanzas
por y para el partido verdadero
triunfador de las elecciones del pasado domingo (Podemos) con el que coincido
en dialéctica, programa y “aire”, pero desde la independencia de opinión y
criterio que me da el no militar en ninguna formación política desde hace
treinta años, creo que la “izquierda” estaba ya suficientemente dividida para
entrar al trapo interesado de quien conscientemente quería, quiere y querrá su
división y derrota.
OCHO. El gran reto de la
izquierda, de la autodefensa popular ante la agresión del capitalismo
neoliberal es articularse sobre programas y no sobre imágenes, sobre compromisos
y no sobre brillanteces esporádicas, sobre la movilización popular y no sobre
los aparatos. Ojala Podemos, Izquierda
Unida, Equo, Compromis y todas las fuerzas nacionalistas de izquierda sean
capaces de articular un soporte que sirva de algo a los millones de expoliados,
recortados, estafados, desahuciados de este país de ladrones.
NUEVE. La descalificación concurrente,
envidiosa y cerril de la fuerza ganadora, retrata a quienes la hacen y a su
fracaso. (Arriola, Floriano, Rosa Díez…). Hacer una calificación de “radical”, “populista”
o “friki” a quien ha ganado, desde la esencia del populismo, radicalismo
expoliador o frikismo mental pone al descubierto la calidad de su sentido
democrático y los pone, una vez más en evidencia: todo es perfecto cuando ellos
ganan o progresan y todo es antisistema, proetarra y nazi cuando los resultados
mueven sus asientos y el suspenso de sus mentes alimentadas en la mentira.
DIEZ. Quiero creer que un viento
fresco, limpio y renovado, puede mandar a callar a las chicharras ventajistas y
corruptas que llevan décadas gobernando y robando, robando y gobernando, y vendiéndonos
como “democracia” lo que no son más que intereses mezquinos, personales y al
servicio de una casta.
En la calma de una tarde de mayo,
cuando late una claridad tras los sobres abiertos, vuelve a latir una
esperanza, la creencia de que aún se
puede compartir un sueño.
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