Era una multitud esperando saltar las vallas, digo las
urnas. El tiempo también es un territorio.
Se afanaban ante el riesgo cierto de las concertinas, digo las urnas. Si
pierdes esa batalla serás nadie. Cualquiera podía poner un píe en Europa, digo
en la Eurocámara.
Los había de toda condición, eran todos fieras de la misma
especie. O casta. Unos decían ser de izquierdas, otros de centro, otros
moderados y otros conservadores. Pero todos querían saltar la valla, digo la
urna, y poner un píe en Europa, digo en
los privilegios.
El primer pelotazo de goma que le darían sería un despacho,
una paga, estrella de modernidad y potencia
y un fondo de pensiones tributado como una sicav al 0,01 por ciento en Luxemburgo.
Digo en Europa.
Todos incumplían el principio de Arquímedes. Desalojaban más
que de lo que pesaba su mezquindad.
Venían de sus oscuros países, digo
partidos, en busca de un puchero en forma de coche oficial y asiento business.
Eran una orquestina desafinada de promesas siempre
incumplidas, de mentiras siempre latentes, de consignas siempre caducas.
Saltaron la valla y sólo algunos consiguieron llegar al territorio
legal, los internaron cuatro años en un centro con asientos en forma de
hemiciclo donde percibían la larga distancia que los separaba del pueblo, digo
partidos.
Tenían rostros reconocibles, y nombres, y cuentas
corrientes, algunos no declararon la sicav y se creyeron que todo el monte del
IRPF era orégano.
Esta era la comida de los perros: Miguel Arias Cañete, Willy
Meyer, Rosa Diez, Enrique Barón, Josep Borrell, Antonio Masip, Marine Le Pen… y
un experto en sicav y en defraudaciones: Cristóbal Montoro.
Dicen que todo “es legal”, que hacerse aportar dos euros de
dinero público por cada euro que aportaban a su pensión no es un delito y que
saltar la valla fue una heroicidad , pero ahora viene un teólogo rompeguitarras
y dice que hay tener la cara, digo faz, muy dura.
Estos son los milagros de esta casta, el mundo muriendo de
hambre y ellos subidos en el andamio del
dinero de todos y tributando el 0,01 por ciento. Hacienda somos todos,
mayormente algunos.
No sé porque el planeta no se ha ido ya al carajo.
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