Estoy fuera de mi lugar
de residencia. Veo las imágenes del Primero de
Mayo en Grecia, que no se celebraba oficialmente por coincidir con la Pascua
ortodoxa. Veo las imágenes de una Huelga General absoluta. No se mueve ni un
alma. Y escucho el silencio de la prensa internacional. Nadie se hace eco. Hay
un confabulación, más general que la huelga, para ignorar lo que ocurre allí.
¿Quién paga este silencio? Conocemos a quien paga el
silencio en nuestro país. Conocemos a quien nos infecta, cada mañana, con su
mentira pagada al precio de ceniza. Conocemos a quien “profesionaliza” la
opinión y la tertulia, para difundir la “verdad” del cupón premiado por el
último soborno.
¿Pero quién está pagando el cerco de silencio, “el muro de
mentiras” que cerca y aísla la lucha del pueblo griego? ¿Ángela Merkel y sus
banqueros? ¿Un mapamundi de políticos e informadores corruptos? Aquel país era
el oráculo de la democracia, el faro de las libertades y se lo han bailado en
un sirtaki siniestro. Una huelga en la que se no mueve un mosquito en el
Partenón es ignorada por un sistema, una cangrejada de la libertad que ignora
el sufrimiento, el paro y el hambre de un pueblo tres veces milenario.
Así con todo. Estos
son los altos niveles de ignominia del tiempo real. El envilecimiento de la
humanidad por el bocamangas del capitalismo. Se ha hecho un potaje cruento de
los derechos públicos, de las entidades populares, de las conquistas sociales,
para satisfacer al dios “mercado”, la metamorfosis de los derechos del hombre y
del ciudadano en una hipoteca tóxica.
Nuestro tiempo da asco. No creo que haya habido tiempos
peores para la verdad comunicada. Unas salchichas compradas ejercen de
portavoces de la esclavitud. El telediario de un medio de nuestro país dedica
diez minutos a la información general y veinte a los sucesos morbosos mas
variopintos, quieren unos espectadores escandalizados por la última separación
de una princesa drogata e impasibles ante seis millones de parados.
“Así es si así os parece”. Estamos aboliendo la civilización
para convertirla en un cagajón retransmitible. Cómo se zambulle en el agua la
realidad de trece millones de pobres mientras aplaudimos el penúltimo blanqueo
de dinero de una folklórica camino del Rocío.
De este manera estamos sobreexistiendo. Todo pena y nada de
gloria. Al fondo hay unos señores que cobran de sobresueldo el triple de su ya
magro sueldo oficial. Y mientras aprueban o no una ayuda de subsistencia de 400
euros al mes, se compran el último chalet marbellí por el módico precio de 25
millones. Al contado.
Creo que el mundo está a punto de salir ardiendo.
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