Leí la noticia hace
una semana y quedé a la espera. No se ha producido ninguna reacción. Un
silencio total de comentarios, opiniones o críticas.
Una noticia de la
agencia EFE del pasado 22 de mayo decía: “Un agente del FBI mató hoy en Orlando
a un hombre que era investigado por su supuesta relación con el sospechoso del
ataque terrorista de Boston, Tarmelan Tsarnaev, y con grupos extremistas.”
El fallecido es Ibragim
Todashev, de 27 años, norteamericano de origen checheno, que murió en una
comisaria donde llevaba tres semanas detenido cuando un agente le disparo a
quemarropa tras un interrogatorio policial.
El policía alega
que el fallecido esgrimió un cuchillo de grandes dimensiones y que se vio
obligado a disparar para defender su vida.
¿Cómo una persona
que lleva tres semanas detenida puede tener un “cuchillo de grandes dimensiones”?
El valor de la
persona humana se ha reducido a cero en todo lo que se conoce como “Occidente”. Nada de herencia humanista,
ni de los valores de la civilización, la democracia y la persona. ¿Dónde el “habeas
corpus”? ¿Dónde los derechos fundamentales de la persona y su declaración
internacional?
Alguien puede ser
detenido y, como tenga la desgracia, de aparecer sospechoso de “terrorismo”,
puede ser impunemente muerto por cualquier policía nervioso, impulsivo o
cansado de un interrogatorio infructuoso. Y ningún exégeta de los valores “de
la democracia y la libertad” esbozará una crítica, una censura o una explicación
a la autoridad.
Al fin y al cabo,
en Guantánamo hay una prisión aberrantemente ilegal, donde detenidos
-¿secuestrados?- sin acusación judicial expresa llevan años recluidos y
torturados, sin que nadie se tome la
menor molestia en que acabe.
Vamos camino de la
ignominia, de la complacencia en el crimen y la tortura, y del sado-fascismo de
los gobiernos y gobernantes corruptos y ladrones. Y una mayoría de habitantes
del planeta aceptan, sumisos, este estado de cosas.
Pero protestaran,
clamaran y pedirán largas condenas cuando una decena de jornaleros, sin trabajo
y sin pan, rompan un candado y la cerradura de un pozo para ocupar, durante
unas horas, una finca manifiestamente improductiva y abandonada.
La civilización, la
democracia y la cultura deberían poder convertirse en armas.
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